LA HABANA, Cuba.- Comienza hoy en La Habana, hasta el 28 de enero, la Segunda Conferencia Internacional “Con todos y para el bien de todos” en el contexto del 163 aniversario del nacimiento de José Martí.
Se prevé la participación de alrededor de 400 intelectuales, educadores y artistas de más de 44 países. Además, habrá luchadores sociales, dirigentes sindicales, campesinos, indígenas y otros profesionales. Obviamente, todos ellos identificados con la imagen de Martí que les conviene a los gobernantes cubanos.
El señor Héctor Hernández Pardo, subdirector general de la oficialista Oficina del Programa Martiano, dirigida por Armando Hart Dávalos, declaró en una conferencia de prensa que “el ideario de José Martí puede favorecer el diálogo entre personas de buena voluntad de todo el orbe”.
Es lamentable que el referido funcionario no se percate, o no pueda hacerlo, de que ese mismo ideario martiano exige que sean tomados en consideración todos los componentes de la sociedad cubana actual, incluyendo a los opositores al gobierno.
Por otra parte, sería conveniente que la agenda de trabajo de la mencionada Conferencia Internacional contemple el análisis de ciertas facetas del pensamiento del Apóstol que la propaganda castrista suele eludir. Nos referimos, por ejemplo, a los criterios de Martí sobre el librecambio, sus opiniones del socialismo, y su parecer acerca del partido político por él fundado.
En 1875, a su llegada por primera vez a México, el joven Martí alaba las bondades del librecambio, lo mismo para las naciones desarrolladas, que para aquellas menos industrializadas. En esa línea de pensamiento, Martí fustiga el proteccionismo, al que le achaca dos males fundamentales: la inflación y la existencia de artículos de baja calidad en el mercado. Nada más parecido al calvario que afrontamos ahora los cubanos a raíz de la política de sustitución de importaciones.
Martí vio con agrado la justicia social que prometía el socialismo. Sin embargo, advirtió contra las lecturas extranjerizantes que semejante doctrina podría conllevar, así como los modos equivocados o excesivos con que el socialismo reclamaba esa justicia. Por supuesto que el Apóstol jamás habría comulgado con el marxismo-leninismo adoptado por las autoridades de la isla.
Las bases del Partido Revolucionario Cubano, fundado por Martí en 1892, constituyen un mentís a los intentos del castrismo de justificar la actual existencia de un partido único debido al legado del mártir de Dos Ríos. El artículo cinco de ese documento aclara que el Partido Revolucionario Cubano se organizaba únicamente para preparar la guerra contra el colonialismo español, pero no para llevar a Cuba una agrupación victoriosa que considerara a la isla como su presa y dominio. Una vez concluido el conflicto bélico, se entregaría a todo el país la patria libre.
Hasta los últimos momentos de su vida, Martí alertó contra los peligros que significaban el caudillismo y el militarismo para la revolución. El hombre que en 1884 afirmó que una república no se funda como se manda un campamento, le habría dicho hoy al gobernante Raúl Castro: “Sin una auténtica democracia, General-Presidente, no es posible actualizar el modelo, ni encauzar el futuro de la patria”.