LA HABANA, Cuba, agosto (173.203.82.38) – Cuando de las materias orgánicas en descomposición se desprende el fosfuro de hidrógeno, una llama errática se produce en el suelo, sobre todo en los cementerios, a la que llamamos fuego fatuo.
Lo mismo ocurre con las tiranías, cuando de tanto esperar cambios, las victimas vemos en el horizonte algo que se le parece y entonces nos engañamos, como si viéramos desde lejos esos cohetes de pólvora que, al explotar, se convierten en hermosas y efímeras luces de colores.
Sólo había que esperar. Y no tanto por cierto, porque los cubanos no tenemos edad para comprar mangos verdes. Hay que entender la impaciencia de aquellos que anhelan un futuro mejor para la isla, enquistada, a punto de desaparecer en el mar.
Pero de eso, a actuar como algunos que ni utilizan el teléfono en espera de una llamada de la nomenclatura gobernante solicitando su participación, va un gran trecho.
En Europa, el Ministro de Asuntos Exteriores de la República Checa, señor Karel Schwarzenberg, se dio cuenta de todo: Sencillamente, no ve cambios en Cuba. Tampoco los verá. Ni él y mucho menos nosotros. Ni siquiera es una mejoría, como señala el ministro, la excarcelación de activistas de los derechos humanos.
Pero quien en verdad puso los puntos sobre las íes es Jaime Suchlicki, director del Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami, quien calificó de maniobra la excarcelación de los activistas. Ni más ni menos, eso es.
La tiranía cubana emplea viejos métodos para beneficio propio. Ahora, en busca de dólares, porque las arcas están más vacías que nunca.
Si hacemos un poco de memoria, hay que señalar que a Lenin le ocurrió lo mismo. Utilizó el tesoro ruso para hacer propaganda a través de los partidos comunistas de numerosos países, mientras la hambruna azotaba al suyo. Eso mismo ocurrió en Cuba, incluyendo las guerras.
¿Estamos ante el triunfo de la sociedad civil? ¿De cuál sociedad civil se habla, si ni el pueblo ha podido conocer a través de su prensa la liberación de un puñado de defensores de los derechos humanos?
Ni Zapata con su muerte, ni Fariñas con su sacrificio, mucho menos las Damas de Blanco, pueden decir que han logrado la excarcelación de los inocentes.
Hace años, cuando salieron de las cárceles los miles de plantados, muchos de los cuales de pacíficos no tenían ni un pelo, no tuvimos ningún Zapata, tampoco ningún Fariñas y mucho menos damas vestidas de blanco.
La tiranía está sola. A pesar de Chávez y dos o tres más, está sola, desamparada, al borde del abismo. Esa soledad la siente desde 1992, cuando dejó de contar con la ayuda del campo socialista.
Como la Unión Soviética, que vivía de la caridad de los países capitalistas en los años veinte, así quiere el castrismo que viva Cuba. En busca de eso son los “cambios”. Amanecerá y veremos.