CDMX, México. – Viven en un pedazo de unos pocos metros cuadrados, donde apenas cabe una cama, un escaparate, un televisor Panda y una diminuta cocina, todo justo al frente de donde descansan. Para la familia de Esther, cocina y dormitorio ocupan un mismo espacio. La única pared interior de la casa es la que separa el baño del resto de la habitación. No hay ducha, ni lavamanos. Las paredes que dan al exterior están cubiertas de pedazos de cartón.
Junto a la cama, anudado a la pared, hay un ventilador antiguo de aspas azules sin careta protectora. Encima, entre el techo de madera podrida y el camastro, ataron un nailon que cubre todo el colchón. “Es para que el churre del techo y la lluvia no nos caiga encima”, explica Yoandy Palomino mientras filma el techo.
En la vivienda número 35 de la calle Fico Hernández viven Esther y su hijo Yoandy. Ahí, en el barrio La Charca, de Jatibonico, nació él, 21 años atrás. “La casita siempre estuvo mala pero después del huracán Irma se nos afectó mucho”, explica el joven. En 2017 cuando el huracán Irma, de categoría cinco, azotó Cuba ya Esther estaba enferma y sola a cargo de un adolescente. Seis años después aún no llega la ayuda prometida para levantar una vivienda digna, que al menos no se moje. Aunque, la verdad, ella ya no espera.
Si algo ha tenido que conocer más de una vez es la desprotección del Estado. Hace más de ocho años a Esther Reina Rivero, hoy de 63, le diagnosticaron cáncer de útero. Después, por desgracia de la metástasis, la enfermedad reapareció en el mismo lugar y se extendió a un riñón dañado. Su recaída fue paralela al colapso del sistema de salud cubano.
“Lo primero que tuve que pedir en redes fue el Trofin [un medicamento de producción nacional que tiene entre sus componentes hierro hemoglobínico]”, cuenta Yoandy, quien ha hecho cuanto ha podido por proveer a su mamá de los tratamientos que necesita.
Luego empezaron a faltar las jeringuillas, pastillas para los dolores, para los vómitos y las bránulas, un dispositivo que se usa para extraer sangre y administrar tratamientos. “¡¡¡Es que aquí no hay nada!!!”, escribe el joven.
“Sálvese quien pueda”
Cada vez que Esther ha necesitado un medicamento o suministro específico, su hijo ha acudido a amigos o a las redes sociales para pedir ayuda. Varias semanas atrás, hizo una directa porque necesitaba una sonda que en Cuba, como tantas cosas, no hay. Hoy las tiene gracias a un desconocido que las envió desde Miami.
“Tengo que agradecerle mucho a todas las personas que me han apoyado. Personas que no dudan en llamarme o escribirme, aun sin conocerme, y me hacen llegar las medicinas. Cuando la ingresaron hace poco, hubo gente que me llevó comida al hospital, me dio dinero. No sé qué hubiese sido de mí, sin trabajar para cuidarla, sin la solidaridad de tantas personas buenas”, cuenta Yoandy.
El joven comenzó a usar Facebook hace algunos años. Entonces solo compartía fotos suyas y de sus amigos como cualquier joven. Después su mamá tuvo la recaída y él se volcó en atenderla. Esa experiencia la ha hecho pública en sus redes, pero no desde la desesperanza o la lástima: a su mamá no la presenta como una víctima sino como una mujer fuerte, que pese al avance de la enfermedad, sonríe y sigue adelante.
Este tipo de publicaciones, donde pide ayuda para su madre, no han sido aprobadas por la Seguridad del Estado, que acosa al muchacho y lo ha amenazado con llevarlo preso si prueban que está recibiendo dinero. Él, para disgusto de la policía política, se tatuó en el brazo una de las fotos icónicas del 11 de julio de 2021: un joven parado sobre una patrulla con una bandera cubana.
Pese al hostigamiento, Yoandy no ha dejado de publicar en redes. Dice que lo hace por su mamá, para mostrarle lo fuerte que es. También para animar a otros pacientes y familias que estén pasando por lo mismo. Insiste en que no hay mérito en lo que hace por ella, que es su hijo y que la ama.
Yoandy repite que el valiente no es él, sino ella. Le resta importancia al hecho de que, desde su adolescencia la ha acompañado durante la quimio y los ingresos, que se rapó la cabeza cuando su mamá perdió el cabello, que celebró el Día de las Madres llevándole un grupo de mariachis para verla feliz.