LA HABANA, Cuba. – Aunque en las obras de José Martí hay constante referencia a la masonería y su pensamiento estuvo en sintonía con muchas de las ideas liberales promovidas por esta Orden, por más de un siglo su militancia masónica fue objeto de polémicas entre los historiadores debido fundamentalmente a que, según sostenían quienes la refutaban, no existía la evidencia que probara su filiación a esta Institución; otros le restaban importancia y la catalogaban, cuando más, como un simple “accidente” juvenil, “superado” y desechado como fútil a la vez que maduraba su pensamiento y obra.
Fermín Valdés Domínguez en su escrito titulado Ofrenda de hermano, asegura que él y Martí visitaban frecuentemente una logia masónica: “Las noches las dedicábamos –en Madrid y en días de tregua en el estudio– a los teatros o a la logia masónica, aquella logia Armonía que presidía el General Pierrad o el músico notable Max Marchal en la que Martí era el Orador, lugar donde –semanalmente– nos dábamos cita todos los cubanos jóvenes que estábamos en Madrid, y a donde iban también muchos notables literatos y periodistas notables”.
No obstante, los documentos que demostraban la filiación del Apóstol estuvieron desaparecidos, hasta que, en el año 2006, el historiador cubano Samuel Sánchez Gálvez, encontró en una logia de Cienfuegos –ciudad en la que nunca estuvo Martí– la prueba que por tantos años habían buscado: papeles firmados por el Apóstol que avalan su condición de masón.
Las evidencias fueron encontradas en la Logia Fernandina de Jagua, en el expediente masónico de Amelio de Luis y Vela de los Reyes. En dicho legajo se hallaba el diploma de Maestro Masón (MM) de Vela de los Reyes, firmado por José Martí en función de Secretario de la Logia Caballeros Cruzados No. 62, en el que especifica además el grado que poseía: Maestro Masón (3°).
Este elemento indica que, antes de militar en Armonía, Martí estuvo afiliado a la Logia Caballeros Cruzados No. 62, por lo que se supone que se inició en ella entre febrero y julio de 1871.
Vela de los Reyes era un español que había sido deportado por respaldar al movimiento independentista cubano; luego de la Guerra de los Diez Años regresa a Cuba y se establece nuevamente en la ciudad de Cienfuegos –hasta su fallecimiento– donde se asocia a la Logia Fernandina de Jagua. También es referido por Fermín Valdés Domínguez en mismo artículo (Ofrenda de hermano), en el que relata: “Era la logia, templo de amor y de caridad. Ella auxilió –más de una vez– a los cubanos presidiarios de Ceuta, y así como atendía a las necesidades de los pobres de cualquier país, seguía al cubano al hospital o a su casa. Aquella logia fundó un colegio para niños pobres, del que era director y único maestro nuestro compañero de deportación –por infidencia– el español Don Amelio de Luis y Vela de los Reyes. Visitaban muchos hermanos de noche, aquella escuela. Martí y yo lo hacíamos con frecuencia; dirigíamos algunas frases a los niños, y les dejábamos algunos dulces o libros”.
Entre los documentos encontrados por Gálvez también se hallaba una carta dirigida a Vela de los Reyes, informándole de su elección, el 18 de mayo de 1871, como Primer Vigilante de la logia, fecha esta en la que debieron ser electos todos los puestos de la logia. En la misiva, expedida el primero de julio de 1871, Martí, en función de Secretario, firma con el nombre simbólico de Anahuac (3º); seudónimo que posteriormente también adoptaría en sus actividades revolucionarias. Por todos estos datos, es de suponer además que Martí, en menos de tres meses –pues había llegado a España en febrero de 1871– ya ostentaba el grado de MM y un alto cargo en la logia, lo cual era común en la época en cuestión.
Posteriormente, al afiliarse a la Logia Armonía No. 52, sería nombrado Orador de la misma, cargo superior al de Secretario.
Ideario masónicamente martiano
Sin duda, muchos de los principios que proyectaba y defendía el Maestro encontraban su asiento en la masonería: sentido del honor y del deber, el amor a la patria, a la familia y a la humanidad, la igualdad, la solidaridad, la fraternidad, la libertad, la búsqueda del mejoramiento humano, la educación…; no en vano declaró: “La libertad es la religión definitiva”; “Hacer el bien es un deber sencillo, que la beneficencia ostenta y alardea, pero que la caridad cumple en silencio”; “El bien que en una parte se siembra, es semilla que en todas partes fructifica”; y “La masonería no es más que una forma activa del pensamiento liberal”.
Por otro lado, la formación del Apóstol, sobre todo en el Colegio San Pablo –constituido en 1867 por Rafael María de Mendive– estuvo asociada a un conocimiento ético, laico, científico, intelectual y filosófico, defendido por los más ilustres pensadores de la época.
La mayoría de los profesores de esta institución académica fueron, al igual que Mendive, eminentes figuras de la masonería y de la intelectualidad cubana, que poseían un vínculo, a su vez, con las ideas patrióticas y liberales del Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOCA), cuerpo masónico en el que se gestó la Guerra de los Diez Años. Entre ellos destacan: Joaquín Fabián Aenlle y Monjiotti, científico y pedagogo quien había sido, después de Vicente Antonio de Castro, la segunda persona de importancia en el GOCA; Claudio Justo Vermay, fundador de las escuelas sostenidas por la masonería, profesor del Colegio El Salvador y de la Universidad de La Habana, y quien posteriormente sería miembro del Supremo Consejo del Grado 33 del Rito Escocés de Cuba; otros de los que integraron este claustro en momentos determinados fueron Antonio Zambrana, quien participó en la elaboración de la Constitución de Guáimaro, y Antonio Govín, quien llegaría a ser el primer Gran Maestro de la Gran Logia Unida de Colón e Isla de Cuba (1877-1890).
El Colegio San Pablo es clausurado y Rafael María de Mendive es apresado, por ser su casa –donde también radicada el colegio– considerada centro de veladas patrióticas y liberales. La influencia ejercida por su colegio, unido a la vinculación de la Institución de la Escuadra y el Compás con la guerra de independencia cubana, hacía de la masonería –ante los ojos del Apóstol– una organización prestigiosa y afín a sus ideales, por lo que se iniciaría más tarde en ella durante su expatriación en España. No obstante, en sus años de maduración política, comprendería el Maestro –quizás con desilusión– las constantes contradicciones y posturas, mayormente conservadoras, dentro de la Orden masónica, por lo que no siempre se prestaba para la praxis revolucionaria.
En el Periódico Patria, órgano oficial del Partido Revolucionario Cubano (PRC), Martí aludiría a la masonería en varias ocasiones. Una de ellas fue luego de la muerte del patriota camagüeyano Salvador Cisneros, en 2 de octubre de 1894, cuando hace referencia al aporte de la Fraternidad a la defensa de la patria, y deja implícita una crítica a la masonería pro hispánica en la Cuba de entonces: “Creyó en aquella primera masonería de Cuba, de hijos de muérdago inmortal, jurados a extinguir la servidumbre, ajena o propia, de la faz –y de las entrañas– de la tierra: que importa poco que las cosas se quiten de la faz, si siguen en las entrañas”.
Comparando el ideario martiano con la Fraternidad masónica, el ilustre masón, Miguel Ángel Valdés, señalaría años más tarde: “Los tres principios masónicos que simbolizan Minerva, Hércules y Venus, ¿dónde mejor que en la luminosa existencia que estudiamos pueden verse? Sabiduría fue la aspiración siempre de esa existencia; Fuerza de voluntad y de espíritu lo animaron en todo momento a luchar por sus ideales, sin desmayar nunca, y la Belleza –artística y moral– fue compañera inseparable de su vida, de sus actos, de sus obras, de sus pensamientos, de sus discursos, de sus artículos, de sus versos, y la amó tanto que en ocasión de no tener más que unos centavos en el bolsillo, en vez de emplearlos en comestibles adquirió un jarrón porque le sedujo su hermosura”.
En la Revista Universal, de la ciudad de México, el Apóstol publica una descripción de una fiesta masónica celebrada el 21 de marzo de 1876 en la Logia Toltecas, ya que mantenía una estrecha relación con la masonería mexicana. En el Masonic Temple, de New York, ofreció también varios discursos conmemorativos del 10 de octubre, así como visitó algunas logias en La Florida.
Al llegar Martí a Guatemala es recibido por tres de los masones que habían militado en la Logia Buena Fe, de Manzanillo ‒de la que fue su Venerable Maestro Carlos Manuel de Céspedes‒: José Joaquín Palma, autor del Himno Nacional de Guatemala, Manuel José Izaguirre Izaguirre y José María Izaguirre Izaguirre, quien era el Director de la Escuela Normal de ese país y acoge al Apóstol como un maestro más de su claustro, a cargo de los cursos de Literatura y Ejercicios de Composición.
De igual manera, durante su estancia en Venezuela se reúne con los clubes masónicos de Punta Cabello e imparte clases de Literatura en el Colegio Villegas, del masón Guillermo Tell Villegas. Asimismo, al visitar en noviembre de 1894 al Generalísimo Máximo Gómez en Santo Domingo, este lo invita a la Logia Quisquella No. 15.
Para el historiador Alejandro Torres Rivera, “no existe una sola contradicción fundamental entre los valores masónicos impulsados por la masonería patriótica de la cual formó parte Martí y tantos otros, y las ideas sobre las cuales se estructuró su pensamiento político, humanista y universal”. Esta asombrosa influencia de la masonería en su pensamiento y labor permite, a su vez, comprender el ideal revolucionario de este célebre personaje de la historia de Cuba; concepciones que lo llevan a conspirar e iniciar la guerra que él llamó Necesaria.
(Primera parte del reportaje investigativo de Camila Acosta. Puede ver la segunda parte aquí)
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