LA HABANA, Cuba. – El 9 de octubre a las 9:00 de la mañana Alberto Zumeta Díaz, “Bebo”, salió de su casa y aún no ha regresado. Como todos los días, el anciano de 81 años recorrió los 500 metros hasta el mercadito donde pretendía comprar el aguacate y la piña que le encargara su nieto.
“Él llegó hasta el kiosco y preguntó si había aguacate”, dijo a CubaNet Anay Zumeta, la hija de Bebo. “Johana, la vendedora del mercadito habló con él. Me dijo que como no había aguacate, siguió”.
Esa fue la última huella que el anciano dejó en el reparto Lutgardita del municipio Boyeros, una localidad ubicada a unos 20 kilómetros de La Habana.
Cuando desapareció, Bebo vestía pantalón azul oscuro, pulóver amarillo y chancletas; en la mano llevaba una jaba confeccionada con saco de nailon. Antes de tomar rumbo desconocido, el anciano conversó con su hija sobre el desayuno del nieto y las tareas que él mismo realizaría ese día.
“Cuando salió de la casa estaba orientado. Se puso el nasobuco antes de salir, me dijo que regresaba rápido y salió rumbo a la calzada”, recuerda su hija.
Era una mañana soleada. Bebo caminaba por la calzada en dirección al mercadito cuando fue visto sorteando las irregularidades de la acera. Angélica Beatriz, una vecina de la localidad, asegura que el anciano iba “orientado” durante el trayecto.
“Yo venía en el rutero y lo vi; bajó la acera para evitar algún hueco, miró si venían carros, y luego volvió a subir la acera rumbo al kiosco”.
Reportado como desaparecido
La desaparición de una persona está regulada por la legislación civil cubana bajo la declaración judicial de ausencia o la presunción de la muerte. Ninguno de los procesos tiene por objetivo la investigación o el esclarecimiento de las circunstancias de la desaparición, salvo en los casos relacionados con bienes o derechos.
Desde el mediodía hasta la madrugada del día 10, la familia de Bebo rastreó todos los lugares de la localidad donde pudo haber llegado el anciano. Sin éxito, Zumeta se dirigió a la Estación de Policía de Santiago de las Vegas, donde realizó la denuncia formal de la desaparición.
“Formulamos la denuncia y ofrecimos todos los datos (…). A partir de ese momento los familiares y amigos nos movilizamos. Hemos buscado en todos los municipios de La Habana, en las provincias como Artemisa y Mayabeque; hemos pegado el anuncio en todos los lugares, y logramos divulgarlo en una ocasión por el Canal Habana”.
La familia indagó en los hospitales de la capital, en los centros de aislamiento de casos sospechosos de la COVID-19, y en el Hospital Miguel Henríquez, donde se realizan las pruebas de PCR a las personas deambulantes. Hasta el momento, el nombre de Alberto Zumeta Díaz no aparece registrado en ningún centro de salud.
De la incompetencia a la inercia policial
Desde que se produjera la desaparición, el universo de la familia Zumeta se concentra en la esperanza de un aviso; todos en casa esperan una llamada que anuncie el hallazgo.
Casi una semana después del incidente, Anay Zumeta recibió la llamada de una persona que aseguró viajaba en el ómnibus de la ruta 450 con “el señor de la foto”.
“Salimos para la parada a buscarlo, pero no era él”, dice Zumeta. “Conversé con el chofer de la guagua para saber qué harían con la persona. Me aseguraron que lo entregarían a las autoridades. A la mañana siguiente recibí una llamada de la Estación de Policía de Zapata y C (Vedado); me informaban que tenían a Alberto Zumeta Díaz”.
Cuando la familia llegó a la estación policial le presentaron al mismo deambulante de la ruta 450.
“Cuando vuelvo a ver al señor (…) tenía sangre en el pulóver y puntos dados en la ceja. (…) Cuando le advierto a la Policía que ese no era mi papá, porfiaron”.
Hasta la llegada de Zumeta, la Policía no identificó al deambulante que llevaba cuatro horas retenido. Según explicaron, la mayoría de “esos casos dicen un nombre falso”.
La historia del señor de la ruta 450, sumada a la indiferencia de la Policía local, demuestra el desinterés de las autoridades en los casos de ancianos desaparecidos. A los 13 días de formulada la denuncia, la Policía de Santiago de las Vegas permanecía inmóvil.
“No se concibe que después de dos semanas no se haya investigado nada”, señala Zumeta, y añade que solo a través de incesantes gestiones personales logró iniciar la investigación sobre la desaparición de su papá. La abogada consiguió una cita con el Jefe Nacional del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) para personas desaparecidas.
La búsqueda realizada por el oficial se basa en los protocolos aplicables a la desaparición de una persona presuntamente vinculada a un hecho delictivo. En el sistema legislativo cubano no existen mecanismos que garanticen la búsqueda de una persona desorientada, o normas específicas que regulen la desaparición de un ser humano.
“Quien haga la denuncia de un familiar desaparecido y lo deje en manos de la Policía, no obtendrá ningún resultado. Aparecerá el día que alguien lo encuentre (…). Yo he tenido resultados positivos con la Policía por las gestiones, pero todo el mundo no tiene las mismas posibilidades de llegar a esos niveles para hacer efectiva la búsqueda de un familiar”.
Las posibles causas de la desaparición
Alrededor de 130.000 personas en Cuba padecen Alzheimer, enfermedad incurable que degrada la memoria, pero Bebo no tenía síntomas visibles de ese mal. Además de hacer los mandados de la casa, el anciano llevaba las cuentas del mercado y realizaba actividades físicas sin dificultad.
“La pérdida de la orientación que pudo haber provocado un cuadro disociativo agudo en la mente del anciano no debe prolongarse tantos días”, explicó a CubaNet una psiquiatra relacionada con el caso, que pidió comentar bajo anonimato.
Las características de la disociación mental limitan el avance de la persona y se hacen perceptibles para los demás. Según la especialista consultada, una persona disociada puede correr otra suerte, algo en lo que también coincide Zumeta, quien teme que su padre haya sido víctima de algún tipo de ajuste de cuentas en su contra.
“Yo soy abogada hace 30 años, esa es una función social que no siempre la gente entiende (…). Eso puede provocar represalias en mi contra”, explicó a CubaNet.
Con el paso de los días aumentan las incógnitas sobre el paradero de Alberto Zumeta. Casos como el de Bebo revelan la ausencia de un mecanismo legislativo, que obligue al Estado a cumplir un protocolo de búsqueda específico en relación con las personas desaparecidas de la tercera edad, lamentablemente desamparadas.
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