LA HABANA, Cuba.- El principal obstáculo de los emprendedores cubanos es la angustia de remplazar el pensamiento propio de prosperidad por el esquema oficial, que no contribuye ni muestra resultados.
El actual desarrollo de la granja agroecológica impulsada en el Parque Nacional de Viñales por el Doctor en Ciencias Biológicas Ariel Ruiz Urquiola, demuestra con avances el valor de la iniciativa propia. Sin embargo, detrás del progreso se ocultan innumerables obstáculos, en su mayoría, agregados por el esquema diabólico del régimen que parece tener como objetivo frustrar el proyecto de la familia Ruiz Urquiola en la Sierra del Infierno.
Comprometida con el desarrollo de la biogranja, Omara Ruiz Urquiola comparte no solo lazos consanguíneos con Ariel. La profesora universitaria está unida a la suerte del biólogo en todo, incluso, por haber sido expulsada del sistema docente a causa de expresar pensamiento propio.
Recientemente recorrimos con Omara la hacienda que la familia trabaja en usufructo. El aroma en las parcelas de frutales nos reveló la energía con la que se trabaja la tierra, sobre todo, cuánto más se puede lograr sin los obstáculos agregados por la mano del hombre.
Inclinados por la singularidad de los conocidos mogotes pinareños, el suelo calizo cultivado en la hacienda comienza a presumir variedades de plátano, mango, mamey, frutabomba y guayaba, a las que se agregan la cosecha de varios tipos de cítricos, así como el rescate de frutas como el níspero, el caimito rojo o blanco, entre otras especies vegetales.
Caminar la granja, cautivados por sus logros, nos aplana la pendiente subida por los hermanos Ruiz Urquiola para impulsar el proyecto hasta el peldaño actual. Lo que ahora parece el jardín del Edén, fue por mucho tiempo un área infértil en la Sierra del Infierno.
Omara recuerda que desde el propio asentamiento de la familia en la localidad las siembras sufrieron la invasión de puercos que algunos lugareños crían silvestres.
Recordemos que la denuncia pública realizada por Ariel sobre la invasión de cerdos a su propiedad, desató una serie de agresiones contra la familia que culminaron en el encarcelamiento del científico.
“Aquí no había plantado nada”, relata Omara, mientras describe el uso que se le daba al suelo.
“Estas tierras se dedicaban a la cría incontrolada de puercos asilvestrados. Donde esos animales encuentran algo de comer, arrasan (…) Eso es lo que nos ha pasado con la caña y los semilleros de árboles frutales”.
Esta práctica no solo atenta contra la producción de la granja, también daña las especies vegetales del Parque Nacional de Viñales. Sin embargo, se mantiene como un mal sin perspectivas de solución, aupado por la colaborativa pasividad de las autoridades.
Café con aroma perseverante
El café robusta sembrado en la granja se cosecharía con éxito si “solo nos dejaran trabajar”, afirma Omara.
“Después de haber plantado el café nos prohibieron intervenir para sanear; este primer tiempo de la planta es el más importante. Eran mil posturas de café, muchas fallaron porque no nos dejaron entrar a la plantación para atenderlo”.
Cuando el café está a punto de ser cosechado, la delegación agrícola de la localidad se mantiene sin otorgar el permiso para la poda selectiva de ramas en los árboles que no representan importancia forestal. Esta actividad es necesaria para que el sol llegue hasta la plantación de café.
La perseverancia de los hermanos Ruiz Urquiola se robustece con los desafíos. En estos momentos luchan contra los molinos oficiales para plantar café caturra, una especie de mejor calidad.
“Pudiéramos estar en la fase de regar el semillero”, asegura Omara, pero agrega que en esta ocasión los obstáculos comenzaron temprano.
“Cuando fuimos a comprar a la agricultura las bolsas de polietileno para iniciar el semillero, la económica del lugar nos dijo que no se podían vender. Esto actúa contra el compromiso que tenemos con el Ministerio de la Agricultura sobre la plantación de café. Nos fustigan desde el principio para que no cumplamos las entregas. La parte estatal se ha dedicado a entorpecer nuestro trabajo. Esta es la forma en la que quieren expropiarnos el usufructo”.
El arroyo que pasa por el límite noreste de la finca corresponde en usufructo a los Ruiz Urquiola. La fuente acuífera es esencial para el desarrollo de las plantaciones de café y cacao, pero el terreno se encuentra en la propiedad equivocada.
El compromiso de las autoridades agrícolas de actualizar el territorio en el registro administrativo se mantiene en contrapunteo con la insistencia de Omara, quien nos dijo: “Esta semana volveré, por tercera ocasión, a solicitar que se haga efectivo el compromiso de hacer una visita con catastro para trazar los límites. No pedimos más nada, solo que se respeten los límites”.
Los frutos humanos
El trabajo para hacer producir la tierra también ha rendido beneficios en las relaciones sociales. Quienes al inicio pensaron que sería una tarea fácil y lucrativa, culminaron por abandonar el proyecto.

Omara considera que la seriedad del trabajo actuó como un filtro, que terminó por galardonar a la granja con excelentes colaboradores.
“Siempre hemos priorizado un alto nivel de compromiso por la preservación de todas las especies. Aquí no se permite cazar jutías, ninguna especie. Cuando muchos vieron que la cosa iba en serio se fueron retirando, porque no tenían un compromiso ético con el desarrollo sostenible de la localidad”, que ostenta la categoría de Paisaje Cultural de la Humanidad.
En estos momentos la tierra es trabajada por voluntarios de todos los lugares del país, comprometidos con la preservación de las especies, a los que Omara describe como “personas ilusionadas por un proyecto de conservación de la naturaleza”.
A la granja agroecológica le falta por vencer infinidad de desafíos, pero no cabe duda de que quienes trabajan en el empeño lograrán lo que se propongan. Para los Ruiz Urquiola es un reto que le da color a la voluntad que ellos se niegan a ver palidecer.
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