LA HABANA, Cuba. – Todo el que conoce a Alfredo Guilleuma Rodríguez recuerda inmediatamente una anécdota muy comentada en la oposición cubana: el día en que al llamado agente Camilo de la Seguridad del Estado le propinaron un bastonazo en el brazo. Al protagonista de tal hazaña todos lo conocen como “El Viejo Alfredo”.
El suceso ocurrió hace casi 11 años en el municipio habanero de Playa, específicamente en la iglesia de Santa Rita, recuerda el propio Alfredo. “En un lugar donde nos reuníamos Berta Soler, Laura Pollán y yo, ahí fue donde le di un bastonazo a Camilo. Vino y me fue a quitar el bastón y le metí un fuetazo. Me tenía un miedo… Cuando yo estaba, decía: ‘¡Quítenle el bastón al Viejo Alfredo!’, y yo me atrincheraba”.
Berta Soler Fernández, líder de las Damas de Blanco, recuerda a Alfredo en la parroquia de Santa Rita de Casia, donde participaba en la misa dominical antes de caminar con las activistas por 5ta Avenida en protesta pacífica por la libertad de los presos políticos.
“Alfredo tiene tantas anécdotas… En una ocasión en la casa de Vladimiro Roca Antúnez había un plantón y Alfredo le alcanzaba comida y cosas a los que estaban allí. En una de esas lo detuvieron, lo montaron en un carro y lo llevaron para el Zoológico de 26 que en aquel momento estaba en reparación; allí lo amenazaron y le dijeron: ‘Tú sabes qué bien se ve un viejo en la boca de los leones’”.
A pesar de que ya tiene 92 años, Alfredo rememora con claridad las veces que ha hecho correr a los agentes de la Policía política. Una vez fue a visitar a varios conocidos en el municipio Boyeros y allí, frente al Hospital Psiquiátrico de La Habana, conocido como Mazorra, hizo de las suyas.
“Frente a Mazorra me tiré en la calle y les dije a los de la Seguridad: ‘¡Ahora me voy a tirar aquí para que me maten y fueron ustedes!’. Y así paré el tráfico como media hora. Yo le he hecho muchas cosas a esta gente”, cuenta.
El escritor y exprisionero político Ángel Santiesteban Prats también rememora con cariño las ocurrencias de El Viejo Alfredo. Según cuenta, una vez agentes de la Seguridad del Estado lo detuvieron, lo montaron en una patrulla y lo abandonaron lejos de la ciudad.
“Sería 2011 o 2012 cuando lo dejaron después de Siboney. Él le sacó la mano a un taxi amarillo, que en aquel momento se pagaba en pesos convertibles (CUC) y le dijo al chofer: ‘Vamos, te pago cuando llegue’. El taxista lo montó y fueron directo para la Sección 21 de la Seguridad del Estado. Alfredo se bajó y dijo: ‘Ahora esto lo pagan ustedes’”.
Santiesteban Prats cuenta que los agentes de la Seguridad del Estado le firmaron la tarjeta al taxista para que se fuera y El Viejo Alfredo les hizo saber que cada vez que lo dejaran abandonado en algún lugar alejado cogería un taxi hasta allí y ellos tendrían que pagarlo.
“A partir de ese momento no lo abandonaron más, lo que hacían entonces era montarle la guardia en la puerta de la casa para impedirle salir. El Viejo Alfredo les dio trabajo”.
Primero Batista, luego Fidel Castro
Antes de enfrentar al régimen de Fidel Castro, El Viejo Alfredo se opuso a la dictadura de Fulgencio Batista. Incluso fue luchador clandestino antes de enero de 1959. Cuando Castro llegó al poder, a Alfredo le confiaron responsabilidades como el aeropuerto de Isla de Pinos (Isla de la Juventud).
El opositor también recuerda su amistad con Celia Sánchez Manduley y cómo a través de ella ayudó a muchas personas que acudían a él. “Yo quería mucho a Celia y ella a mí. La gente iba a donde yo estaba para que le ayudara y yo iba a donde estaba Celia”.
Poco a poco El Viejo Alfredo se fue percatando del rumbo que tomaba el gobierno de Fidel Castro.
“Vi que empezaron las sinvergüencerías. Vi las cosas que empezaron a hacer y me fui decepcionando, me aparté. Ellos me ofrecían cosas: que me iban a dar una casa para que regresara, y yo les decía que no quería ni saber de ellos”.
Alfredo, un valiente
Alfredo se reconoce como “uno de los más viejos en la oposición en Cuba” y afirma que “nunca ha sido un traidor ni un sinvergüenza”, pues siempre ha estado “luchando por los humildes”.
En la primera década de este siglo se unió al Movimiento Liberal Cubano, una organización política opositora al régimen, fundada el 2 de julio de 2002. Precisamente León Padrón Azcuy, líder de este movimiento que más adelante se convirtió en partido, describe a El Viejo Alfredo como “uno de los activistas más frecuentes en todas las actividades”.
“Me iba para las embajadas, pero muchas veces la Seguridad del Estado no me dejaba llegar”, cuenta Alfredo. “Me les explotaba, pero con respeto, no con grosería, siempre defendiendo mi causa”.
“Yo no era ningún asesino ni terrorista, sin embargo, no me dejaban vivir. Siempre los he tenido frente a mi casa y, si salía, me seguían. Me preguntaban: ‘¿Para dónde va, Viejo Alfredo?’, y yo les contestaba: ‘Para donde me dé la gana, ustedes tienen dueño pero yo no’”.
Alfredo asegura que los agentes de la Policía política, quienes incluso ya lo tratan con cierto “respeto”, le han ofrecido nueva casa y hasta sacarlo del país. “Hay veces que me ven por ahí y me saludan: ‘¿Cómo está, Viejo Alfredo? ¿Te hace falta algo? Nosotros somos amigos tuyos. Tú estás mal porque tú quieres’, y yo les digo: ‘Lo que necesito es que ustedes se vayan de aquí de Cuba, que se vayan pa’l carajo”.
El creador y coordinador del Movimiento Internacional Antidictatorial, José Alberto Álvarez Bravo, conoce a El Viejo Alfredo desde hace 14 años y lo caracteriza como una persona “muy singular e icónica” dentro de la sociedad civil independiente.
“Puedo contar muchas vivencias, muchas anécdotas: él se caracterizó por ser una presencia habitual. Por ejemplo, en la parroquia de Santa Rita siempre estaba presente sin buscar ningún tipo de protagonismo y sin aspirar a ningún beneficio”.
“Es necesario que se tenga en cuenta que estas personas que han aportado todos estos años de resistencia a la dictadura castrista no deben ser ignoradas, deben ser tenidas en cuenta para la experiencia de las nuevas generaciones. Todo esto que se ha vivido no debe quedar en el olvido”, pide Álvarez Bravo.
A sus 92 años, El Viejo Alfredo afirma que se siente “fuerte” todavía para seguir luchando por la libertad de su país. “Espero que Cuba sea libre, pero eso va a costar su lucha, sus muertos. No obstante, de que va a ser libre, va a ser libre”, termina.
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