LA HABANA, Cuba. – Del 2 al 13 de diciembre se celebró en España la 25ª Cumbre Anual del Clima con la participación de alrededor de cincuenta jefes de Estado. El objetivo fundamental de este encuentro fue emprender acciones para la protección del medio ambiente.
Nuestro país no está a salvo del daño ocasionado por el cambio climático. Sin embargo, no existe una política coherente para la protección del medio ambiente. Por el contrario, lejos de resolver esta crisis, el gobierno incide en la agudización del deterioro medioambiental. Tampoco la población está comprometida con esta problemática. Es indiscutible que los cubanos no tienen una cultura de cuidado y respeto por el medioambiente. Ello se evidencia en la costumbre de arrojar basura, escombros, animales muertos y cualquier tipo de desechos a la calle o al césped, fuera de los depósitos, también porque éstos casi siempre están desbordados, pues se pasan días sin recogerlos, lo que ha traído como consecuencia la diseminación de vectores como ratas, moscas, guasasas, mosquitos, que propagan epidemias como dengue, cólera, leptospirosis, conjuntivitis, entre otras.
A esto se le suma la contaminación sonora, pues escuchar música a todo volumen, sin la menor consideración ni respeto por el prójimo, se ha convertido en una práctica frecuente en nuestra sociedad. En ocasiones incluso resuenan a la vez varios equipos, lo cual tiene consecuencias devastadoras para el sistema nervioso. Otra forma de contaminación sonora son las explosiones o rugidos emitidos por el sistema de escape de los vehículos. Y es que la educación ambiental debe enfrentar muchos desafíos. No basta con apelar a la buena voluntad de la población: si el buen comportamiento social no es espontáneo, para eso deben estar las leyes. Sin embargo, cuando la violación en cuestión es fuente de conflictos entre vecinos, las autoridades se muestran permisivas con los infractores, aun cuando ciudadanos preocupados los denuncien.
Por otra parte, está la pérdida del arbolado urbano, unas veces por fenómenos meteorológicos, otras por indisciplina social (cortarlos definitivamente en lugar de podarlos, para lo cual muchos indolentes toman como pretexto que les molestan las hojas, o que las raíces dañan las aceras y calles. Estas arbitrariedades aquejan a nuestro país con graves consecuencias no sólo para la salud humana, como es el incremento del cáncer de piel asociado a la exposición prolongada al sol (radiación ultravioleta), sino también para el medio ambiente, ya que los árboles purifican el aire, refrescan con su sombra y contribuyen al incremento de la lluvia (como dicen los campesinos: “El agua sigue al árbol”).
Según el boletín “Situación de los bosques en Cuba”, elaborado por la Dirección Forestal, Flora y Fauna Silvestres del Ministerio de la Agricultura, son las provincias de La Habana y Cienfuegos las de menos áreas boscosas, aunque es bueno señalar que en la capital desde el 2010 se diseñó el ordenamiento arbóreo en la plaza de Armas y el cementerio de Colón (municipios La Habana Vieja y Plaza de la revolución, respectivamente).
En Cienfuegos también se han acometido acciones para la siembra de árboles en zonas de interés turístico. No obstante, siempre que la visito, regreso con una gran nostalgia por aquella bella ciudad de la que nos enorgullecíamos los cienfuegueros y que hoy no escapa de la desidia gubernamental: los árboles de las avenidas, que ofrecían su sombra a los transeúntes, casi han desaparecido, y el agradable aroma del mar al entrar a la ciudad fue sustituido por el hedor de las heces de los caballos que tiran de los carretones, único transporte disponible en la ciudad desde hace más de 30 años.
Aunque en 1994 se crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente para la protección del entorno, los principales problemas medioambientales como la degradación de los suelos, la deforestación, la contaminación de nuestras playas y ríos con residuos sólidos o líquidos –arrojados por ciudadanos o producto del vertimiento industrial–, las emisiones de gases nocivos a la atmósfera –de vehículos y fábricas–, la contaminación sónica, la contaminación lumínica –ya es habitual que los autos circulen de noche por la ciudad con las luces de carretera encendidas–, entre otros, no han sido resueltos.
Por otra parte, ¿de qué sirve que en nuestro país se convoque también a distintos eventos internacionales sobre medioambiente, si todo queda en palabras? Pues en lugar de emprender acciones efectivas para sanear nuestro entorno, los patrocinadores aprovechan para culpar al imperialismo por el cambio climático y ensalzar la figura de Fidel Castro. Así ocurrió en el evento celebrado el 3 de junio de 2017 con la participación de 25 países, que comenzó con un coloquio sobre el pensamiento ambiental del dictador.
Podemos resumir las consecuencias de esta grave situación con un pensamiento martiano: “Comarca sin árboles, es pobre, ciudad sin árboles, es malsana, terrenos sin árboles, llama a poca lluvia”.
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