LA HABANA, Cuba.- Por estos días uno de los afamados “cinco héroes” cubanos, René González (61 años), ha vuelto a ganar protagonismo en las redes sociales. Esta vez, sin embargo, su regreso a la notoriedad no se relaciona con los lauros de sus glorias pasadas cuando –al igual que sus cuatro compañeros– se convirtió en epítome de patriotismo revolucionario como “prisionero del Imperio” por obra y gracia de la última (y más prolongada) de las onerosas batallas ideológicas urdidas por Castro I.
Por el contrario, este retorno de René a la palestra pública es fruto de la insoportable humillación de no haber sido incluido en la lista de los 605 ungidos como candidatos a diputados, privilegio del que gozan solo dos de los cinco espías: Gerardo Hernández y Fernando González, pese a que todos ellos habían recibido previamente las correspondientes “planillas” como elegidos de sus respectivos sindicatos para dicha aspirantura.
La protesta no se hizo esperar. La inició una periodista oficial en su cuenta de Facebook, la cual recibió una extensa réplica por parte de la esposa del damnificado –la señora Olga Salanueva–, quien amplió los pormenores del asunto. También numerosos fans de los ex espías aportaron comentarios de protesta en la misma red social y en algunas webs que se han sumado al debate sobre el caso, revelando colateralmente otros demonios que subyacen en la opinión nacional y que superan con creces el nimio detalle de la exclusión –dizque “otra injusticia”– sufrida por un simple elemento utilitario desechable del castrismo (tonto útil, se les suele llamar) como lo es René González o los otros dos omitidos.
La web OnCuba publicó un extenso texto que va desde el recorrido apologético sobre los cinco agentes de la Seguridad del Estado infiltrados en Estados Unidos y encarcelados en ese país, hasta su retorno a Cuba, pasando por la ciclópea campaña y las movilizaciones desplegadas a favor de su liberación, en la Isla y en el extranjero, cuyo costo –dicho sea de paso– incluyendo, por ejemplo, los gastos de la defensa legal, la inseminación artificial a la esposa de Gerardo Hernández en una clínica privada y los frecuentes viajes de los familiares y de la nutrida comitiva de apoyo formada por funcionarios oficiales alrededor del mundo, se mantiene hasta hoy en el más absoluto secreto.
Lo cierto es que, tras el resentimiento de la señora Salanueva, queda perfectamente establecido que su esposo estaba en disposición de asumir la candidatura y eventualmente el cargo como diputado, algo que los cinco “merecen” ya que todos “están más probados que el chocolate” y “es de muy mal gusto tratar de establecer diferencias” entre ellos. De hecho, el estilo en que Salanueva expresa su disgusto parece sugerir una peculiar manera de interpretar el cargo de diputado: más como un galardón de reconocimiento a los méritos de su marido (y de sus heroicos “hermanos”) que como un mandato al servicio del pueblo y de la nación.
Obviamente, Salanueva añora los tiempos en que, como prisioneros en cárceles estadounidenses, todos ellos tenían el mismo rango y sus familias recibían similares atenciones y beneficios, y deplora que ahora algunos sean considerados más héroes que otros y que las prebendas no sean repartidas por igual.
Un trato diferenciado que –aunque ella no lo exprese directamente– se evidencia también en el puesto que se asignó a cada uno de ellos a su regreso a la Isla, que en el caso de René es un destino tan irrelevante y oscuro como la vicepresidencia de la Sociedad Cultural José Martí, pero que él ha cumplido a cabalidad “a pesar de que esta tarea no tiene nada que ver con su vocación, y de que ni siquiera puede ejercer la profesión que ama”, afirma su enojada esposa.
Ahora bien, todos estos cotilleos y disconformidades son inéditos por cuanto rompen con la habitual aquiescencia de las filas “revolucionarias” y demuestran que un número indeterminado de sujetos del sector oficialista está dispuesto a cuestionar fuertemente el estatus quo y a exigir explicaciones. Más aún: los que apoyan lo que pudiéramos llamar la nueva causa de los cinco –o quizás deberíamos decir de los tres– están reclamando derechos de participación política, al menos en relación con la representación que aspiran a tener en el Parlamento, más allá de los “cotejos políticos” de una Comisión Nacional de Candidatura –la cual, según estipula la Ley electoral, tiene la prerrogativa de nominar al 50% de los candidatos a diputados– cuya legitimidad dejan en entredicho ya que solo persigue “la satisfacción y salvaguarda del poder real actual”.
¿Y quién o quiénes son los sujetos de ese “poder real actual”? No se enuncia, pero se infiere. En cualquier caso son esos “jefes formales que hoy absorben la actividad política en Cuba”, señalados en el texto de OnCuba, que carecen del “tremendo acumulado de simpatía popular” con que, según dicen, cuentan los cinco ex espías como “líderes potenciales”.
Aquellos que consideren todo este ciber-escarceo como un asunto baladí deberían tomar en cuenta que en las condiciones cubanas, tras casi 60 años de totalitarismo en los cuales la cúpula gobernante y sus instituciones mantuvieron bajo control todo lo concerniente al sistema electoral y a los parlamentarios “elegidos”, resulta una verdadera sorpresa semejante avalancha de críticas y exigencias desde una base social que se autodefine como revolucionaria, que se manifiesta impaciente por la espera de una reforma electoral “que no acaba de llegar” y que debería otorgarles una mayor participación en las decisiones políticas del país.
Diríase que a fuerza de repetirse la mentira de que “el pueblo es el soberano” algunos fieles del castrismo han acabado creyéndoselo y realmente quieren ceñirse la corona, algo así como un avance impensable en la era de Castro I, pero indicador inequívoco del estado de inconformidad de amplios sectores sociales, incluso aunque todavía haya quienes ingenuamente crean que los diputados cubanos –esa extraña amalgama formada por burócratas, artistas, intelectual(oides), “glorias deportivas”, macheteros millonarios en un país donde ni caña de azúcar va quedando, y ahora hasta espías reciclados– tengan en verdad la capacidad de tomar decisiones políticas.
De cualquier manera, y restando poco más de 80 días para que el general-presidente Raúl Castro abandone su cargo al frente del gobierno de la Isla, semejante alboroto entre sus aguerridas tropas revolucionarias debe resultarle preocupante. Por las dudas, en la noche del jueves 25 de enero, pocas horas después del inicio de la ciberprotesta sacaron a la luz al héroe ninguneado: René González apareció en la emisión estelar del Noticiero de TV, a propósito de la cercana celebración del natalicio del Apóstol, como para demostrar implícitamente que su fidelidad al régimen está por encima de toda prueba. Incluyendo la de la degradación y el olvido. ¡Faltaría más!