LA HABANA, Cuba -Jimmy Carter fue el único presidente de Estados Unidos -1977-1981- que creyó en Fidel Castro. El año que toma posesión del trigésimo noveno mandato presidencial, suspende los vuelos de espionaje sobre la mayor de las Antillas. Días después, cuando en una entrevista con la CBS, Fidel Castro lo elogia y expresa que Cuba y Estados Unidos no deben vivir como enemigos, Carter no sólo le creyó, sino que declara que su país podría poner fin a la animosidad contra la isla, si Fidel asegura el cumplimiento de los Derechos Humanos.
También Carter declara a la prensa en aquellos momentos que la retirada de las tropas cubanas de Angola, podría contribuir al mejoramiento de las relaciones entre ambos países. Pero Castro hizo todo lo contrario: aumentó la presencia armada en el país africano y enfrió una vez más las relaciones cubanas-norteamericanas. ¿Cómo reaccionó Carter? Reitera sus declaraciones sobre la normalización de las relaciones con Cuba, insiste en creer en la buena fe o la racionalidad del dictador caribeño, quien en vez de iniciar una política de respeto a los Derechos Humanos, insistió en que Estados Unidos estaba obligado a levantar el embargo sin contrapartida.
¿Cómo podía un dictador belicoso, amante de la guerra, poner fin a su injerencia en América Latina, disminuir su presencia militar en numerosos países y sobre todo, respetar por primera vez los Derechos Humanos en la historia de su Revolución?
Jimmy Carter volvió a equivocarse con el propietario de la isla cubana. Autoriza los viajes a Cuba en marzo de 1977 y envía a La Habana senadores demócratas para que se entrevisten con Fidel, acompañados de noventa hombres de negocios norteamericanos.
En ese sentido vuelve a fracasar. La reacción del caudillo no sorprendió a nadie: No habrá negociaciones con EE.UU hasta que se levante el embargo, al que él llama Bloqueo. Sin embargo, acepta la apertura de Secciones de Intereses entre Washington y La Habana el 1ro de septiembre de 1977, para luego continuar con sus amistades peligrosas, como el dictador Saddam Hussein, quien visitó Cuba el 13 de diciembre de 1978, enviar al mando de Arnaldo Ochoa miles de hombres armados para apoyar al dictador Mengistu Haile Mariam de Etiopía y se involucra en las luchas civiles de Shaba, otra región africana.
Es por eso que, en julio de 1979, mientras se reanudan los vuelos regulares entre EE.UU. y Cuba gracias a Carter, suspendidos desde 1961, tres mil soldados soviéticos se mantienen operando en la isla, Fidel y Raúl Castro reciben con los brazos abiertos al jefe del ejército de la dictadura siria y declara en un discurso el 8 de marzo de 1980, que no renunciará a continuar ayudando a los revolucionarios que luchan contra Estados Unidos.
Carter quedará para la historia como un buen hombre, humanitario, pero con poca visión política. Falló al criticar el liberalismo y al insistir en sus esfuerzos por solucionar el conflicto entre su país y Cuba, no se percató de que al tozudo dictador, según su estilo hitleriano, sólo le interesaba luchar contra Estados Unidos, poner de rodillas a ese gobierno, a pesar de que su presidente le tendía la mano para limar asperezas.
¿Acaso Carter no comprendía que a Fidel Castro no le ha interesado jamás el bienestar del pueblo cubano, la mejoría que se obtuviera con un comercio entre Estados Unidos y Cuba, un comercio de calidad y a poca distancia de nuestras costas?
Como regalo y despedida a Carter, casi finalizado su mandato, ocurre en Cuba un verdadero y honroso Plebiscito donde se rechaza el socialismo: a la embajada de Perú penetran once mil cubanos en pocos días y más de 125, 262 parten por el puerto del Mariel hacia La Florida, donde son recibidos con los brazos abiertos.
En 2002, cuando Jimmy Carter visitó La Habana por primera vez, dejó sorprendido a todos los cubanos que aman la libertad y la democracia, no sólo porque se reunió con líderes de la oposición pacífica, sino porque en su alocución ante el pueblo pidiera elecciones libres, respeto a los Derechos Humanos y a las libertades civiles.
En 2003, Fidel Castro ordenó condenar a largos años de prisión a los mismos dirigentes políticos con los que el ex presidente norteamericano había conversado el año anterior.