LA HABANA, Cuba.- En días pasados el presidente Miguel Díaz-Canel, junto a varios integrantes de la cúpula gubernamental y partidista, se reunió con los principales dirigentes de la provincia de La Habana con vistas a analizar los asuntos más candentes de la actualidad nacional, por supuesto que la Tarea Ordenamiento y el enfrentamiento al coronavirus. Dijeron que se trataba de la primera de una serie de reuniones similares que tendrán lugar en todos los territorios del país.
Al referirse al control que se lleva a cabo para encauzar el Ordenamiento, el mandatario expresó que “por eso hay que conducirlo y gestionarlo; por eso es tan importante el combate contra las ilegalidades, contra quienes suben los precios y los ponen de manera abusiva o especulativa; y también es importante, en todo este proceso, el enfrentamiento a los vendedores ilegales de divisas” (“Ante los retos, trabajar con inteligencia”, periódico Granma, edición del 19 de enero).
En realidad cuesta trabajo entender la lógica de esta última directiva presidencial, porque las personas que se dedican a vender divisas, principalmente dólares, no se los roban a nadie. O los han ahorrado o se han beneficiado con la recepción de remesas. Y desde el punto de vista de los compradores, es la única posibilidad actual de adquirir dólares si no se tienen familiares y amigos en el exterior, pues el gobierno no los oferta en ninguno de los bancos o casas de cambio.
Incluso, personas simpatizantes con el régimen se cuestionan semejante orden gubernamental, que las priva de poder acudir a las tiendas en moneda libremente convertible para adquirir artículos de primera necesidad, y que de paso se les coloca como una especie de ciudadanos de segunda categoría.
Pero bueno, ese desdén de las autoridades cubanas por las necesidades y preferencias de los consumidores no es nada nuevo. El castrismo critica el funcionamiento del mercado en la economía, pero se niega a reconocer que esa particularidad del mercado para satisfacer, en primer término, el gusto de los consumidores es lo que lo ha hecho muy superior a la dirección centralizada de la economía, con sus prohibiciones y otras medidas administrativas.
Si se nos pidiera otro ejemplo de lo anterior, podríamos traer a colación lo que sucede actualmente en las calles de la isla con las jabitas de nylon. La policía y los inspectores gubernamentales multan y les decomisan las jabas a las personas —generalmente de la tercera edad— que venden esos aditamentos, pero las autoridades no cuentan con ningún establecimiento que oferte las bolsas. Por tanto, en muchas ocasiones los atribulados consumidores se quedan sin adquirir los productos al no contar con una simple jabita donde echarlos.
Claro, al principio dijimos que la represión de las autoridades contra los vendedores de divisas no tiene lógica, mas sí que cuenta con una motivación bien definida, y no es otra que la ambición del castrismo por que todos los dólares y otras monedas convertibles vayan a las arcas estatales.
Todo lo que hace la maquinaria del poder es para eso. Si alientan las exportaciones de las formas no estatales de la economía es debido a que se quedarán con el 20% de los ingresos que reporte la exportación. Últimamente les han ofrecido hasta tractores a los productores agropecuarios si son capaces de pagarlos en dólares.
Mientras arrecia la batida gubernamental contra los vendedores de divisas, la escasez de dólares y la necesidad de las personas por poseerlos hace que esa moneda aumente de valor en el mercado informal. Si a inicios de enero podía encontrarse a 40 o 50 pesos cubanos por cada dólar, ahora casi roza la barrera de los 100. Ahorita llega a los 120 pesos cubanos por cada dólar, tal y como aconteció durante el duro período especial de los años noventa.
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