LA HABANA, Cuba.- José Ramón Machado Ventura, el vitalicio primer vicepresidente y número dos del Partido Comunista, ha llamado a duplicar la producción agrícola. Y parece estar dispuesto a pagar más a los productores del campo y ocuparse de que tengan insumos.
Qué bien, porque ese es el único modo de hacer que bajen los precios de los productos del agro.
Parece que al fin en la infalible dirigencia histórica empieza a imponerse cierta cordura, al menos en cuestiones agrícolas, y comprenden que ni amenazar a los usufructuarios con quitarles la tierra, ni topar los precios, ni culpar a los intermediarios y perseguir a los carretilleros, y mucho menos, volver a apelar a Acopio y resucitarlo, luego que tantas veces fracasó en el pasado, va a resolver el problema del encarecimiento de los alimentos.
Ahora que los precios están topados, los productos son insuficientes y de mala calidad. Y si de Acopio depende, ya podemos prepararnos para lo que vendrá…
Los centros de acopio, que cuando disponen de camiones, no tienen combustible, o no tienen envases, o viceversa, no garantizan otra cosa que no sea el caos. Pero eso sí, estatalizado.
Por lo pronto, en los agromercados estatales, que son un poco más baratos y por eso no se les puede exigir demasiado, hay plátanos y boniatos, solo que hay que escogerlos bien porque suelen estar picados, y así, de tan amargos, ni los puercos se los pueden comer.
Las otras viandas y las hortalizas de ciclo corto de siembra, escasean y siguen caras a pesar de los topes de precios.
Lo que sí hay es calabaza. Mustias, con magulladuras, a punto de podrirse, pero las hay.
¡Dichosos que somos!
Recuerdo que cuando yo era niño, escuchaba a los viejos decir que el boniato y la calabaza eran comida para puercos. Quién hubiera dicho que suplirían en nuestra dieta al maíz, la yuca y la malanga, que junto al ají, la cebolla, el tomate y las frutas, de tan caros, se han convertido en lujos.
Hay que ver el lado positivo de las cosas y recordar las virtudes que se achacan, desde los tiempos de aquellos mismos viejos que los denostaban, a la calabaza y el boniato. Con estas humildes y generosas viandas como protagonistas de nuestra dieta, engordaremos las pantorrillas y nuestro pelo cobrará brillo. Doy fe de esto último por experiencia, no tanto por mí, sino por todos los perros de reluciente pelambre que he tenido.
A finales de la pasada década, el general Ulises Rosales del Toro, que por entonces, luego de haber arruinado la industria azucarera, dirigía el Ministerio de Agricultura, delineó la estrategia del boniato y la calabaza para alimentar a la población. Pero ni siquiera esa estrategia le salió bien: cuando había uno, faltaba la otra…
Más de ocho años después, Lineamientos Económicos y varios ministros de por medio, no entiendo por qué ni siquiera que haya boniato, malanga y calabaza pueden garantizar como es debido los mandamases del Ministerio de la Agricultura. Millares de cubanos que no somos expertos en esas cuestiones, pero tenemos patio de tierra, pudiéramos asesorarlos, sería nuestro modesto aporte con tal de que no nos maten hambre.
Sabemos que en un país con un clima como este, para cosechar calabazas y boniatos, sólo basta lanzar a la tierra del patio las semillas y los trozos de tubérculos que no sirven.
Debido a eso, bejucos de boniato y calabaza silvestres se extienden por mi patio y se prenden a la cerca y a los árboles que he plantado, tal como aconsejara hace años el general Raúl Castro que se hiciera en las tierras que no sean aptas para sembrar viandas y hortalizas.
A propósito, igual que el general-presidente, ignoro cómo se las arreglaban nuestros abuelos para que hubiera frutas todo el año. De los árboles que he plantado, solo sé que dan sombra. Y supongo que sus ramas sean lo suficientemente fuertes para soportar el peso de alguien lo suficientemente desesperado como para ahorcarse. Y digo supongo porque todavía no he llegado a ese punto. Pero casi…