LA HABANA, Cuba.- Coincido –aunque por razones diametralmente distintas– con la periodista oficialista que hace unos días, en la TV, destacó la significación política de dos de los lugares visitados por Miguel Díaz-Canel, el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, durante su reciente gira por países de Europa y Asia: los túneles de Cu Chi, en Vietnam, y la tumba de Carlos Marx en el cementerio Highgate, en Londres.
Muy significativos los dos sitios. Ambos guardan su esencia bajo tierra. Como guarida de topos. Como el término comunismo, que omitieron en el proyecto de constitución, pero sigue latente, como un cáncer sin remisión, no importa el nombre que le den.
Le faltó a la periodista, ya que hablaba de sitios soterrados del comunismo, mencionar el mausoleo a Mao Zedong, visitado por Díaz-Canel durante su estancia en Beijing. Tal vez sintió pudor la periodista porque el mausoleo al sicópata Mao se halla en la Plaza Tiananmen, donde los herederos del tirano masacraron en 1989 a cientos de jóvenes chinos que reclamaban democracia.
Observar en la TV a Díaz-Canel en Cu Chi, con sombrero de lona y bufanda, arreglándoselas a duras penas para transitar, alto y corpulento como es, por el angosto laberinto de túneles cavado por los guerrilleros del Vietcong durante la Ofensiva del Tet en 1968, me hizo evocar las vicisitudes que atraviesa el gobierno que representa para retocar e intentar recomponer el modelo económico que no funciona, no puede funcionar, sin apartarse de la receta que lo hizo absolutamente disfuncional, es decir, el predominio de la empresa estatal y la planificación centralizada, sin importar cuán desastrosa ha resultado dicha fórmula.
Tan emocionado como estaba con los túneles que sirvieron para combatir a los yanquis, y eufórico todavía por los agasajos recibidos de Kim Jong-Un en Pyongyang, ¿le habrá servido de algo a Díaz-Canel conocer de boca de sus anfitriones vietnamitas y chinos acerca de sus experiencias y resultados con la economía de mercado? Seguramente su mentor, el general Raúl Castro, ya le habría contado, pero resaltándole como mantienen a toda costa esos camaradas el partido único y la retórica socialista en sus discursos.
Los malos augurios parecían flotar en el aire durante la caminata de Díaz-Canel en pos de Marx por el umbrío cementerio londinense, donde pareciera que tras los árboles acechan vampiros, licántropos y momias insatisfechas de su destino. Se echaba de menos, como background de la escena, el Thriller de Michael Jackson.
Por suerte para él, el presidente cubano no parece ser un tipo demasiado sugestionable. Eso lo ayuda a sostener, sin inmutarse, y hasta divirtiéndose cuando tiene tiempo, la papa hirviente que le dejaron.