LA HABANA, Cuba.- Por estos días, pero hace quince años, en diciembre de 2002, Ricardo González Alfonso y este servidor andábamos ajetreados repartiendo ejemplares de la revista De Cuba a diplomáticos extranjeros y agencias de prensa internacionales acreditadas en La Habana.
Sabíamos que Seguridad del Estado nos pisaba los talones, que nos exponíamos a ser encarcelados por “difusión de propaganda enemiga” o cualquier cargo peor, incluso la Ley 88, pero valía la pena el riesgo: queríamos que todo el mundo supiera que había aparecido el primer número de la primera publicación independiente del control oficial hecha enteramente en Cuba luego de que el régimen castrista aboliera la libertad de prensa.
La idea de hacer la revista, que a muchos pareció delirante, fue del poeta Raúl Rivero, uno de los fundadores de la prensa independiente, que dirigía la agencia Cuba Press, y de Ricardo González, el director de la Sociedad de Periodistas “Manuel Márquez Sterling”.
No fue fácil concretar el sueño de la revista. Al respecto, en el editorial del primer número, Ricardo González señalaba que “…de no ser una necesidad nacional, hubiera parecido un milagro”.
Y lo fue, frente a tantos obstáculos e interferencias. Hubo que trabajar duro. Primero, durante semanas, tuvimos que convertirnos en albañiles, pintores y electricistas para convertir en sala de redacción la muy deteriorada planta alta de la casa de Ricardo, en la calle 86, en Miramar. Y luego, aprender a manejar la computadora, cuando nunca habíamos puesto las manos en una (todavía estábamos en la época del bolígrafo y la máquina de escribir).
Pero a Ricardo, terco, tenaz, alegre, optimista, nada parecía capaz de frenarlo, y menos de derrumbarlo. Su divisa siempre fue: “Cuando no estoy bien, estoy mejor”.
Ricardo había trabajado como guionista de la televisión pero fue expulsado por problemas políticos: le tuvieron en cuenta “su procedencia burguesa” y las “debilidades ideológicas”, traducidas en pensar con cabeza propia y no callarse la boca ante nada. Entonces, para poder mantener a sus dos hijos pequeños, tuvo que chapear, fumigar y vender maní. En 1995 se incorporó a la prensa independiente. Fue subdirector de la agencia Cuba Press y corresponsal en La Habana de Reporteros sin Fronteras. En 2001 fundó la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling.
Contando con la asesoría y las enseñanzas inestimables de Raúl Rivero –siempre estaremos en enorme deuda de gratitud con él-, la parte periodística de la revista fue la más fácil. Y es que el consejo de redacción –integrado por Tania Quintero, Claudia Márquez y Luis Cino- contó con la cooperación de varias de las mejores plumas del periodismo independiente, como Miriam Leiva, Oscar Espinosa Chepe, Iván García, Jorge Olivera y el fotógrafo Omar Rodríguez Saludes.
Cuatro meses después, Seguridad del Estado destrozó nuestro sueño. El 18 de marzo de 2003, Ricardo González fue uno de los primeros arrestados de la ola represiva conocida como la Primavera Negra. La policía saqueó la redacción y se llevó todos los medios de trabajo, hasta las presillas. Poco después, encarcelaron al poeta Raúl Rivero, a Oscar Espinosa Chepe, Jorge Olivera y Omar Rodríguez Saludes.
Pero, a pesar de que confiscaron numerosos ejemplares, el segundo número de la revista De Cuba ya estaba en la calle. Y unos meses después, en septiembre de 2003, pese a la incertidumbre que reinaba ante las fuertes condenas a prisión impuestas a nuestros compañeros, desafiando la represión, Claudia Márquez, con la ayuda de Tania Quintero e Iván García, logró lanzar en una edición emergente el tercer número de la revista.
Por valerosos y dignos, me enorgullece mucho tener amigos como ellos, y como Raúl Rivero y Ricardo González Alfonso. Y aun más me enorgullece haber trabajado con ellos, haber compartido ideas y sueños. Ojala alguna vez la vida nos dé la oportunidad de volver a trabajar juntos, en una patria mejorada y libre, donde los esbirros de la policía política ni remotamente tengan la posibilidad de volver a hacer trizas nuestro empeño.