LA HABANA, Cuba -Las LAN Parties (Fiestas en Redes de Área Local) son un fenómeno relativamente reciente y poco conocido, pero que va tomando fuerza entre los jóvenes cubanos.
Son organizadas por fanáticos de los videojuegos, que cargan con sus computadoras, y se reúnen en una casa particular para escapar por un rato de su agobiante realidad refugiándose en el mundo virtual de sus juegos preferidos.
Los participantes de estos eventos son, en su mayoría, jóvenes estudiantes. Coordinar el día de la fiesta se les hace bien difícil pues debe coincidir sus días libres y los intereses de sus respectivas familias. Debido a la complicada situación de la vivienda en Cuba, el hacinamiento y la convivencia forzada de generaciones diferentes, encontrar un lugar para las fiestas es siempre una tarea complicada.
Con suerte, a veces aparece un adulto, quizás de más de treinta años, que vive solo y es un declarado fan de los videojuegos. Contar con una casa completa para una LAN Party es un verdadero privilegio. La libertad es total, el número de jugadores es mucho mayor y se aprovechan todas las áreas de la casa.
Poco a poco van llegando los entusiastas participantes. Como pocos pueden costearse el lujo una laptop, la mayoría tienen que transportar sus PCs de escritorio, las cuales desarticulan previamente y transportan con la ayuda de uno o dos amigos. En muchas ocasiones los padres no autorizan a los muchachos a llevar las computadoras por miedo que en el trayecto se averíe alguna pieza cara como el disco o duro o el monitor.
El conjunto final de computadoras reunidas es generalmente heterogéneo: desde monitores planos hasta viejos displays “fondillones” de color amarillento. Debido al intenso calor tropical y la falta de aire acondicionado, estos se calientan con rapidez, así que también hay que llevar ventiladores, que se multiplican y se suman a los que aporta el anfitrión. Surge entonces otro problema: conseguir extensiones para incrementar el número de tomacorrientes disponibles.
Para colocar las máquinas se habilitan todo tipo de muebles, trastos o cajas, frente a los cuales los muchachos se sientan en posturas a veces incómodas.
Otro problema común es la gran diversidad en la potencia de las máquinas. En las de los más afortunados, los juegos corren velozmente, pero en otras hay que configurar los gráficos al mínimo o, simplemente, no se puede jugar por su insuficiente potencia.
A veces se recluta la exacta cantidad de gente para pasar una velada óptima. En otras ocasiones se reúnen tantos que se hace inevitable jugar por turnos.
Pero, poniendo lo mejor de sí, entre chistes, risas y discusiones, los jugadores enfrentan las limitaciones de su equipo, el opresivo calor, el sueño, y las protestas de sus estómagos.
Cuando el hambre es insoportable, si hay alguna panadería cerca y hay pan y dinero, se compran varios panes y se devoran, con agua como bebida acompañante.
A menudo, el amanecer sorprende a los jugadores que, con grandes ojeras y dolores en todo el cuerpo, deben cargar con sus armatostes para regresar a casa en el transporte público, que puede tardar horas en llegar. Volver a la pesada realidad es duro para estos jóvenes, pero para ellos vale la pena a cambio de una noche de escape en mundos virtuales sin consignas políticas, derrumbes, ni miseria.