LA HABANA, Cuba – Hace unos meses, un pastor norteamericano que fue a predicar en una Iglesia Evangélica del Vedado, antes de referirse a las tribulaciones sufridas por la Iglesia primitiva de Macedonia miles de años atrás, dijo jocosamente a los creyentes cubanos allí reunidos: “Estoy mirando desde aquí los pies de ustedes, y por eso sé que estoy en Cuba”.
Tenía razón el predicador. El calzado –mayoritariamente de fabricación china– que se comercializa hoy en las tiendas recaudadoras de divisas es de pésima calidad y con altísimos precios de venta. Son zapatos que, después de usarlos un par de veces, se quiebran, se despellejan, y se despegan con facilidad.
Lo que desconocía este joven pastor es que antes de 1959 la isla de Cuba contaba con un vasto desarrollo tecnológico del calzado que traspasaba las fronteras nacionales. Las marcas Bulnes, Ingelmo, Valle, y Amadeo, contaban con un conjunto de actividades de diseño, fabricación, distribución, comercialización, así como prestigio en muchas partes del mundo.
¿Adónde ha ido a parar entonces la industria cubana del calzado? Cubanet salió a investigar e hizo un recorrido por el municipio Cerro, donde estaban enclavadas estas reconocidas marcas.
Amadeo, en Mariano 460, entre Lombillo y La Rosa, actualmente está destartalada y sólo produce botas. La Valle, que estaba ubicada en Santo Tomás 277, entre Arzobispo y Tulipán, es desde hace rato un almacén de polvo. La marca Bulnes, en la Calzada del Cerro esquina a Patria, otrora fábrica de todo tipo de zapatos construida por el español Benigno Herrero Bulnes, fue nacionalizada por los hermanos Castro, se mantuvo funcionando hasta los años 70 y luego devino en ruinas por un largo período hasta que el Estado construyó una Sala de Cine 3D, al lado de un anterior timbiriche de venta de alimentos y bebidas.
Sobre “C. Ingelmo y Hermanos”, fundada por Cristóbal Ingelmo García, natural de Salamanca, España, es importante subrayar que dicha firma familiar se catalogó en su época como la más importante entre las 185 fábricas de calzado de hombre. Ingelmo empezó con un tallercito, y a los pocos años construyó una imponente fábrica de varias plantas, situada en Pedroso y Nueva. Hace más de cuarenta años allí funciona la empresa de instrumentos musicales “Fernando Ortiz”, específicamente productora de maracas y tambores.
Este reportero conversó con una fuente que quiso permanecer en el anonimato, pero con un largo historial como directivo dentro de la industria del calzado hasta su jubilación. Él asegura que en 1990 Cuba producía alrededor de veintitrés millones de pares de zapatos de todo tipo, pero que a partir del Período Especial comenzaría el deterioro y la descapitalización de esta industria.
Para argumentar su explicación explica: “Durante esta etapa de rápida depauperación económica la fábrica Nguyen Van Troi, en Vía Blanca y Monumental, cuyo edificio, organización, e infraestructura fue proyectada e instalada por técnicos checos de la firma SVIT (Bata), fue totalmente desactivada, convertida en una pocilga de chatarra y ratones. Por otro lado, la Amador Blanco Peña, de Loma y Tulipán –creada a principios de la década del 70, a iniciativa de Fidel Castro, con la maquinaria incautada a las fábricas de Ingelmo y de Valle–, dejó definitivamente de funcionar en el 2014, siendo reacondicionada la inmensa nave por la Oficina Nacional de Diseño Industrial, que se estableció allí.
“También desapareció la fábrica de Managua, en la calle Independencia, entre Campamento y Arencibia, encargada de confeccionar botas militares atornilladas, tan pesadas y poco prácticas que los propios soldados les arrancaban las suelas. En su lugar se puso un policlínico. Igual destino corrió la Empresa de Calzado Plástico, creada por Celia Sánchez en Ermita y San Pedro, donde desde 1990 están las oficinas del grupo empresarial Combell, y hay otras en la calle Empedrado, cuya misión principal es impulsar dinámicamente la ‘producción socialista’ de un calzado cómodo y bello, cosa que evidentemente jamás han logrado”, considera el entrevistado.
De lo poco que queda de producción de calzado en el país se puede mencionar, entre otras, la Botana, al sur de Villa Clara, y la Venus en Guanabacoa, en la capital. Y entre los productores privados destaca el Proyecto Guazú, en Santa Clara, que produce un calzado hecho a mano, de vestir y de trabajo, guantes, petos y fajas.
Mientras algunas empresas internacionales hacen estudios independientes sobre la influencia del calzado en la imagen personal, donde advierten que el 85% de las mujeres admiten valorar a sus compañeros, jefes y clientes según la ropa y el calzado que llevan, se puede decir que en la Cuba del siglo XXI, gracias a los artesanos fundamentalmente, y al viejo oficio de zapatero remendón, gran parte de ciudadanía resuelve el cómo calzarse los pies por más tiempo. En fin, sin el ingenio de estos cuentapropistas no se hubiera podido evitar que la población de Cuba caminara descalza por los campos y ciudades, bajo este sol tropical que raja las piedras.