LA HABANA, Cuba.- La retirada de buena parte del personal de la Embajada de los Estados Unidos y las modificaciones de los servicios consulares han desencadenado una ola de serias afectaciones no solo para quienes pretendían obtener un visado y no cuentan con los recursos suficientes para enrolarse en lo que ya, en circunstancias normales, constituía una verdadera odisea.
La cadena de servicios creada por el flujo de personas que a diario acudía al consulado norteamericano se ha tornado inestable, y la mayoría de los negocios particulares asociados a esta dinámica se debaten hoy entre la quiebra y la extinción.
Mecanógrafos, abogados, fotógrafos, asesores e intermediarios en el llenado de planillas y en la solicitud de citas, vendedores ambulantes, cuidadores de baños públicos, dueños de casas de renta y de cafeterías, y hasta parqueadores se encuentran hoy en un atolladero donde, sin dudas, hay más víctimas que beneficiarios.
Calles, parques y zonas aledañas a la embajada que antes fueran hervidero de multitudes, actualmente se encuentran desolados.
Aunque aún permanecen los anuncios en algunas casas, así como varios establecimientos continúan abriendo las puertas en las mañana, raras veces se puede ver clientes a la espera.
De igual modo, las dos cafeterías más concurridas de la zona, aquellas emplazadas en la esquina de la sede diplomática, apenas alcanzan en las ventas diarias un diez por ciento de las ganancias que obtenían meses atrás. Una de ellas permanece cerrada mientras en la otra los dependientes se cruzan de brazos en una espera interminable.
“Lo que nos salva es que aún queda algo de personal en la embajada y que tenemos la funeraria cerca, pero no es igual que antes”, afirma Olimpia, dependienta de un quiosco de comida rápida. “Aquí no había descanso; de lunes a viernes se vendía tan solo entre la mañana y el mediodía 200, 300 panes, jugos, pizzas, más de 100 cajitas (almuerzos), y ahora si logramos vender 20 o 30 es porque tuvimos un buen día. (…) Estamos pensando en cerrar pero tenemos la esperanza de que esto se arregle, en eso estamos todos”.
Los negocios de llenado de planillas también se encuentran entre los más afectados, aunque no tanto como aquellos de renta de habitaciones y casas. Pedro, un abogado que lleva más de 10 años ejerciendo de manera particular la asesoría y el llenado de formularios, así como el alquiler de cuartos, considera que, de continuar la crisis, tendrá que optar por el cierre.
“Tengo dos habitaciones vacías. Antes la gente reservaba hasta con seis meses de antelación y no daba tiempo ni para respirar. Salía uno y entraba el otro, así fue hasta que vino esto. (…) La suerte es que es una zona céntrica pero ahora tengo que cambiar la licencia y no puedo (…) no están dejando (…), porque yo era arrendador en moneda nacional, no puedo rentarle a extranjeros, es una traba tras otra. (…) Te joden aquí, te joden allá, y en definitiva allá arriba no pasa nada”, opina Pedro.
“Las planillas llevan una inversión, y un gasto mensual sobre todo por la internet, también la impresión”, asegura Gisela, gestora de trámites por cuenta propia. “Si cada vez hay menos clientes, no es rentable y seremos unos cuantos los perjudicados. No solo quienes vivimos de esto sino los que no pueden llenar una planilla online, o que no saben cómo llenarla, la planilla, o cómo prepararse para la entrevista. (…) Creo que es absurdo, y muy terrible porque ya uno está muy embarcado con lo que sucede aquí para que también allá vengan a complicar más la cosa”, considera Gisela.
Aunque hay quienes sospechan que detrás de algunos de los negocios de llenado de planillas existe algún tipo participación estatal, sobre todo por las facilidades para el acceso a Internet en un país con una de las tasas más bajas de conectividad y con uno de los servicios más deficientes y a la vez controlados en su totalidad por el Gobierno, no es menos cierto que la gran mayoría de ellos surgieron como fruto de la iniciativa privada y que daban empleo, ya sea regular o irregularmente, legal o ilegal, a cerca de un millar de cubanos.
Una cifra que ha sido calculada teniendo en cuenta tan solo el medio centenar de establecimientos de todo tipo que rodean el perímetro de la embajada de los Estados Unidos en La Habana. También una cifra que, aun conservadora, pudiera dejar varias interrogantes sobre las consecuencias trágicas de una medida cuyo efecto dominó hace pagar a justos por pecadores.