MIAMI, Estados Unidos.- En medio de la debacle que la tiranía quiere atajar con las mismas “curitas” al uso: unas libras más de arroz, algo de aceite y el consabido jabón de tocador, otros artistas famosos cubanos que durante años se mantuvieron al margen de ofrecer opiniones políticas, chantajeados por el régimen, han emitido sus declaraciones correspondientes en contra de la violenta represión.
Además de Pablo Milanés, la dramaturga Flora Lauten se expresa a favor del pueblo, así como la cantante Alina Rodríguez, desde España.
Ni hablar de la bronca que tienen reguetoneros como Yomil, el Chacal y Osmani García directamente con quien fuera un admirador del género musical, el propio Díaz Canel, quen ahora tendrá que prescindir de sus conciertos.
El ambiente sigue caldeado y pocas iniciativas le salen bien al régimen. El ministro de relaciones exteriores, Bruno Rodríguez, niega que hayan sido detenidos menores de edad, y la propia fiscal de la isla lo desmiente, mientras en un intercambio virtual con su homólogo canadiense Rodríguez se hace el desentendido con la recomendación del colega, quien critica al gobierno de La Habana por la represión y la falta de libertad de expresión.
Tania Bruguera, artista y profesora distinguida internacionalmente, que el castrismo desprecia y maltrata como una vulgar alborotadora, ha sido nombrada miembro de la facultad de la Universidad de Harvard.
Ahora el régimen se referirá a esta afortunada eventualidad para la cultura cubana como otro operativo de la CIA. Se trata de una posición sumamente disputada en el paradigma de las instituciones de educación superior del mundo.
A pesar de todos los méritos artísticos y académicos que ostenta Bruguera, es ciertamente lamentable el silencio de sus colegas internacionales, admiradores del castrismo o temerosos de ser cancelados por las grandes instituciones de izquierda, que controlan el panorama de las artes plásticas y no toleran cuestionamientos sobre la decadente revolución.
No es menos cierto, por otra parte, que no todos los cubanos famosos en esta esfera de la cultura la han defendido como se lo merece.
Bruguera ha elegido vivir en su casa de La Habana, en pleno ojo de la tormenta represiva, y hay videos donde constan las bajezas a las cuales ha estado expuesta en la propia puerta de su hogar, además de ser amenazada con decenas de años de cárcel por instigar la caída del régimen, según argumenta la fiscalía castrista.
La gloriosa marcha de los cubanos libres por Washington, no obstante sus dimensiones y orden, fue ignorada por The New York Times que, en su lugar, publicó un artículo sobre el restaurante Versailles como punto de encuentro histórico de la cubanidad cuando algún acontecimiento esperanzador nos convoca.
Otra vez, el subtitulo del texto disminuye los esfuerzos del pueblo en la isla por sacudirse el yugo oprobioso, así como el apoyo desinteresado de sus congéneres desde esta orilla, al afirmar que los recientes encuentros en el Versailles denuncian la falta de comida y de medicina en Cuba.
El artículo también aprovecha la ocasión para afirmar, sin encuestas, que muchos de los cubanos reunidos en los alrededores del restaurante son “conservadores” y blancos, por lo cual el punto de vista de la población negra de origen cubano está subrepresentado.
Una profesora de la Universidad de Texas es citada diciendo que los negros cubanos son invisibles en Miami y desde el punto de vista de quienes protestan, el icónico lugar es considerado, por muchos, como “un espacio anti negro”.
Leilani Bruce, por su parte, cubana de origen jamaicano, afirma en el periódico al cual he debido regresar para puntualizar estas infamias que no va al restaurante a protestar, especialmente, luego de haber sido testigo de racismo por parte de cubanos conservadores durante las manifestaciones de Black Lives Matter.
Bruce parece ignorar que esa organización, de corte marxista, acaba de apoyar abiertamente a la tiranía cubana, así que no es de esperar mucha simpatía por los isleños que se dan cita en Versailles.
Es lamentable, sin embargo, que un artículo sobre el exitoso restaurante, prueba suprema de que los criollos en libertad pueden triunfar de modo ostensible, ocupe tanto espacio para elucubrar sobre nuestro presunto racismo, sobre todo, cuando somos miles apoyando a un movimiento inusitado de rebeldía en la isla que encabeza, precisamente, la población más despreciada por la dictadura racista de los Castro, los negros cubanos.
Me acordé entonces de cuando mi hijo menor, nacido en los Estados Unidos, me habló de un amigo de la escuela recién llegado de Cuba a quien él ayudaba a entenderse en inglés, que era negro y cubano, me puntualizaba orgulloso, como si fueran virtudes inseparables.
Cuando esta semana me tomé el cortadito exquisito que me prepara Ramona, dominicana entre las más cubanas que uno se puede imaginar, en la ventanita del Versailles, al frente del restaurante ondeaba una pancarta con una famosa cita de Martí en inglés, como para que todos la compendieran: “Only oppression should fear the full exercise of freedom” (“Sola la opresión debe temer al pleno ejercicio de la libertad”).
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