GUANTÁNAMO, Cuba. ─ Este 28 de abril se cumplen 100 años de la proclamación del cubano José Raúl Capablanca como campeón mundial de ajedrez, único hispanoamericano que hasta ahora ha logrado esa hazaña.
Lo significativo no fue solo haber logrado ese triunfo, sino que sus consideraciones teóricas y, sobre todo, sus extraordinarias partidas lo mantienen como un referente insoslayable dentro del juego ciencia.
En el libro Fundamentos del Ajedrez ─de su autoría─, publicado por Ediciones Deportivas del Instituto Cubano del Libro en 1970 y del cual he tomado información para la redacción de este artículo, se asegura que Capablanca “fue el rey de la lógica, la claridad y la sencillez como artista del tablero, además de un pedagogo notable”.
Después de su muerte, ocurrida el 8 de marzo de 1942 en Nueva York, uno de sus más enconados rivales, el Dr. Alexander Alekhine, expresó; “Capablanca ha sido el genio ajedrecístico más grande que el mundo ha conocido. Jamás surgirá un jugador como él”.
El choque entre ambos genios del ajedrez ─según opiniones de Anatoli Kárpov y Guik Evgeny en su libro Mosaico Ajedrecístico, publicado por la editorial Raduga (Moscú) en 1977─ se consideraba hasta entonces el acontecimiento más extraordinario de la historia del juego ciencia.
Los inicios del genio
José Raúl Capablanca nació en La Habana el 19 de noviembre de 1888. Aprendió a jugar ajedrez viendo a su padre, al que derrotó cuando apenas tenía cuatro años. Ya en 1900 confirmó su talento como jugador al derrotar al maestro Juan Corzo Príncipe y convertirse en campeón de Cuba con solo 12 años de edad.
Finalizó sus estudios secundarios en 1904 e ingresó en la Universidad de Columbia, donde alcanzó notoriedad por sus triunfos ajedrecísticos pues, sin abandonar sus estudios de ingeniería, visitaba asiduamente el Club de Ajedrez ‘Manhattan”.
Fue en ese club que participó en un “torneo relámpago” al cual asistió el Dr. Enmanuel Lasker, entonces campeón mundial. Cada jugador contaba con 20 segundos para hacer una movida. Capablanca fue eliminando a sus rivales hasta enfrentar al campeón mundial, al que derrotó. Este estrechó su mano y le dijo: “Es notable, joven, usted no ha cometido errores”.
Primeras apariciones en torneos importantes
El primer match internacional Capablanca lo sostuvo contra el maestro norteamericano Eugenio Delmar, a quien le dio ventaja de salida y le ganó todas las partidas.
Desde finales de 1908 ─con solo 20 años de edad─ y hasta principios de 1909 realizó una extensa gira por EE.UU. causando sensación. En ese recorrido ofreció sesiones de simultáneas en las que realizó 734 partidas y ganó 703 (95,77%), hizo tablas en 19 (2,58%) y perdió solo 12 (1,63%).
La fama alcanzada en ese periplo le permitió medirse en 1909 con el campeón norteamericano y gran maestro internacional Frank J. Marshall, famoso por sus ataques y por haberse impuesto en torneos tan importantes como los de Nuremberg, Cambridge Spring y Dusseldorf. Ese encuentro, pactado a 23 partidas, fue ganado por Capablanca con ocho triunfos, 14 tablas y una sola derrota. Esa fue la victoria que le abrió las puertas de los principales torneos en Europa.
Nacimiento de la leyenda
Así fue como Capablanca recibió una invitación para participar en el famoso torneo de San Sebastián en el que participaron los mejores jugadores del momento, excepto Lasker.
El favorito para ganar el torneo era el maestro polaco Akiba Rubinstein, a quienes los expertos consideraban el futuro campeón del mundo.
Capablanca tenía entonces 22 años y ocupó el primer puesto del torneo con 9,5 puntos de 13 posibles. Recibió además el premio a la brillantez por la partida que ganó a Bernstein, uno de los jugadores que se había opuesto a la participación del cubano aduciendo que no había mostrado fuerza para asistir a un torneo de ese nivel.
Al conocerse el resultado del torneo el Dr. Enmanuel Lasker expreso: “Capablanca es una gran adquisición para el ajedrez”.
A partir de ese momento se convirtió en un ídolo mundial. Las principales ciudades de Europa lo invitaban a que participara en torneos y ofreciera simultáneas. En ese lapso hizo un periplo por Inglaterra, Holanda, Austria y Alemania. Jugó un total de 297 partidas de las cuales ganó 242 (81,48%), entabló 30 (10,10%) y perdió 25 (8,41%).
Posteriormente viajó por Europa, EE.UU., Cuba y Argentina, impactando a todos por la brillantez y agudeza de su juego y siendo calificado como “la máquina de jugar ajedrez” debido a que casi nunca perdía.
Encontrándose en Viena lanzó un reto al Dr. Lasker para disputar el campeonato mundial, pero este impuso condiciones inaceptables para el cubano.
Regresó a Cuba a principios de 1912 y desplegó una gran actividad ajedrecística que incluyó un match que ganó al Dr. Lasker.
La I Guerra Mundial impidió la realización de torneos de ajedrez, pero al terminar la contienda Capablanca ganó el torneo de Hastings y reclamó disputar el cetro mundial al Dr. Lasker, quien desde hacía varios años rehuía ese encuentro. Al fin, en abril de 1921, en La Habana, se enfrentaron y un día como hoy Capablanca se proclamó campeón mundial.
Ganó el match limpiamente con cuatro victorias y 10 tablas. Se considera que nadie ha jugado un match de ese nivel con la seguridad con que lo hizo Capablanca.
Después de obtener el título de campeón mundial compitió en el torneo de Westminster, en Londres, en 1922, donde alcanzó el primer lugar, invicto.
Aunque se señala que la relativa facilidad con que ganaba a sus rivales contribuyó a darle excesiva confianza y descuidar su preparación, Capablanca continuó brillando por muchos años dentro del mundo ajedrecístico.
Sus restos mortales se encuentran en el cementerio de Colón en La Habana, pero sus partidas ─reproducidas una y otra vez por los amantes del juego ciencia─ continúan deslumbrando por la originalidad y exactitud de los movimientos, algo que sólo logran quienes pertenecen a la inmortalidad.
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