MIAMI, Estados Unidos.- Facebook parece ser el más accesible medio social para los cubanos de la isla, por lo cual se ha vuelto una suerte de país imaginario entre aquellos que se desempeñan en el ámbito de la cultura.
Cada día, artistas, escritores e intelectuales vinculados a la plataforma suben sus publicaciones, que pueden ser intrascendentes o comprometidos contra las numerosas injusticias que sufren los cautivos de la dictadura cubana.
El socialismo tiene que ver mucho con la ausencia de opciones. Estas personas creativas, en esencia, están sujetas, no obstante, a estrictas rutinas a veces agotadoras por pedestres.
Durante la rebelión del pasado 11 de julio, en la isla imaginaria de Facebook salieron a la palestra con renovada pasión artistas que en muchas ocasiones han puesto en riesgo su obra y su propia vida, exigiendo los más elementales derechos humanos.
Algunos, al ver los desbordamientos populares espontáneos, consideraron que era necesario participar a como diera lugar, y luego los hechos o las declaraciones que emanaban de tales riesgos eran compartidos en la plataforma social para tratar de movilizar ideas y acciones que, en el plano real, enseguida comenzaron a ser duramente reprimidas.
En el universo virtual, sin embargo, el ímpetu de rebeldía se va disipando, es insostenible en el caso cubano porque hay muchos asuntos de supervivencia cotidiana que deben ser atendidos para sobrevivir el día a día, entre los cuales figura la rigurosa vigilancia del régimen.
La dictadura confía en tal agotamiento y los nombres de artistas que llevan más de dos meses presos, como Hamlet Lavastida, Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Osorbo, han sido sustituidos por frivolidades propias de personas que viven en democracia, donde los asuntos de la política suelen ser ignorados, sin mayores consecuencias.
El país imaginario que manifiesta Facebook, sin embargo, nos permite acercarnos a las tribulaciones de la nación real que es Cuba. Es allí donde nos enteramos del aumento de masturbadores en diversos sitios de La Habana y de la indiferencia de transeúntes ante las quejas de una mujer agraviada por los exhibicionistas.
También de una joven que es vejada hasta extremos inauditos cuando se ve rodeada de enfermeros encanallados que hablan de “carne” y “carniceros”, pocos minutos antes de ser sometida a un legrado, sin la más mínima consideración humana.
A veces leo lo que dicen amigos y conocidos procedentes de Cuba, con los cuales he departido en Miami cuando las visitas eran más frecuentes, y no me parecen la misma persona.
Los embarga un exceso de cautela, rayana en el miedo, y todavía quieren convencernos de que la dictadura cubana sería más tolerante y llevadera si no la acosaran tanto sus enemigos. Les pertenece como una réplica automática para cada comentario que estimen lesivo al castrismo. Si mencionas a las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), te responden que Valeriano Weyler inventó los campos de reconcentración, en el siglo XIX.
En la Cuba virtual de Facebook, un director de cine hace mofa de la tensa situación producida por la rebelión del mes de julio y luego se tiñe de luto cuando la pandemia empieza a diezmar a sus allegados.
Hay otros foristas que la emprenden contra la novela de turno por un giro o manipulación inconcebible en su argumento, critican a los directivos de la televisión que siempre han hecho posible estas chapucerías en nombre de la pureza ideológica, y no reciben la más mínima satisfacción pública por su inútil pataleta.
A veces les da más resultado a estos críticos divulgar sus artes culinarias y esperar elogios de los coterráneos que no encuentran los ingredientes para repetir las recetas.
Está la directora de cine que siguió, minuciosamente, los éxitos de la isla durante las Olimpiadas recientes y argumentaba, en textos tramitados, el origen humilde de los deportistas, la importancia del “Patria o Muerte” emitido por uno de los mismos, y todo lo que le deben a la “revolución”, sin la cual no hubieran alcanzado sus medallas.
Pero en la Cuba imaginaria de Facebook hay hechos extraordinarios como el del director de cine que ha llamado “asesino” a Díaz-Canel, en varias ocasiones, y sabemos de la accidentada realización, así como de los éxitos del filme “Corazón azul”, tal vez el más postergado en la historia de la censura nacional.
Es verdad que cada día se lee menos en el feed de la Cuba virtual ¡Libertad para Lavastida!, quien ahora parece haber agregado COVID-19 a su ordalía personal.
Pero habrá que esperar al próximo alzamiento, tanto del pueblo como de la parte de su intelectualidad solidaria, para que la indiferencia política de los cubanos se haga añicos ante la necesidad perentoria de libertad.
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