WEST PALM BEACH, Estados Unidos.- Las adversidades no parecen tener fin para el lúgubre panorama de los herederos políticos del tardocastrismo. Todo parece conspirar contra el confuso desempeño del recién estrenado presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, incluida la madre naturaleza que en días pasados ha estado castigando con torrenciales aguaceros la ya de por sí sufrida Isla, ahondando con sus secuelas el sumidero económico del país.
Según los esquemáticos informes oficiales, los territorios que sufrieron el embate de las fuertes precipitaciones abarcan a las provincias comprendidas desde Pinar del Río (extremo occidental de Cuba) hasta Ciego de Ávila (región central), en las cuales “los principales perjuicios estuvieron en la agricultura, los viales y la vivienda”, aunque ya “se avanza en el proceso de recuperación”.
El frío bosquejo, sin embargo, traslapa convenientemente el drama de las familias cubanas que han perdido sus hogares y sus pocos bienes, cuya miseria se viene a sumar a la de los innumerables afectados por otros eventos meteorológicos que en años recientes han asolado la Isla, cuyos reclamos distan mucho de estar resueltos.
Durante el enjundioso análisis de nuestros preclaros dirigentes reunidos el pasado lunes 11 de junio, se insistió en que la mayor afectación “se mantenía en el municipio de Ciénaga de Zapata, fundamentalmente en Cayo Ramona, donde 205 casas seguían inundadas, pues el nivel del agua baja con mucha lentitud”. Por esta razón, señalaron, permanecen evacuadas en el lugar “más de 3 000 personas y no habían podido recomenzar las clases 219 estudiantes”.
Tan difícil situación provocó una brillante revelación por parte del muy sagaz presidente cubano, quien “indicó realizar un estudio detallado del terreno y las causas que han provocado que más de 15 días después de que las lluvias cesaran continúe ese territorio anegado”.
Obviamente, ningún otro sesudo de los allí reunidos tuvo a bien apuntarle al Presidente que no tendría sentido emplear tiempo y recursos en semejante “estudio” puesto que Cayo Ramona está suficientemente cartografiado en los mapas, donde se muestra como un terreno ligeramente sobresaliente en medio de uno de los mayores humedales de esta región geográfica llamada Caribe, caracterizado –además– por la presencia de abundantes manantiales u “ojos de agua”, lo cual provoca que se ralentice más aún el escurrido del suelo cuando se inundan sus islotes.
Por otra parte, ¿qué propondrían los especialistas, entonces? ¿Desecar la ciénaga? Tampoco sería una novedad. Ya en los años 60 y 70 del pasado siglo su majestad Castro I estuvo acariciando esa idea, cuando soñó convertir el enorme pantano en la mayor productora de arroz del Hemisferio, proyecto que desechó quizás cuando también en una de sus muchas epifanías entrevió la creación del mayor criadero de cocodrilos del mundo… “Plan Cocodrilo”, le llamó, aunque en realidad fue tan efímera aquella alucinación que ni siquiera tuvo suficiente divulgación de prensa. O tal vez tuvo un plan que incluía criar cocodrilos en los arrozales, que nunca sabremos con exactitud cuántas alucinaciones pasaron por aquel arcano cerebro.
Pero en realidad, este aluvión de “Consejos de Ministros” y análisis de la situación nacional entre altos dirigentes no solo reafirman que de lo que se trata es de seguir deliberadamente la estrategia tradicional del gobierno cubano, cuyos personeros de la llamada generación histórica siguen arrojando su funesta sombra, que consiste en celebrar cientos de reuniones de las que derivan “comisiones” y “estudios detallados” con el único propósito de alargar en el tiempo las soluciones de los problemas hasta que, finalmente, la gente se resigna a convivir con ellos; sino que también evidencia la incertidumbre de un gobierno atado de pies y manos a una ideología que ya no resulta útil ni siquiera para el Poder.
Los tiempos actuales, marcados por las crisis sociopolíticas y económicas de los gobiernos aliados de Latinoamérica, el retroceso de las izquierdas, la epidemia de corrupción generalizada –en Cuba y en el resto de la Región– el colapso de la economía cubana, el fracaso del “modelo” socialista, la desesperanza nacional y un infinito etcétera que incentiva el descontento social y la sensación de fatalidad de un pueblo sumido en el desaliento, constituyen el mayor reto para una dictadura fatigada que busca perpetuarse a despecho de una realidad que la supera.
Es por eso que ni las falsas elecciones, ni la “juventud” del sustituto continuista, ni los inservibles Lineamientos ni la proyectada nueva Constitución lastrada por los mismos viejos preceptos que condujeron al naufragio “revolucionario” lograrán frenar la inevitabilidad de los cambios. Porque si algo es verdaderamente irreversible en la Cuba de hoy, es el fracaso del castrismo.
Nota: La periodista Miriam Celaya, residente en Cuba, se encuentra de visita en Estados Unidos.