El regreso de Evo Morales

LA HABANA, Cuba. – En días recientes ha sido noticia el retorno a Bolivia del expresidente de ese país, Evo Morales, a poco más de un año de su derrocamiento. Esto estaba anunciado desde que se confirmó la victoria por mayoría absoluta, en la primera vuelta electoral, de la candidatura del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido del también exlíder cocalero. Los nominados por esa fuerza política, Luis Arce Catacora y David Choquehuanca, se impusieron sin dificultades a los restantes candidatos.
¿Debemos suponer que los electores bolivianos son partidarios a ultranza de la ideología socialista? Es razonable pensar que, al menos en parte, el respaldo popular obedece al acierto mostrado por el gobierno evista, al no inmiscuirse demasiado en la economía del país. Una postura atinada que lo distanció, y en forma destacada, de los desastres entronizados por sus amigos izquierdistas en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Pero conviene no cerrar los ojos a la realidad étnica del país andino: dos tercios de la población pertenecen a los pueblos originarios. Pese a ello, fue Evo Morales el primer presidente indígena de Bolivia (los “socios listos” del Siglo XXI afirman que de todo el continente, pero ahí está el gran Benito Juárez para demostrar que en ese punto, como en otras tantas cosas, mienten de manera desvergonzada).
Se supone que los ciudadanos de un país voten no por razones de preferencias raciales, pero ya sabemos que en este pícaro mundo no es raro que suceda lo contrario. No en balde los norteamericanos de ascendencia africana sufragaron en masa por Barack Obama. Y cabe suponer que no pocos bolivianos de origen amerindio, guiados por razones étnicas, lo hayan hecho por Morales en su día, o ahora por Arce y Choquehuanca.
Pero los políticos antisocialistas del país del Altiplano, cegados por sus aspiraciones personales, no prestan atención a esa realidad. No sólo eludieron la posibilidad de presentar una candidatura única para enfrentar a la del MAS; también insisten en nominar a políticos de clara ascendencia europea, que llevan las de perder ante los demagogos socialistas que sí tienen muy presentes las realidades étnicas de Bolivia.
En cualquier caso, es un hecho cierto que, tan pronto Arce tomó posesión de la primera magistratura, Evo se apresuró a regresar. En esto, como en otros detalles, aprendió del mentor de todos los rojos y rosados de Nuestra América: el “comandante en jefe” Fidel Castro.
El personaje bien pudo haber tomado un vuelo de Buenos Aires (donde gozaba del amparo concedido por Alberto Fernández) a La Paz-El Alto. Pero prefirió ir por tierra. Imitó en esto a su ídolo, que tras el derrumbe del régimen batistiano, optó por hacer un largo viaje de una semana por toda la geografía cubana: una especie de campaña electoral… sin elecciones. Evo fue más comedido: su recorrido sólo duró tres días.
También (y de manera análoga al “millón” de cubanos que —afirmaba Castro— se reunían en una plaza pública cada vez que su gobierno los convocaba para que lo respaldaran), su discípulo Evo, al arribar a Chimoré (el mismo aeropuerto desde el cual huyó a México hace poco más de un año) aseguró que el número de sus compatriotas venidos desde todos los confines de Bolivia para saludarlo es esa misma cifra redonda y mágica: sí, el consabido “millón”.
El órgano chavista Confirmado, en el colmo del desatino, afirma: “El retorno de Evo Morales marca una (sic) nuevo comienzo para el MAS en Bolivia”. Esto último se habría logrado —pues— no con la clara victoria del binomio Arce-Choquehuanca en primera vuelta, ni con la toma de posesión de sus altos cargos por parte de ambos, sino sólo en virtud del “retorno de Evo”. ¡Excelente ejemplo de la “chicharronería” (un purista diría “obsecuencia”) y el culto a la personalidad que caracteriza a estos socialistas!
En cualquier caso, es verdad que no todos los masistas se muestran conformes con el regreso del exlíder depuesto. El economista Ramiro Lizondo asegura que “significa un respaldo muy importante para (…) Arce”. Pero la presidenta del Senado, Eva Copa, afirmó que “no es el momento adecuado para que Morales vuelva de Argentina”.
Por su parte, el recién inaugurado Jefe del Estado Plurinacional no se ha dado por enterado. No mencionó a Evo en su discurso de investidura. Tampoco ha acudido a recibirlo. Y hace muy bien. Si hay que exaltar alguna personalidad, habría que hacerlo con la del mismo Arce, no con la del presidente defenestrado.
Pero, como suele suceder, estos jefes socialistas (y Morales no parece ser la excepción) son incapaces de resistir sus enfermizas ansias de protagonismo. Por los días de su retorno, formuló unas declaraciones inadecuadas sobre su propósito de hacer renacer dos cadáveres insepultos: la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). También ha hablado de la necesidad de crear un “Estado Plurinacional Latinoamericano”.
El exlíder cocalero actúa —pues— como si todavía le correspondiese a él mismo (y no a los nuevos dirigentes recién electos) decir la última palabra sobre los destinos de Bolivia. Por supuesto que esas pretensiones deben desagradarle en gran medida al señor Arce Catacora. Muy mal estaría este si no las rechazara y actuara en consecuencia. En definitiva, ahora es él, y no Evo, el dueño del “jamón” y quien reparte sus codiciadas lascas.
En el ínterin, habrá que determinar qué hacer con las acusaciones que pesan sobre el presidente depuesto. Y no tanto las de “genocidio”, que se derivan de los llamados hechos por Morales desde el extranjero para que sus partidarios sitiasen ciudades. Esto (alegan sus detractores) dio lugar a la muerte de decenas de conciudadanos. Lo más aconsejable parece ser que esas aventuradas imputaciones (y las contrarias hechas por los masistas a los personeros del Gobierno Provisional) se solventen con una amnistía para tirios y troyanos (es eso lo mejor que pudiera propiciar Arce para lograr una verdadera reconciliación nacional).
Pero sobre Morales pesan otras acusaciones de carácter común, mucho más pedestres. Entre ellas la de haber perpetrado el estupro de una jovencita que, al momento de iniciar ambos sus relaciones íntimas, contaba sólo 14 años de edad.
Habrá que ver cómo enfrentarán toda la situación derivada del regreso de Evo Morales el presidente Luis Arce y su equipo. Pero parece aconsejable que el nuevo mandatario se mire en el espejo del ecuatoriano Lenín Moreno y no se muestre tolerante ante las pretensiones del fundador de su partido, que parece querer relegarlos a un segundo plano.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.