LA HABANA, Cuba.- Son varios los que opinan que la renuncia del general Abelardo Colomé Ibarra (Furry) a su condición de vicepresidente del Consejo de Estado sería la primera etapa del relevo generacional que podría ocurrir a raíz de la celebración del VII Congreso del Partido Comunista en abril de 2016.
Porque, realmente, cuesta trabajo creer que un problema de salud sea la causa de que un alto funcionario de la nomenklatura castrista abandone su cargo. No existen muchos precedentes de semejante actitud, pues por lo general esos personajes “se pegan al jamón”, y únicamente la muerte o una sustitución por mal trabajo— a veces encubierta bajo el rótulo de “renovación”— provocan que salgan de la escena política.
Además, en el caso de Furry, la opinión pública no cuenta con muchas evidencias de que sus ocupaciones lo agobiasen demasiado. Al margen de su responsabilidad como ministro del Interior, cargo que sí debe de haber consumido las energías de este general de la vieja guardia, su presencia en las reuniones del Consejo de Ministros y en las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, era prácticamente decorativa.
No recordamos ninguna nota de prensa o reporte televisivo de esos eventos que anunciaran alguna intervención de Colomé Ibarra. El hombre permanecía siempre con la boca sellada, como si padeciese de una fobia crónica hacia los micrófonos. Incluso, ninguna actividad pública del Ministerio del Interior (Minint) en la que él participara, y por tanto la presidiera, permitió que aquilatáramos el timbre de su voz. En esos casos ordenaba que un viceministro u otro funcionario subalterno pronunciaran el correspondiente discurso.
Al parecer, la característica más sobresaliente de la personalidad de Furry es su fidelidad a los líderes de la revolución, en especial a Raúl Castro, su jefe desde los tiempos en que, aun muy joven, se incorporó al Segundo Frente Oriental Frank País. Hay un detalle que ilustra dicha fidelidad: el instante en que, en 1989, Furry dejó el cargo de viceministro del Ministerio de las Fuerzas Armadas (Minfar) y asumió la jefatura del Minint.
En ese momento existía una especie de cisma entre ambos institutos armados debido a revelaciones salidas a la palestra, en el sentido de que la oficialidad del Minint recibía prebendas que la convertían en una casta privilegiada de la sociedad. Entonces Furry, al ocupar su nuevo cargo y tomar medidas para revertir la situación, se negó a vestir el uniforme del Minint, y siguió usando el del Minfar. Así, entre otras cosas, evidenciaba que continuaba siendo un incondicional de Raúl, que era el ministro de las Fuerzas Armadas.
Comoquiera que Furry se aparta de todas sus responsabilidades, queda vacante también el cargo de ministro del Interior. El General –Presidente optó por promover al viceministro primero de la institución, el general Carlos Fernández Gondín, un oficial ambicioso y de línea dura. Él fue uno de los que con más vehemencia solicitó la pena de muerte para Arnaldo Ochoa, en aquel proceso que se le siguió al héroe de Angola y Etiopía. Era un modo de dar riendas sueltas a la envidia que sentía hacia aquel militar que lo aventajaba en audacia y talento.
Por último, la salida de Furry podría despejar las dudas acerca de las posiciones que ocupan los más altos funcionarios en el seno de la nomenklatura. Porque a pesar del ascenso de Miguel Díaz-Canel Bermúdez a la primera vicepresidencia del los Consejos de Estado y de Ministros, era el general Colomé Ibarra quien acudía al aeropuerto, junto con José Ramón Machado Ventura, a recibir a Raúl cuando este regresaba al país tras una gira por el exterior. En consecuencia, muchos consideraban que Furry, en el fondo, era la tercera figura en el aparato de poder.
Veremos qué sucederá en lo adelante cuando haya que brindarle la bienvenida al General-Presidente.