LAS TUNAS, Cuba. ─ “Al igual que cualquier otra realización del ser humano, el combate se realiza dos veces; primero, en el pensamiento y después en la realidad. Pero si el jefe de Estado Mayor es el matemático de la operación, para el jefe de ejército no basta; él debe sobrevivir en ese primer combate mental poniendo en tensión la agudeza de su sentido de la previsión”, dice el general Pavel Ivanovich Batov en el libro En Campañas y combates (Moscú, 1962).
En el recién finalizado VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), el general Raúl Castro ─previsor ladino, tempranero lector de Batov─ entregó el mando de la organización como si traspasara la jefatura de un ejército diezmado al ya último oficial en la cadena de mando ─a decir del general, “un sobreviviente”─, el teniente coronel de la reserva Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
El máximo órgano de dirección del PCC es el congreso. Entre congresos, el organismo superior de mando es el Comité Central. Al ser el PCC “la fuerza política dirigente superior de la sociedad y el Estado” en Cuba ─según conceptúa el artículo 5 de la Constitución─, ahora se visibiliza el poder político que han obtenido altos cargos militares llevados al Comité Central y, a la vez, el reforzamiento militar y policial que ha recibido el Comité Central del PCC inyectado por generales con mando real, jefes de ejércitos, entiéndase tropas, o de direcciones de contrainteligencia con capacidad de control operativo a nivel nacional.
Entrevistado por la revista Look, respondiendo a una pregunta cardinal, “¿qué es el comunismo?”, Whittaker Chambers dijo: es “una secta militante y semi militar obstina en guerra incesante, ya manifiesta, ya oculta, contra todas las demás creencias”.
En Witness (Testigo), best seller de 1952 que transcurre entre la autobiografía y el ensayo político con información verificada, Whittaker Chambers dice: “lo que los comunistas han hecho es convertir la ética temporal de guerra en norma única permanente de sus actos y su manera de vivir”. El autor había sido agente-correo del GRU ─servicio de inteligencia militar soviético─, entonces atareado en destruir la sociedad estadounidense, como hoy otras agencias están ocupadas en esa misma tarea.
Militarista, según conceptos universalmente aceptados, es la “ideología según la cual, la fuerza militar es fuente de toda la seguridad”, eso implica que, con diferentes argumentos, se justifique la preparación militar de la sociedad toda, haciendo el “predominio o influencia de lo militar en el gobierno de un país”, que ─y es el caso de Cuba─ puede definirse como “un Estado policial, donde el gobierno mantiene un estricto control sobre la sociedad toda, a través de la supresión de las libertades civiles, mediante una fuerza de policía secreta y un gran despliegue e inversión de mecanismos de vigilancia”.
Si en el VII Congreso del PCC que sesionó en abril de 2016 el Comité Central “electo” estuvo integrado por 142 militantes, el recién finalizado VIII Congreso sólo “eligió” 115, esto es, 27 militantes menos, pero ojo, esa disminución no afectó el estamento militar, que mantuvo 12 generales en la máxima dirección del PCC, y ahora con muchísimas más prestaciones de mando.
Sería un error de apreciación enfocar la atención sólo en los tres generales más visibles, ahora sentados junto a Díaz-Canel en el Buró Político del Comité Central del PCC: el ministro de las Fuerzas Armadas, general de cuerpo de ejército Álvaro López Miera; el ministro del Interior, recién ascendido a general de división, Lázaro Alberto Álvarez Casas; y el muy publicitado zar de las finanzas militares (casi todas las de Cuba), general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, jefe del V Departamento de las Fuerzas Armadas y presidente ejecutivo del Grupo de Administración Empresarial (GAESA).
Si el generalato del VII Congreso quedaba bien con la historia de los generales “elegidos”, lastraba el mando único de los ejércitos por dualidad. Sólo un ejemplo: por nombramiento oficial, el general de división Raúl Cirilo Rodríguez Lobaina era el jefe del Ejército Central, región que, a su vez, supervisaba el otrora jefe de ese mando, el viceministro de las Fuerzas Armadas, general de cuerpo de ejército, Joaquín Quinta Solá, ambos, integrantes del Comité Central, pero, uno al lado del otro ante las tropas… ¿Cuál era el general con mando real?
Hoy, como en 2016, los jefes de los ejércitos oriental, central y occidental integran el Comité Central del PCC, pero ningún viceministro de las Fuerzas Armadas llega a ese pináculo “dirigente superior de la sociedad y el Estado”; en la máxima dirección política de Cuba sus puestos lo han ocupado generales con cargos para tener muy a la vista, y no sólo a el general Rodríguez López-Callejas, ellos son:
El general de división José Miguel Gómez Del Vallín, jefe de la Jefatura de Contrainteligencia Militar; el general de división Roberto Legrá Sotolongo, segundo jefe del Estado Mayor General y jefe de la Dirección de Operaciones de las Fuerzas Armadas; el general de brigada Norge Fermín Enrich Pons, jefe de la Dirección General de la Contrainteligencia, entiéndase, de la Seguridad del Estado; el general de brigada Jesús Manuel Burón Tabit, viceministro del Ministerio del Interior y los generales de brigada Víctor Leonardo Rojo Ramos, jefe de la Sección Política del Ejército Central y José Alberto Yanes Díaz, primer segundo jefe de la Dirección Política del Ministerio del Interior.
Con mando sobre soldados, policías, tanques, aviones, carros patrulleros, estaciones de policía y cárceles, ellos son los generales que, a decir de Pavel Ivanovich Batov, ya planificaron el primero de los dos combates: el “mental”. Para recibir órdenes de desalojar cualquier plaza de Cuba como un día los comunistas chinos desalojaron la plaza de Tiananmén, en el enfrentamiento real, esos generales no necesitan oficiales de enlace con los ministros de las Fuerzas Armadas y del Interior; ni el primer secretario del PCC, Díaz-Canel, necesita enlace con los generales, sentados todos, como están, a la misma mesa.
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