GUANTÁNAMO, Cuba.- Parecen murciélagos colgando con la cabeza hacia abajo, pero tales mamíferos no descansan a la luz del día, mucho menos en un parque.
Aunque ya había sido advertido por un amigo, me impactó la imagen de desamparo que ofrecen, inmóviles, con las alas calcinadas en el momento de iniciar el vuelo. Ahora habrá que esperar a que la lluvia, o cualquier empleado de buena voluntad, los eche abajo para eliminar ese espectáculo hiriente.
Se trata de un grupo de totíes electrocutados después de que la poda salvaje ejecutada recientemente en el parque José Martí de Guantánamo los privara de su cobija natural, la fronda de los árboles donde habitualmente disfrutaban de su descanso nocturno.
La poda siniestra fue reflejada por CubaNet el pasado lunes 24 de septiembre de 2018. Cuatro días después, el viernes 28 de septiembre, el periódico Venceremos, órgano del comité provincial del partido comunista, publicó un reportaje sobre el suceso .
Se sabía que los pájaros se iban a desorientar al no poder cobijarse en las ramas de los árboles. Lo que no imaginaron los sesudos que ordenaron la poda es que ante el desmantelamiento de su hábitat natural, los animalitos, perseverantes en su empeño de continuar en el parque, irían a posarse en bandadas sobre los cables eléctricos, en los cuales varios de ellos ya han muerto electrocutados. Allí permanecen algunos, a la vista de todos —entre ellos los niños que acuden al área— como una prueba irrefutable de la estupidez y la crueldad humana.
Decididamente Cuba necesita una ley que proteja a los animales, pero más que eso, necesita de dirigentes bien preparados, conocedores de la Ley sobre el Medio Ambiente, de las técnicas creadas para resolver problemas como la presencia de los pájaros en el parque sin necesidad de dañar a la naturaleza, capaces de acercarse al pueblo y de tomar decisiones consensuadas donde prime la opinión de la ciudadanía, y que sepan avizorar las consecuencias de todos sus actos para no “meter la pata”, como se dice en buen cubano.
En fin, necesita de dirigentes con una real voluntad política dirigida a defender y proteger a nuestro entorno. Desgraciadamente para los totíes electrocutados y para los que seguramente morirán de igual forma, esos dirigentes —al menos en Guantánamo— todavía no existen.