MIAMI, Estados Unidos.- El hambre y la necesidad desmantelan la dignidad. Los regímenes totalitarios, sobre todo los de izquierda, han aplicado con éxito esa máxima perturbadora. Buscar desesperadamente el sustento diario, en medio de la desestabilización emocional que causa la escasez, anula la posibilidad de discernir la realidad.
Es frustrante levantarse en las mañanas y pensar que la vida sigue igual en Cuba, con una libreta de racionamiento inconmovible en su incompetencia.
La violencia cotidiana se exacerba al lidiar con las colas y los “turnos”. Mientras, la contingencia de un progreso social sigue estancada en agobiantes monsergas políticas de los medios que disfrazan el miedo y los sinsabores.
Facebook me permite atisbar, de soslayo, la cotidianidad de mis coterráneos de la isla. Muchos escriben, dialogan, como si vivieran en un mundo común, atrapados, sin embargo, en la inopia que se resisten a identificar.
Hay algunos que defienden sus pequeños y atribulados cotos de privilegios y tienden a ignorar el contexto social tóxico que parece no pertenecerles.
Por estos días es un lugar común que madres de jóvenes y adolescentes detenidos y sufriendo juicios amañados, luego de la pasada rebelión del mes de julio, ofrezcan estremecedoras y arriesgadas declaraciones en los medios sociales, reclamando justicia para sus hijos, y nadie parece escuchar.
El régimen sabe que cuenta con esa indiferencia tanto internacional como criolla, y atropella, consuetudinariamente, a los representantes de la prensa independiente que todavía se atreven a divulgar la verdad.
En Cuba durante el régimen de Batista las madres se vestían de negro, de luto, y tomaban las calles para reivindicar a sus hijos. Si hoy trataran de hacer lo mismo, ya en el propio proceso de concertar la protesta serían inmediatamente chivateadas, para luego recibir puntuales y amenazadoras visitas de “segurosos” sin escrúpulos, como mafiosos, recordándoles las consecuencias ulteriores de sus actos de infidencia.
El castrismo saca ventaja de las medidas preventivas y su aparato de delación, “cabilla” y “tolete” contra los opositores, siempre está listo para entrar en acción, como dijera, sin vergüenza, el patético dictador de turno.
Por estos días Israel Rojas, quien encarna una tramitada especie híbrida de crítico-oficialista funcional entre los artistas, alerta sobre los “peligros” de los medios sociales para la cerrazón cubana: “Hoy el tema comunicacional está en disputa, hay una verdadera guerra, que si no lo queremos ver y los comunicadores cubanos no entienden de qué va esto, vamos a perder muchísimo. Lo digo de corazón, esta pelea no solo es ganable, sino que bien organizada es un paseo por el Prado. Porque es la pelea de la inteligencia y el razonamiento, y este es el país que más inteligencia y razonamiento ha sembrado en su gente. Con poner las cosas claras, probablemente volvamos a poner de moda la pasión, la fe, las ganas de echar pa’lante”.
Su apunte épico y revolucionario, démodé, deja entrever que la moledora castrista, al cabo de 63 años, ha fulminado los eufemismos que le dieran fama y publicidad, además de simular la miseria circunstancial a su improcedencia.
Es, sin duda, un fraude que tal entelequia inaprensible, o sea, el sufrido país, haya podido “sembrar inteligencia y razonamiento” en medio de una devastación material y espiritual paradigmáticas.
Al parecer, en este mismo espíritu de diseminar sapiencia y lógica entre los abusados compatriotas, el presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la oficialista UNEAC, en vez de interesarse por la inconformidad manifiesta de la clase intelectual y artística en la isla, así como por la detención arbitraria de algunos de sus miembros, se fue al nuevo Centro Fidel Castro Ruz para presentar la cuarta edición del libro 100 horas con Fidel, del periodista Ignacio Ramonet.
Ante una escasa concurrencia, según atestigua la foto, el funcionario de la UNEAC calificó la obra de “libro catedral”, el subdirector del centro dejó saber, por su parte, que cada empleado cuenta con un ejemplar, mientras Ramonet compartía, ahíto de felicidad, sus anécdotas personales con el dictador, que algún día lo harán rendir cuenta ante la justicia por su complicidad con la represión y el crimen.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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