LAS TUNAS, Cuba. — Miles de hectáreas de bosques naturales o de plantación, que son hábitat de vida silvestre, entre ellas de no pocas especies en peligro de extinción —o ya con poblaciones escasas y por consiguiente muy vulnerables—, cada año son dañadas o destruidas en todo el mundo por incendios forestales. Las causas son, por lo general, la negligencia ciudadana, ya sean operadores o visitantes lícitos, o furtivos, del medio silvícola o su entorno; pero, sobre todo, la propagación de esos incendios debido a la omisión criminal de los Estados, que no ejecutan las medidas preventivas destinadas a minimizar dichos siniestros.
Esa situación es particularmente perjudicial en Cuba, por tratarse de una nación insular gravemente deforestada. Durante varios días hemos visto arder miles de hectáreas de bosques y matorrales en la provincia de Holguín, en un incendio de grandes proporciones que amenazó extenderse hasta áreas forestales de Santiago de Cuba. Para extinguirlo, se precisó del esfuerzo de los dispositivos especializados, pero también de miles de apagafuegos improvisados, incluso, de cientos de efectivos de las Fuerzas Armadas con medios aéreos. Nada de eso impidió, en definitiva, los enormes daños causados a la flora y fauna; en algunos casos irreparables, o de reparación costosísima y a muy largo plazo.
Un incendio en un bosque puede originarse por una pequeñez, como puede ser lanzar mecánica, pero negligentemente, la colilla de un cigarro entre los árboles. Sin embargo, no ocurre lo mismo con las medidas destinadas a la prevención de los incendios en los montes. Técnicamente está demostrado que si las labores de extinción de un fuego en un bosque con acumulación de material combustible comienzan después de los veinte minutos de iniciado el siniestro, esa candela se convertirá en un incendio forestal de grandes proporciones.
Digo “un fuego en un bosque con acumulación de material combustible”, porque eso fue lo que mostraron las imágenes oficiales del gran incendio forestal en Holguín: soldados y civiles chapeando hierba pajona entre los árboles, tratando inútilmente de contener un fuego ardiendo como en la pólvora.
¿Por qué, en lugar de la movilización para apagar el incendio, el Partido Comunista de Cuba (PCC), que lo dirige todo, no hizo antes un gran despliegue para dar las debidas e imprescindibles atenciones silviculturales a esas áreas ahora quemadas?
Según denominaciones de la Agencia de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la prevención de los incendios forestales incluye todas las actividades dirigidas a minimizar la incidencia de los fuegos destructivos. En el caso de Cuba, según el artículo 60 de la Ley No. 85 (Ley Forestal), el sistema de protección contra incendios forestales comprende las actividades de prevención, control y extinción, así como la investigación y capacitación en estas materias, que son reguladas mediante un programa nacional, elaborado por el Ministerio de la Agricultura, el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y el Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil; documento rector que es aprobado por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros.
En cualquier lugar del mundo la mayoría de los incendios forestales se producen por la acción negligente de las personas, lo que no siempre se puede evitar. Sin embargo, es posible ejecutar tareas que eviten su propagación. Siendo así, es útil preguntar: ¿Qué medidas en el terreno, no en papeles, están ejecutando los dirigentes del Estado cubano para evitar la propagación de los incendios en los bosques?
Antes se culpó y sancionó con severas penas de cárcel a la “contrarrevolución” por la “quema de cañaverales”; y a inicios del siglo XX se atribuyó la destrucción de los bosques al desarrollo de la industria azucarera, impulsada por el capital estadounidense. ¿A quién culpar ahora, en pleno siglo XXI, por los bosques quemados en Cuba y el abandono de los montes convertidos en herbazales, del mismo modo que fueron abandonados los cañaverales? Ya no tenemos azúcar. Al paso que vamos, pronto los bosques serán calveros.