MIAMI, Estados Unidos.- Una columna que acabo de leer en la prensa corporativa se pregunta por qué la democracia en Polonia ha derivado hacia cierta intolerancia con pensamientos liberales, cercanos a la izquierda, que durante décadas los atormentó. De hecho, parece ser una corriente que se afianza en la otrora Europa del Este, aquella del llamado “socialismo real”.
Ciertamente las preocupaciones de la columna no coinciden, al parecer, con la opinión pública polaca, que parece conforme con extirpar cada día los rezagos del cáncer comunista. Hay como una voluntad manifiesta para no coquetear con pasado tan impopular.
Mi amigo Jorge Morejón tiene la teoría de que a los crímenes del comunismo les faltó su juicio de Nuremberg, donde se selló el destino de la maldad nazi, en aquel legendario y estremecedor tribunal internacional.
Tal vez por eso, entre otras razones, suele haber una suerte de condescendencia, con respecto a la ideología que también asesinó a millones de personas y sigue disfrutando, en cenáculos intelectuales demócratas, de insólita simpatía. “La dictadura del proletariado” es una utopía posible en el imaginario de quienes no han sufrido tal aberración.
El comunismo y su tropa de ideólogos son incapaces de mostrar pruebas materiales de éxito, pero no cesan de fantasear con palabrería hueca que trata de comprar tiempo, entre fracaso y fracaso.
Desafortunadamente para el pueblo cubano, el castrismo sigue siendo el paradigma de tanta desventura, luego de 63 años sin disyuntivas.
Si existiera un futuro de prosperidad para la isla, circunstancia que aun parece muy distante, la historia se ocupará de borrar, con saña, todo el daño causado por una doctrina que hizo de la falsa promesa y la falta de libertad, su modus operandi.
La higienización de ese porvenir cubano tiene que comenzar por desmantelar el apellido de la familia que constituye el pecado original de la congoja nacional.
La más locuaz de la maldita estirpe, Mariela Castro, acaba de enviar un mensaje de despedida de fin de año a los cubanos, por el cual pudiera ser juzgada en el futuro, si decide no exiliarse, para afrontar las consecuencias de tanta afrenta.
No disimula su distancia social, lo ajena que está de las tribulaciones cotidianas que sufren sus coterráneos, causadas por sus parientes, cuando los impele a seguir resistiendo y sufriendo en aras del proyecto social diseñado a beneficio de una cada vez más exigua casta dictatorial.
La Castro, a quien no pocos analistas norteamericanos llegaron a considerar como una moderada y no la más feroz defensora internacional de la dictadura, habla de “proyecto sui géneris de transición socialista” y sobre la necesidad de “mantener la democracia del socialismo cubano” porque se trata de un pueblo “muy sacrificado y profundo”.
Cuánta simulación y cinismo en sus palabras, incapaces de hacer el milagro de “los panes y los peces” que necesita el afligido pueblo cubano en medio de un inmovilismo pavoroso.
Díaz-Canel, quien sigue sangrando por la herida que le causara el “Patria y Vida” de la canción que fuera himno de la rebelión del pasado mes de julio, ahora ha propuesto el tanático lema de Patria o Muerte, no solo para sus subalternos, sino “también en nombre de la humanidad”.
De tal modo, el absurdo se acrecienta, mientras la despensa sigue mitigada, sin remedio. Es un aquelarre de consignas improductivas llamadas a castigar cualquier iniciativa empresarial o económica que ponga en solfa la ambiciosa junta militar, donde se detenta la represión y el poder.
Durante la celebración de año nuevo, la dictadura ha movilizado a sus escribanos para teorizar sobre lo insondable.
No se trata de intelectuales reconocidos que han puesto su talento al servicio de tanta ignominia como solía ocurrir en el pasado, sino de articulistas de poco vuelo creativo, más cercanos al adoctrinamiento que a la disquisición conceptual.
Tampoco es que disfruten de alguna influencia en los avatares cotidianos del ciudadano cubano común, quien deberá seguir marcando en la cola deplorable para gestionar el sustento.
En medio de privaciones que se acrecientan, a estos comisarios solo se les ocurre especular una esperanza fallida de antemano: “Ya no se trata de reinventar el socialismo para un solo país sino de mantenerlo vivo como opción para todo un mundo.
“Mientras no seamos fuertes económicamente y con una diversificación comercial para no depender de nadie, como aspiraba José Martí, seremos débiles políticamente.
“Si el pueblo no protagoniza protestas contra sus penurias y no secunda llamados a marchas supuestamente pacíficas y destinadas a reclamar el bien que él merece, no será por ceguera ni por obediencia”.
Como una suerte de maldición incontrolable, en los medios sociales ha resucitado aquel personaje del folclor nacional que vuelve a desacreditar, con ingenio y humor, toda posibilidad de enmendar el engendro socialista en la isla.
Pánfilo sigue afirmando, mediante su verbo afilado y popular, que la falta de “jama” es uno de los pecados originales de la debacle castrista.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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