LA HABANA, Cuba. – Otra vez volvemos a escuchar sobre deudas aplazadas y dinero regalado, y eso ha bastado para que el régimen cubano califique como exitosa la que sin dudas pudiera ser llamada la “gira del fracaso”, en tanto deja ver cuán desesperados andan, así de peor cuando han tenido que salir a tocar algo más prosaico que puertas para no retornar a la Isla con las manos vacías.
Porque aun considerando que el arrendamiento de la aeronave de Conviasa donde viajaron haya sido otra de las “regalías” entre aliados, solo debemos fijarnos en las ropas, abrigos, zapatos y accesorios que usaron los principales de la comitiva para hacernos una idea sobre los miles de dólares que invirtieron —más bien apostaron— en este “performance diplomático” que está entre el “jineteo”, la aparente locura y el circo.
El jineteo porque ya sabemos qué propósitos los llevaron tan lejos; la locura, porque abrazar a Putin en el momento preciso en que Europa —siempre distraída con respecto a las violaciones de los derechos humanos en Cuba— lo califica de terrorista no es nada recomendable; y circo porque es evidente que, unas horas antes de las votaciones de este domingo último, han querido mostrar que “hacen algo bueno” para que el abstencionismo, cada día mayor, no revele cuán impopulares son en realidad los comunistas cubanos.
Y es que, por estúpido que pueda parecer, aún respiran entre nosotros (con las dificultades de los enfermos terminales) los que confían en que los 100 millones regalados por China no irán a parar a la construcción de hoteles, en que los empresarios turcos son más fáciles de engañar que los gallegos, y en que los rusos, en medio de una guerra con Ucrania que los tiene muy nerviosos, en tanto pudiera extenderse a toda Europa, están planeando en masa hacer turismo en el Caribe.
Más allá de las moratorias que no significan “victorias”, y de los acuerdos que quedarán en “recuerdos”, la gira solo ha servido para mostrar la severidad de una crisis y lo difícil que será para el régimen salir de ella si no es capaz de ampliar y mejorar su catálogo de socios políticos.
Tanto la Feria Internacional de La Habana (FIHAV) como la reunión con los empresarios cubanoamericanos (realizadas no por casualidad apenas unos días antes de la gira), no arrojaron los resultados esperados, a pesar de lo dicho por la prensa oficialista en televisión nacional para crear una atmósfera de prosperidad económica, “inclusividad” y apertura política que está muy lejos de la cruda realidad.
Ni hubo acuerdos de relevancia más allá de la creación de una nueva marca de cerveza (coherentes con la estrategia de primero el alcohol y después la comida) para la que ni siquiera aún se ha terminado la planta de producción en Mariel; ni tampoco los cubanoamericanos que acudieron a la cita en La Habana fueron otros que esos mismos de siempre, instalados en una gran paradoja: piden el fin del embargo pero es precisamente el embargo quien ha convertido en prósperos sus negocios.
Si mañana el Senado de Estados Unidos decidiera eliminar el embargo, todas las empresas de envíos a Cuba desaparecerían, y con ellas los demás negocios que directa o indirectamente se benefician de esta “singularidad”.
Y el régimen cubano no es ajeno al oportunismo político de los Katapult y Apacargo, pero igual los necesita y los utiliza no solo para sostener una posible red de agentes de influencia en “Consolación del Norte” (como cierto amigo solía nombrar a Miami) sino, además, para simular ante la opinión pública esa atmósfera de “somos felices aquí” cada vez más enrarecida por los “experimentos”, meteduras de pata y conservadurismos.
De igual modo sobre la persistencia del embargo se sostiene no solo el discurso de un régimen que justifica en él sus incapacidades sino, además, todo ese sistema institucional que vive a costa de viajes y permanencias innecesarias en el exterior, de la creación de negocios a título personal con el pretexto de “evadir el embargo” y todo un entramado oscuro donde se genera corrupción, burocratismo, nepotismo y otros males que si no son totalmente propios de los regímenes totalitarios, en estos se tornan más comunes.
Hoy la asfixia es mortal. Ninguna fórmula les está dando resultados, ni inmediatos ni a largo plazo, por tanto no han tenido otra opción que hacer las maletas y, retomando el plan que siempre han tenido como número uno en la lista, se fueron de jineteo por esas pocas rutas lejanas donde algo —más allá de las gripes por el frío intenso— se les habría de pegar, sí o sí.
Tan solo la imposibilidad de llegar a los lugares si no es acudiendo a los servicios de una aerolínea foránea, y no por Cubana de Aviación, ha ofrecido la peor imagen de ellos mismos, al hacer evidente los tiempos de miseria por los que atraviesan, aun cuando el ropero que cargaron lo hayan ido a llenar en las boutiques de esos mismos acreedores del Club de París que, en virtud de sentimentalismos y complicidades, han hecho la caridad de aplazar la deuda, así como ahora lo hicieron argelinos, turcos, rusos y chinos frente a tanto lagrimeo.
Pero también los tímidos acercamientos con Estados Unidos en estos últimos meses hacían prever que el régimen, siempre cuidadoso de no derribar del todo el mito de Cuba como plaza sitiada, haría una movida de estas que parecen rozar la locura en tanto pudiera traerle consecuencias negativas, en especial por la abierta alianza con Moscú.
No obstante, la experiencia de los últimos años nos dice que los gobiernos demócratas, en sus “relaciones íntimas” con la dictadura, son como la mamá frente al hijo malcriado, que mientras peor se comporta el crío más hace por complacerlo, y si lo castiga de algún modo, siempre lo hará con guante de seda.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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