LA HABANA, Cuba. — Siempre me viene a la mente el caso de Fela Kuti cuando escucho a los músicos que en Cuba enmascaran su miedo a pronunciarse en contra de la dictadura con el argumento de que los músicos no deben hablar de política.
Cantante, compositor y multi-instrumentista (tocaba saxofón, flauta, trompeta, guitarra, piano y varios instrumentos de percusión), el nigeriano Fela Kuti (1938-1997) es uno de los músicos más importantes que haya dado África. Y no vaciló, sin pedir perdón ni retractarse, en traspasar la frontera entre el arte y el activismo político.
A inicios de los años 60, luego de cursar estudios musicales en Londres, Kuti, junto al baterista Tony Allen, creó el ritmo Afrobeat, donde se fundía la música del África Occidental con el jazz y el rhythm and blues.
El involucramiento político de Fela Kuti se inició en 1969, cuando se radicó con su grupo Koola Lobitos en Estados Unidos y se deslumbró con las ideas del Black Power.
En 1970, de vuelta en Nigeria, luego de ser expulsado de Estados Unidos, rebautizó a su banda África 70. Con ese grupo, Kuti grabaría dos álbumes, Live y Stratavarious, en 1971 y 1972, respectivamente, en los que tocó el famoso baterista británico Ginger Baker, quien, tras su paso por los grupos Cream, Blind Faith y Air Force, experimentaba con los ritmos africanos.
Paul McCartney ha contado que en 1973, cuando estaba en la capital nigeriana para la grabación de su álbum Band on the run, acudió a una presentación del grupo de Fela Kuti y quedó profundamente impresionado por su música.
A partir de los primeros años 70, Kuti decidió cantar siempre en inglés, en vez de en yoruba, para que pudiera ser entendido por todos el mensaje político de sus canciones.
Kuti desarrolló una confusa ideología socialista, negrista y panafricana, por la cual fue víctima frecuente del accionar represivo de los sucesivos regímenes militares que padeció su país.
En menos de 20 años tuvo que comparecer 356 veces frente a los tribunales y fue encarcelado cuatro veces.
La represión en contra de Kuti se inició en 1974, con un episodio con ribetes escatológicos y que sería reflejado en su canción Expensive shit (Mierda cara). La policía, sabiendo que fumaba marihuana, lo arrestó y quiso acusarlo por tenencia y consumo de drogas. Cuando, para probarlo, le hicieron un análisis de heces fecales, Kuti logró comprar la mierda de otro preso que no había consumido marihuana para mostrarla en vez de las suyas, y así la policía no tuvo más remedio que soltarlo.
En 1977, el dictador Olusegun Obasanjo, agraviado con el tratamiento que daba Kuti a los militares en su canción Zombie, ordenó el allanamiento y la destrucción de la sede de la cooperativa musical Kalakuta Republic, que Kuti había creado unos años antes y donde grababa sus discos. En el asalto participaron cientos de soldados armados hasta los dientes. Kuti, herido gravemente, fue encarcelado. Su madre, de 77 años, murió al ser lanzada por una ventana por los soldados.
En 1978, para conmemorar el primer aniversario del asalto a Kalakuta Republic y del asesinato de su madre, Kuti se casó con 27 mujeres. Más de seis años después se divorciaría de 20.
En 1979 Kuti creó su propio partido, el Movimiento del Pueblo, y se postuló para presidente en las primeras elecciones que se celebraron en Nigeria en más de una década. Su candidatura fue rechazada, pero se postuló nuevamente en 1983. Fue entonces que lo involucraron en un caso de contrabando y lo condenaron a cinco años de prisión, pero solo cumplió 20 meses gracias a la presión internacional
La represión solo consiguió acrecentar la popularidad de Kuti, no solo en Nigeria, sino también en Occidente.
En 1986 volvió a presentarse en Estados Unidos, en el estadio de los New Jersey Giants, en un concierto de Amnistía Internacional, junto a Carlos Santana, U-2 y The Neville Brothers.
En los años 90, con la salud quebrantada por el VIH-SIDA, que muchos aseguran le fue inoculado por agentes del régimen, dejó de grabar, aunque no de componer. Hasta entonces había grabado 77 discos.
Fela Kuti murió de un infarto el 2 de agosto de 1997. A su sepelio, que se efectuó diez días después, frente a su casa, en Ikeja, en las afueras de Lagos, asistieron miles de personas y tocó un largo solo de saxofón, en su homenaje, su hijo, Femi Kuti, también músico y activista de derechos humanos.
Desde entonces, y dirigido por Femi, radica en Ikeja, en la que fuera la casa de Kuti, un santuario que lleva su nombre y al que acuden personas de todo el mundo a reverenciar su memoria.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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