
LA HABANA, Cuba. – Con una mezcla de zalamería y nostalgia, el canciller del oprobio, Bruno Rodríguez Parrilla, calificó de “legado” el acercamiento impulsado por la dupla Obama-Biden durante el mandato del expresidente demócrata. En su reciente arremetida contra Donald Trump, repitió que la administración republicana que ayer abandonó el poder no logró doblegar a los cubanos y calificó de ineficaces las 240 sanciones emitidas contra la Isla en los últimos cuatro años.
Tras su discurso, todos los medios de comunicación de alcance nacional se deshicieron en denuncias, más o menos triunfalistas, de los gastos provocados por el bloqueo mientras el magnate estuvo en la Casa Blanca. Nada menos que cinco mil millones de dólares en pérdidas causó el embargo por primera vez en sesenta años. Presumir que un golpe financiero de tal magnitud no surtió efecto ni doblegó a los cubanos es otra expresión del profundo cinismo que padecen los oligarcas socialistas del siglo XXI.
Con ese ataque lacrimógeno por parte del canciller, el régimen cerró la puerta al período más tormentoso que le tocó atravesar desde el desplome del campo socialista. Cautelosamente, pero sin disimular su esperanza, aguarda el pronunciamiento del nuevo presidente sobre Cuba.
El gobierno de Trump, al proponerse deshacer el legado Obama/Biden en política exterior, arremetió contra #Cuba con particular ensañamiento y con el respaldo de una feroz campaña de difamación.
240 medidas de hostilidad han fracasado en el intento de doblegar a los cubanos.
— Bruno Rodríguez P (@BrunoRguezP) January 19, 2021
Bruno Rodríguez, junto a cientos de miles de insulares que creen que el problema está en Washington D.C., respira aliviado tras la salida de Trump, porque si bien Joe Biden no la tendrá fácil para retomar en su totalidad la agenda de Obama, ha dejado claro su desacuerdo con las sanciones dictadas por su antecesor.
En algo aflojará el demócrata, aunque es difícil predecir cuáles alfileres dejará hincados en ciertos puntos neurálgicos y qué cuestiones considerará llevar a la mesa de diálogo. Para el régimen, cada minuto cuenta. Varios analistas prevén que a mediados de año el castrismo no tendrá liquidez, así que necesita avanzar cuanto antes en una estrategia que le permita tomar un respiro.
Se espera que Biden sea un interlocutor más abordable, a pesar de que el desplante de la dictadura a Barack Obama y el escaso avance de Cuba en materia de derechos humanos durante la etapa del deshielo hayan dejado una advertencia que la banca republicana no le permitirá desatender. Una parte de la oposición cubana confía en que el presidente número 46 sea más moderado que Trump y menos indulgente que Obama; un término medio entre dos visiones extremas que, pese a quien pese en ambos bandos, no contribuyeron a acercar más a Cuba a la democracia.
Será interesante conocer el enfoque de Biden, que durante un acto de campaña en la Florida declaró haber puesto freno a los “Putines” y “Maduros” del mundo; un eje del mal donde no parece incluir al dictador Raúl Castro, consentido en el pasado por senadores del Partido Demócrata.
Las interrogantes crecen mientras la nueva administración se apresta a resolver problemas internos muy urgentes, como frenar el incremento de fallecidos por el coronavirus y aliviar la crisis migratoria; a los que habría que sumarles una agenda internacional donde el regreso al Acuerdo de París sobre cambio climático constituye una prioridad.
Ante esos imperativos, Cuba es un inconveniente menor. No obstante, la dictadura ha comenzado a articular una retórica suave, en la que le recuerda a Biden que tiene la facultad de “rectificar” (no ya quitar) el embargo; del mismo modo que habla de “legado” cuando se refiere a la política de Obama hacia la Isla.
Esa concesión discursiva podría interpretarse como un coqueteo muy al estilo del castrismo, que suele alabar únicamente las obras y acciones de los caudillos de izquierda: Lula en Brasil, Correa en Ecuador, Evo en Bolivia o Maduro en Venezuela. Los mandatos de derecha, con Estados Unidos a la cabeza según la concepción heredada de Fidel Castro, solo dejan desastres.
Admitir que Obama y el entonces vicepresidente Biden acuñaron un “legado” al impulsar la política de acercamiento resulta casi tierno por parte del Ministro de Exteriores, quien, con semejante delicadeza, vuelve a alinear, en este minuto feliz, el discurso oficial con un tweet de Díaz-Canel publicado el 8 de noviembre de 2020 a raíz del resultado en los comicios estadounidenses, en el cual manifestó creer “en la posibilidad de una relación bilateral constructiva”.
Los cubanos que han seguido con atención el clima político entre ambos países, recordamos que aquellas sobrias muestras de apoyo al candidato demócrata fueron suplantadas de la noche al día por artículos ponzoñosos publicados en la prensa oficial, acusando a Biden de ser el mismo perro con diferente collar. Alguien, al parecer, encontró prematuras tales expresiones y ordenó descarrilar el vagón de la buena voluntad.
Nada de eso importa ante el hecho consumado de los demócratas volviendo a la Casa Blanca, con el Congreso bajo su dominio. Trump se ha ido y eso era todo lo que querían castristas, canelistas y oportunistas que comen de todos los pesebres sin sonrojarse. Con tantos vientos en contra, incluida la reincorporación de Cuba a la lista de países patrocinadores del terrorismo, la dictadura celebra la elección de Joe Biden y el casi seguro retorno a un legado que si hoy añora tan desesperadamente es porque cuatro años de Donald Trump le hicieron notar la diferencia.
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