LA HABANA, Cuba.- Una amiga, sexagenaria, exprofesora y que vive sola en una vieja y muy venida a menos casona de Santos Suárez desde que hace más de 18 años se fue su único hijo para España, me dijo hace unos días que tiene mucho miedo de que roben en su casa. Asegura que pueden hasta matarla.
La amenazó de muerte un tipo de muy mala facha, con dientes de oro, que se dedica a traficar con objetos antiguos. El rufián montó en cólera porque ella se negó a venderle una lámpara de lágrimas y un espejo. La insultó, la llamó “burguesona” y “vieja comemierda”, le dijo que parecía que tenía mucho dinero y por eso no quería hacer negocio con él, pero le advirtió que lo iba a lamentar porque iba a perderlo todo, hasta la vida, porque le iban a retorcer el pescuezo y al final él se iba a salir con la suya y se quedaría con todos “sus trastos viejos”.
Ahora mi amiga, que no es una mujer que se deje arredrar fácilmente, está muy asustada y arrepentida de haber permitido que aquel tunante entrara en su casa y viera los recuerdos del patrimonio familiar que guarda. Fue una vez que estaba necesitada de dinero y lo llamó cuando pasó por la calle, pregonando que compraba antigüedades, para venderle un adorno chino de porcelana que había pertenecido a sus abuelos. El tipo le pagó muchísimo menos de lo que sabe que valía, pero ella estaba muy necesitada y se dio por satisfecha con los 5 CUC que le dio. Pero él, cuando vio las lámparas, el espejo y el Quijote de bronce, se encaprichó en que se los vendiera. Ella refiere que tuvo que ponerse dura para que se fuera de la casa, y fue entonces cuando la insultó y la amenazó.
Me dice que ha visto al tipo rondando la casa. Pero lo que más le preocupa es que un vecino que le advirtió que tuviera mucho cuidado con el sujeto, porque lo conoce de cuando estuvieron juntos en la cárcel y sabe que es capaz de todo, luego de prevenirla, le pidió que le vendiera todos los objetos antiguos que tuviera a él, que también se dedica al negocio de antigüedades. Le dijo que se los iba a pagar bien, y así salía de “ese peligro”.
El negocio de los objetos antiguos está en alza en La Habana. Compiten los que van por la calle voceando “compro oro, cualquier pedacito de oro” con los que un poco más discretos, tocan a las puertas donde presumen que alguna vez hubo cierta prosperidad y proponen “compro antigüedades”. Cuentan con que se toparán con ancianos desesperados por ganar unos pesos para comprar comida. Y generalmente aciertan. Lo que pagan no es ni remotamente lo que valen los objetos. La mayoría de ellos no saben lo que compran. Ni falta que les hace. Son solo intermediarios. Sus jefes saben de arte un poco, solo un poco más que ellos, pero tienen olfato y relaciones, y saben a quiénes llevarle los objetos que van consiguiendo, hasta llegar a los que venden antigüedades y objetos de arte a los turistas extranjeros en la Habana Vieja.
También lucran con la nostalgia. Compran, para luego revender en la Plaza de Armas y otros lugares, a extranjeros y sobre todo a cubanos que emigraron hace muchos años y que llenos de añoranza vienen de visita a su país, memorabilia de la Cuba anterior a 1959: libros y revistas, medallas, condecoraciones, gallardetes, trofeos deportivos, fotos de peloteros de los equipos Habana y Almendares, postales, pisapapeles, discos de acetato (preferentemente de Panart y Puchito), álbumes de sellos, partituras, relojes, etc.
Del periodo posterior a 1959, no es mucho lo que les interesa. Curiosamente, lo que más buscan son las postalitas de Historia de la Revolución, y mejor aun si es el álbum completo…
Por ahí circula el listado de la memorabilia que buscan estos pacotilleros del recuerdo. Cualquiera diría que se mueren por el pasado republicano, por la Cuba del ayer que les contaron sus mayores, y en la que consideran que por muchos problemas y desigualdad social que hubiera, se vivía mucho mejor que en la de hoy. Puede que haya mucho de eso, pero no nos equivoquemos ni se preocupen los chivatones y musulungos preocupados por la pureza ideológica revolucionaria: lo que más les interesa a estos llamémosle también emprendedores, es buscar dinero. Igual que a los pillos que trafican con antigüedades y obras de arte, aunque de eso no sepan ni pitoche. El arte que conocen bien es el de timar. Y eso de estafar a incautos y necesitados lo aprendieron del timador mayor: el Estado Socialista. ¿Ya no se acuerdan de aquellas casas del oro que llamaban Hernán Cortés, donde cambiaban objetos de oro y plata por ventiladores, radio-grabadoras y otras baratijas chinas?