LA HABANA, Cuba. – Deberían cambiarle el nombre de Reparto Eléctrico por cualquier otro menos sarcástico, más apegado a la realidad, en tanto el actual pudiera evocar en quienes no lo conocen de cerca un aire de “modernidad”, de “actualidad tecnológica” del cual carece por completo. Es más, debería ser renombrado como una extensión de El Calvario, el barrio que lo antecede por la misma Calzada de Managua, cuando se llega desde el centro de La Habana (pasando por Mantilla), y cuyo nombre, altamente sombrío, describe mucho mejor el día a día de la gente.
Pero algo similar sucede con todos los barrios en Cuba que aún conservan nombres “peculiares” como ese, solo porque así fueron bautizados antes de 1959; y entonces hoy, frente al desastre y los abandonos que caracterizan nuestro entorno, nombres como Parcelación Moderna, Progreso (estos dos en las proximidades del Reparto Eléctrico), Buena Vista, Vista Alegre, Delicias o Barrio Chino (donde quedan muy pocos chinos originarios), parecen una cruel ironía, una burla, debido a las condiciones ruinosas en que muchos se encuentran y las penurias que azotan a buena parte de sus habitantes.
Para empezar, se siente algo de vergüenza cuando se dice “eléctrico” y de inmediato sabemos que llega el chiste sobre los apagones, más cuando en estas zonas de la periferia urbana suelen ser más severos que en otros lugares de la ciudad. No obstante, quizás por la “peligrosa” cercanía del Reparto Eléctrico a La Güinera —donde, durante las protestas del 11J, la multitud casi estuvo a punto de tomar la estación de policía de la localidad, y donde el joven Diubis Laurencio Tejeda fuera asesinado por un uniformado que disparó contra quienes protestaban—, los cortes de electricidad no suelen durar mucho tiempo tal vez para evitar caldear los ánimos de quienes ya tienen motivos suficientes, más allá de los apagones, para estar enojados.
Y una de esas razones de enojo podría ser la insalubridad perpetua en que transcurren sus vidas, así como las soluciones a los problemas que jamás son definitivas, sino salidas del paso, casi siempre cuando una vez cada mil años algún alto funcionario del régimen planifica un recorrido rápido por la localidad, como parte del populismo que los caracteriza, como fue el caso de la visita de Miguel Díaz-Canel al Reparto Eléctrico en abril de 2022, que estuvo precedida por labores de saneamiento, reparación de las calles por donde transitaría la comitiva, pintura de fachadas de los edificios (solo de los que saldrían en las fotos oficiales, el resto quedó igual o peor) y mucha “actividad cultural” como pretexto para inundar de policías el barrio la víspera de la “visita”.
Pero ha transcurrido un año y no solo las poquísimas lluvias caídas, en medio de tan severa sequía, han arruinado la pintura de mala calidad usada en las “labores de embellecimiento”, poniendo al descubierto el engaño, sino que los baches en las vías reparadas han regresado, así como los basurales no solo se han vuelto a rebosar sino que se han multiplicado, bordeados por brotes de aguas albañales que conducen los desperdicios hasta las puertas de las casas, lo que hace prácticamente inhabitable la barriada.
Las aguas verdes hieden intensamente y los casos de enfermedades asociadas a este abandono perpetuo aumentan en la comunidad, pero nadie parece prestar oídos a las quejas y las denuncias que se acumulan en las redes sociales: el Reparto Eléctrico se hunde en aguas albañales y basura podrida, incluso el policlínico del lugar está rodeado por la pestilencia sin que Salud Pública parezca preocuparse por la situación. Ya de tanto tiempo así las personas caminan muy tranquilas por entre la suciedad, como resignadas a su “destino”.
Incluso en los tramos de calles más afectados por baches y salideros de aguas albañales, la solución ha sido cerrar las vías temporalmente al transporte público hasta que las personas por su cuenta, con sus propios recursos, reparen las vías o, de no poder hacerlo, se adapten a caminar decenas de cuadras por entre la podredumbre.
“Llegará el momento en que tendremos que salir en botes, como en Venecia”, decía alguien mientras bordeaba un bache convertido en laguna podrida. Decía “Venecia” con la misma tranquilidad consoladora, inconsciente, con que, al paso de los años decimos “eléctrico” ya sin detenernos a pensar en la burla pesada que encierra ese nombre para un lugar donde parece que aún estamos en la Edad de Piedra. “Venecia”, dijo, y no otro nombre dantesco más apropiado a la miseria que le rodea.
En fin, así funciona el “sistema” cuando quienes lo “controlan” descubren nuestra “adaptabilidad” y “sumisión”, cuando a pesar de no ser escuchados y atendidos, respondemos escuchando y atendiendo (es decir, obedeciendo) a quien nos ignora.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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