LA HABANA, Cuba.- La gala internacional Ballet Royalty que el sábado 20 reunió a destacadas figuras internacionales, incluyendo a dos bailarines cubanos radicados en el extranjero, sigue dando de qué hablar todavía por la función misma y por hechos relacionados con ella.
El más notable de estos últimos es lo que la periodista Paola Cabrera llamó, en un artículo para el portal Cubadebate, “El extraño caso de las entradas no vendidas”. La reportera intentó averiguar por qué razón se habían vendido tan pocas entradas para el público que, incluso muchas personas que habían madrugado, no pudieron alcanzar ninguna.
Valiéndose de su credencial de prensa, Cabrera pudo hablar con personal de seguridad y de relaciones públicas del teatro y supo así que solo se vendieron 381 entradas y que quedaron más de mil sin vender porque estaban “reservadas”.
Pasada la función, se publicó —también en internet— una “nota aclaratoria del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso”, en la que, como es usual en estos casos, primero se lanza una cortina de humo hablando sobre la gran demanda de localidades debido a la elevada cultura del pueblo, la pantalla en el exterior de la edificación y otras zarandajas de ese tipo.
Luego la nota refiere que, tras su remodelación, el Gran Teatro “tiene una capacidad total de 1100 asientos” y que para la gala se hizo la siguiente distribución: “693 localidades para la venta al público” en moneda nacional, incluyendo “instituciones y personalidades de la cultura cubana (63 % de la capacidad de la sala)”. Luego “85 localidades para la venta en CUC (7 %)”, además de “330 invitaciones (30 %: 150 para la compañía invitada, 40 para prensa y crítica especializadas, así como 110 capacidades para estudiantes, profesores de escuelas de artes, profesionales de la danza y otros invitados del Consejo Nacional de las Artes Escénicas)”.
La estocada: “Lamentamos que un trabajo publicado en la prensa digital cubana tomara como fuentes, sin verificar previamente con las autoridades del teatro, comentarios de personas al calor de la discusión en una fila, cuando ya las entradas se habían agotado, y generara apreciaciones que atentan contra el prestigio y sostenido trabajo de la institución”.
La clásica réplica de un organismo estatal, mezcla de medias verdades con mentiras imponentes como el propio teatro del caso. Cualquiera que lea primero el artículo de Paola Cabrera y luego la nota de la institución, se da cuenta de que la periodista no se basó solo en “comentarios de personas al calor de la discusión en una fila”, como acusa la réplica.
Además, en la propia nota es obvia la mentira: “693 localidades para la venta al público”, incluyendo “instituciones y personalidades de la cultura cubana (63 % de la capacidad de la sala)”. Eso no informa en absoluto sobre cuántas entradas se vendieron al público. “150 para la compañía invitada” es una cantidad excesiva para las pocas personas de la “compañía invitada”. Ya lo de “40 para prensa y crítica especializada” es puro chiste.
Por no hablar de lo alucinante que resulta que se reserven solo 110, de 1100 asientos —¡menos de la décima parte!—, “para estudiantes, profesores de escuelas de artes, profesionales de la danza y otros invitados del Consejo Nacional de las Artes Escénicas”.
Claro está, esa periodista no puede ni rozar la verdad sabida por todos: cuando ocurren eventos culturales o deportivos importantes en que participen extranjeros —sobre todo de EEUU—, los organizadores, siguiendo estrictas órdenes, en el mejor caso, dejan solo unas pocas entradas para el público general, pues la inmensa mayoría será dedicada a una audiencia escogida, dejando cierta cantidad para la venta a extranjeros, siempre restringiendo lo más posible el libre acceso. Con diferencias de grado, eso vale igual para un Festival Internacional de Ballet que para un juego entre un equipo de Grandes Ligas y una selección nacional.
¿Qué se piensa en el Ballet Nacional de Cuba (BNC)?
Como en esa institución es habitual la batalla por conseguir invitaciones para eventos importantes de este ámbito artístico, no resultó notoria la dificultad para conseguir entradas. De hecho, una maestra que pide el anonimato informa que solo invitaron “a bailarines principales, primeros solistas, solistas”, pero únicamente para el ensayo general que se hizo al mediodía, porque a la gala nocturna no fueron invitados ni siquiera los premios nacionales de Danza.
Y quienes asistieron se sintieron defraudados por el modo en que se realizó ese ensayo general, donde se supone que, al margen de cualquier posible defecto, se ejecuta el programa con vestuario —no ropa de entrenamiento— y casi como será en la función. Mucho si hay público y prensa, como es el caso. “En un ensayo general no se marca”, dice la maestra, “como hicieron casi todos los bailarines, aunque no tanto los que hicieron Giselle y La Bella Durmiente. Adiarys Almeida tampoco marcó mucho. Eso sonó a falta de respeto”.
Una bailarina que asistió a ese ensayo general se quedó muy asombrada porque, luego, el periódico Juventud Rebelde, en su elogio de la función, utilizó expresiones como “pirotecnias técnicas” y publicó fotos de los bailarines con ‘calentadores’ (ropa de entrenamiento) mezclados con el vestuario correspondiente.
En general, a los pocos bailarines que asistieron y a otros miembros de la institución que han hecho comentarios al respecto, la actuación de los visitantes les pareció meritoria, aunque, quizás por el prejuicio de que “lo de afuera es mejor”, esperaban algo más impresionante.
En esta gala, les llamó la atención que las bailarinas realizarán los fouettés de la misma manera, a diferencia de la técnica cubana. Les pareció también que las versiones cubanas de piezas como El Quijote o El Lago de los Cisnes eran mucho más difíciles. “Es muy fácil ser primer bailarín o bailarín estrella en otra compañía con unos pas de deux así”, dijo una bailarina.
Según la maestra, “en el BNC, los bailarines acostumbran a bailar solo a los clásicos y es poco el contacto que tienen con coreografías modernas y neoclásicas”. Y ellos no deciden muchas cosas, según ella, sino que dependen de una programación que les puede gustar o no. “Como creen que lo mejor está afuera, a veces no valoran lo que hay dentro. Les pareció bien la función, pero, por ejemplo, para ellos no fue como cuando vino el Royal Ballet inglés en el año 2009”.