LA HABANA, Cuba. — Según un anuncio hecho recientemente, tres peloteros provenientes de equipos profesionales radicados en el extranjero formarán parte del equipo Cuba que deberá participar en el próximo Clásico Mundial de Béisbol. Son ellos Andy Ibáñez y Yoan López (que militan en las Grandes Ligas de Estados Unidos), y Elián Leyva (quien juega con los Naranjeros de Hermosillo, en México).
En cualquier país normal del mundo, este anuncio representaría algo tan socorrido como tomarse un vaso de agua. Ahora mismo, por ejemplo, nos aprestamos a seguir los partidos de la Copa Mundial de Fútbol, a celebrarse en Qatar. Las selecciones de los diversos países participantes han sido conformadas por ciudadanos que juegan en las más disímiles ligas del popularísimo deporte.
Pero, como se sabe, Cuba no es un país normal. Aquí, desde la trepa al poder de los subversivos en 1959, ha primado la politización de los deportes y de todas las restantes facetas de la vida nacional. No se trataba de algún tipo de discriminación centrada en el ámbito de esa actividad física. La contaminación con la política —más bien, con la politiquería— ha representado una constante en nuestra Patria bajo el castrismo.
Por aquellos años iniciales se empezó a utilizar el adjetivo “esclavo” para referirse a las modalidades deportivas que se realizaban de manera profesional en países extranjeros. Las de Cuba no; en nuestro país era el calificativo “libre” el empleado para referirse a las mismas actividades. Así, por ejemplo, frente a la “pelota esclava” de Estados Unidos o de los otros países caribeños, se alzaba nuestra “pelota libre”.
A lo largo de decenios, las hazañas atléticas de —digamos— un boxeador o un pelotero dejaron de constituir una muestra de excelencia deportiva. De acuerdo a la propaganda pedestre y mentirosa de los agitadores comunistas, un puñetazo noqueador o un oportuno jonrón que decidiese un juego crucial pasaron a convertirse en muestra irrebatible de la supuesta superioridad del sistema comunista.
Los integrantes de los equipos cubanos que aprovechaban su estancia en el extranjero para radicarse en otro país recibían los calificativos más denigrantes y peyorativos. Pasaban a convertirse en “traidores”, “vendepatrias”, “gusanos”, o en algo aún peor. Aunque forzoso es reconocer que, en aquellos tiempos, esos episodios, que recibían el nombre de “deserciones” (como si los atletas fueran militares) no eran muy frecuentes.
Hoy, cuando ha quedado bien atrás la discreta medianía en el nivel de vida que el régimen castrista mantenía gracias a los generosos subsidios soviéticos, el panorama ha cambiado de manera radical. En medio de la catastrófica situación nacional, con el pueblo entero sumido en la miseria comunista, también las realidades del deporte han cambiado, y lo han hecho para mejor.
Ninguno de los cotorrones castristas se atrevería hoy a hablar de “pelota esclava”. Y no sólo porque se convertiría de inmediato en objeto del más absoluto ridículo. Es que tampoco se atreverían a hacerlo, porque el mismo régimen de La Habana ha comenzado a incursionar en el terreno del béisbol tarifado. Aunque por el momento (y gracias a decisiones tomadas bajo la presidencia de Donald Trump) los castristas se han visto impedidos de meter sus uñas en los sueldazos de las Grandes Ligas, sí lo han hecho en algunos otros circuitos profesionales, como los de Japón o el mismo México.
Por otra parte, las llamadas “deserciones” de atletas han dejado de ser algo excepcional para convertirse en el pan nuestro de cada día. Rara es la semana en que alguna estrella o un prometedor prospecto cubano no abandona su delegación con la idea de probar suerte en Estados Unidos o en cualquier otro sitio. Sin ir más lejos, una información del 15 del corriente en 14yMedio nos comunica: “Un remero, una taekwondoka y un pelotero cubano se fugan en México”. Algo inevitable, si tenemos en cuenta la oscura realidad cubana de hoy, que es gris, y su previsible futuro, que es negro.
Por otro lado (y específicamente en el mundo del béisbol), han quedado bien atrás los triunfos que antaño alcanzaban los equipos de la Isla. La derrota se ha convertido en fiel acompañante de esas novenas. Se trata de una realidad que cabía esperar si tomamos en cuenta las ya mencionadas defecciones de jugadores estelares y de prometedores prospectos que procuran alcanzar un futuro mejor en otras latitudes.
En vista de esas realidades que les son tan adversas, los castristas, haciendo de tripas corazón, han olvidado los viejos tiempos en que consideraban “no persona” a quien no cumpliese las directrices trazadas por ellos mismos. En ese contexto, han hecho algo que para ellos hubiera resultado inconcebible en otros tiempos: convocar a jugadores destacados radicados en el extranjero para que formen parte del equipo Cuba.
Considero que esa realidad, novedosa y harto diferente, representa una claudicación —no muy grande, pero sí real— de los castristas. Por supuesto que, en ese contexto, caerían en el descrédito más absoluto (aun mayor que el que padecen ahora) si pretendieran pintar una eventual victoria de ese equipo beisbolero integrado como “un nuevo triunfo de la Revolución”.
Felizmente, el castrismo se hunde. Ese hermoso espectáculo se desarrolla ahora mismo ante los ojos de nacionales y extranjeros. Y el mundillo del deporte en general (y de las bolas y los strikes en particular) no constituye una excepción en ese sentido.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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