LA HABANA, Cuba.- La población cubana se alarmó con el pronóstico que aseguraba el paso del huracán Irma por la isla. La preocupación invadió los hogares y negocios privados, mientras los acaparadores se preparaban para “pescar en río revuelto”.
La Habana de septiembre.- El pronóstico meteorológico que preveía el paso por Cuba del huracán de categoría 5, Irma, creó confusión y pánico entre los cubanos.
“Como si fuera poco, con las desgracias que ya tenemos”, era el lamento que recorría cada rincón de las calles de la capital, refiriéndose a las carencias habituales, los altos precios de los productos alimenticios y el deterioro de las viviendas.
Aníbal Pacheco Reinols, un jubilado de 71 años, nos comenta que “estos fenómenos naturales son aterradores para cualquier país por donde pase; pero para nosotros, ni te cuento. Imagínate a este país (Cuba), que parece el territorio bombardeado de un vertedero de basura y escombros, azotado por un huracán de esa magnitud”.
“Es impresionante e inconcebible que con la amenaza del paso de ese ciclón sobre nuestras cabezas, el gobierno no se tomó el trabajo de sanear las calles y recoger el basurero y la escombrera, destupir los desagües y proteger adecuadamente las escuelas, hospitales y viviendas más vulnerables”, continúa pacheco Reinols.
Una trabajadora de la Clínica Estomatológica 28 de Septiembre, ubicada en Calle Tejar, entre San Anastasio y Lawton, se quejaba de la “permanencia indefinida de un escombrero-basurero a escasos dos metros de la clínica y cuatro del círculo infantil ‘Alegre Amanecer’”.
La trabajadora de la clínica, que prefirió no revelar su identidad por temor a represalias, asegura: “Nosotros tenemos dos contenedores pequeños para nuestra basura, y cuando están llenos recurrimos a bolsas de polietileno que vamos sacando hacia el basurero según se van llenando”.
Por su parte, una auxiliar pedagógica que labora en el círculo infantil “Alegre Amanecer”, y que por los mismos temores a ser expulsada se reservó su identidad, declaró que “uno siente vergüenza y repugnancia ajena cuando ve la indolencia de los gobernantes de este país. Los ministerios de Educación y Salud Pública son antros de sometidos que les importa una mierda el bienestar de los niños y los jóvenes cubanos”.
“A veces pienso —Dios me perdone— que es mejor que un huracán nos lleve a todos y acabar con esta agonía, que seguir padeciendo y soportando el huracán de la mentira, las carencias, el abandono y la desesperanza”, prosigue la auxiliar.
Rolando Castellón Manel, un vecino de la zona, se refiere al “vertedero eterno” en que se ha convertido la calle María Regla, “la otra esquina del círculo infantil”.
Según Castellón Manel, “como si fuera poco, hace dos meses una concretera, hasta el tope de material, se atascó en un zanja donde debía verter el concreto. Tardaron varias horas en desatascarla y cuando lo lograron ya el concreto se había endurecido mucho, y la solución fue arrojarlo en la esquina de tejar y María Regla. Y ahí está todavía, como un símbolo del gobierno insensato y desastroso que nos dirige. Ese sí que es un huracán, cuya capacidad destructora no se puede medir en ninguna escala”.
Los Acaparadores
Otro de los fenómenos permanentes en tiempos de crisis son los acaparadores. A penas olfatean el recrudecimiento de las necesidades básicas, se lanzan al mercado y arrasan con los productos más afectados por la escasez.
Una señora que se identifica como “La Nena” y que opera clandestinamente como intermediaria entre algunos mercados en divisa, bodegas y camioneros repartidores, y acaparadores nos comentó que “hay que sobrevivir, porque los que vendemos también somos compradores, y las necesidades y carencias no las inventamos nosotros”.
“La Nena” insistió en que “los dirigentes y militantes del Partido Comunista —los de arriba, los que nos joden—, les gusta mucho moralizar. Claro, a ellos los desastres naturales no los afectan, porque nunca carecen de alimento, ni sus viviendas se derrumban, ni sufren las inundaciones, y en las esquinas de sus casas nunca hay escombros y basura. A ellos no los tocan los ciclones, porque huracán no come huracán”.
Algunos comentarios de la población respecto de los acaparadores coinciden en afirmar que “los que acaparan para luego proveernos, aunque sea a precios elevados, siempre son mejores que el Gobierno, que acapara para después chantajearnos y manipular nuestro descontento”.
Para muchos cubanos, como lo refleja la opinión de un ingeniero en Construcción Civil, que ofreció su testimonio de forma anónima, “los pronósticos sobre el paso del huracán Irma fue más una estrategia para generar histeria colectiva, que peligro real”.
“La gente estaba a la espera del paso del huracán como si se tratara de un eclipse de sol. ¿Había incertidumbre?, sí, pero el temor real siempre fue sobre las medidas que el Gobierno tomaría después. Porque a él (el régimen) estos eventos le vienen como anillo al dedo para hundirnos más en la desesperación, que es el estado perfecto para someter el descontento popular”.
Pero más allá de cualquier manifestación de disgusto y juicio de valor, lo cierto es que, como afirma la anciana de 76 años Felicia Saravia Herrera, “los cubanos le damos gracias a Dios por impedir que este huracán enorme pasara por Cuba. Diosito sabe que ya tenemos bastante con el huracán implacable del comunismo”.