LA HABANA, Cuba. ─ En días recientes volvió a ser figura noticiosa el profesor Carlos Lazo. Nacido en Cuba y emigrado en 1991 a Estados Unidos, este docente, ahora radicado en la ciudad de Seattle, ha promocionado y participado en caravanas y otras manifestaciones públicas en contra del embargo norteamericano (al que él y sus amigos —supongo— llaman “bloqueo”).
Ni tardos ni perezosos, los agitadores de los noticieros de la Televisión Cubana dieron amplia cobertura a esos eventos, sin que importe su exigua concurrencia. Las que jamás exhiben (al menos, no en detalle) son los muchísimo más nutridos que realizan otros compatriotas enfrentados al régimen de La Habana que desean exteriorizar esa hostilidad.
En las redes sociales se plantea que el maestro Lazo, para enseñar el castellano, propicia las visitas de su “Fábrica de Sueños” a la Isla. También que su tesis de doctorado la consagra a “sistemas educativos equitativos y justicia social en las aulas”. Me pregunto: ¿El ejemplo a seguir —según él— será el de los ministerios cubanos dedicados a la instrucción y sus “universidades para los revolucionarios”! ¡Valiente equidad e inigualable “justicia social”!
No obstante, forzoso es reconocer que don Carlos no se ajusta a los parámetros que uno suele encontrar entre los “amigos de Cuba” que, como regla, reservan su solidaridad para el gobierno de La Habana y sus políticas. O entre la exigua minoría de nuestros compatriotas “emigrados” que, marchando a contracorriente de los innumerables exiliados, exaltan las figuras de los Castro.
Lazo, por el contrario, sorprende con su declaración: “Yo tengo dos patrias: Cuba y los Estados Unidos”. Sería interesante saber qué piensan al respecto Humberto López y otros alabarderos del régimen. Cualquier expresión de simpatía de un cubano hacia nuestros vecinos del Norte, los cotorrones castristas la ven como una prueba irrefutable de traición y entreguismo. ¿Pensarán lo mismo de lo expresado por el profesor!
Los años mozos vividos por el ahora maestro en la Isla coinciden en muchos puntos con tantas otras vidas cubanas desgarradas por el castrismo: una familia separada por las fugas hacia el extranjero; una estancia en prisión por un intento de salida ilegal del país; la minimización de sus “horizontes laborales” por el “estigma” carcelario. Lazo afirma que en la Isla aprendió que “se puede ser feliz con casi nada”: un delicado eufemismo que alude (aunque él no lo quiera) a la miseria entronizada por el castrismo.
En cuanto a Estados Unidos, cabe destacar que él lleva instalado allí tres decenios. Sirvió en las Fuerzas Armadas del gran país acantonadas en Irak y se hizo ciudadano. Si no se esconde para reconocer que “fue en esta orilla (la de allá) donde hice realidad mis más caros sueños”, entonces me parece muy bien que declare a El Toque que comparte dos amores: el que siente “por su tierra de nacimiento” y el consagrado a su “país adoptivo”.
Es en ese contexto que Lazo aspira a “promover la cultura y la amistad entre las personas de esos dos países”. Como idea general, no parece mal. Pero, a mi modo de ver, el problema radica en los métodos que él aplica de manera sistemática para alcanzar ese supuesto objetivo.
En las redes sociales menudean las informaciones acerca de las gestiones realizadas por el maestro ante autoridades de su país adoptivo. Han sido noticia su carta a Donald Trump pidiéndole el levantamiento de las sanciones contra Cuba. También la petición análoga que dirigió al actual presidente Biden (la cual, según asegura, dio lugar a que recibiera amenazas).
Ante esto, es natural que preguntemos por la otra cara de la moneda. ¿Qué plantea él (si es que algo) a la otra parte del diferendo? ¿Qué pide al gobierno de La Habana? ¿Qué dice sobre el antiyanquismo a ultranza preconizado por el castrismo? ¿Sobre los despojos sin indemnización perpetrados contra sus actuales compatriotas? ¿Sobre las agresiones de todo tipo contra los intereses de los norteamericanos y sus aliados? ¿Sobre los ataques sónicos? De esto no vemos reflejo en las redes sociales.
Pero conviene que volvamos al tema de las caravanas. En definitiva, Lazo y sus amigos viven en un país libre. Si ese es su deseo, están en su derecho de manifestarse, en su patria de adopción, y de hacerlo en el sentido que consideren pertinente. ¡Qué lástima que no pueda decirse lo mismo de quienes son compatriotas de él por su lugar de nacimiento!
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