CIUDAD JUÁREZ, México. – Los agentes investigadores de la Policía Estatal se aproximan: vestidos de paisano, en un vehículo camuflado. Otros vigilan los accesos a una casita de bloque situada en un camino de arena cercano al Eje Juan Gabriel, en la colonia Nuevo Hipódromo de Ciudad Juárez.
Es él. Lo acaban de descubrir saliendo de la vivienda en la que se escondió tras acuchillar por la espalda al migrante cubano Osmani Baldemira Pavón, hace mes y medio: el 18 de julio.
Domingo 1 de septiembre, al finalizar la tarde:
—¿Cómo se llama?
—Enrique
—¿De dónde es usted?
—De Cuba.
En ese momento, otro policía se acerca corriendo. Va fuertemente armado. Le agarra de una mano:
—Si sigues negando tu nombre, es un delito estar mintiendo, así que no lo empeores.
—Me llamo Enrique.
El agente le quita la gorra. Le toma una foto. “Voy a identificarte”, le dice.
—Dime tu nombre.
—Soy Enrique.
—Díme tu nombre.
—Soy Osvel.
—Osvel Nápoles Robaina, queda detenido por una orden de aprehensión.
El agente investigador de la Policía Estatal procede para ponerle las esposas. Le lee sus derechos.
En la segunda planta de la casa, una mujer mexicana que era frecuentada por Osvel observa la escena. De la parte inferior sale un anciano, también mexicano, que repara vehículos y cría puercos.
Él pregunta qué le ocurre a su nuevo amigo Osvel, un hombre alto y delgado apodado “Camagüey”, seguro de sí mismo, con gran facilidad de palabra y convencimiento, que llegó a Ciudad Juárez el 28 de mayo.
Osmani Baldemira Pavón y varios migrantes isleños más, lo acogieron en un casita de la colonia La Chaveña: hasta que salió huyendo en chanclas, sin dinero pasaporte ni otras identificaciones tras herir a muerte a quien lo ayudó desde que lo encontró en Costa Rica, rumbo a la última frontera de su sueño estadounidense.
—Señor, estamos deteniendo a Osvel por una orden de aprehensión. Si necesita información extra, contacte con la Fiscalía.
Lo trasladan a la unidad de nuevos ingresos de la prisión estatal del Cereso número 3. El presunto asesino, que tiene antecedentes de dos agresiones violentas en Cuba, es interrogado. Dice que había comprado cinco marranos para criarlos. Está tranquilo, entre risa y risa. Se ríe de cómo hablan los agentes con acento mexicano. Asegura que atacó a Osmani en defensa propia, algo que niegan los testigos, que señalan que el migrante cubano asesinado era un hombre bueno, pacífico y conciliador, que fue acuchillado por Osvel.
En unas horas, este lunes lo pondrán a disposición de un juez de control.
“El agente del ministerio público de la unidad especializada en investigación de delitos contra la vida, le iniciará el proceso penal en su contra”, afirma, en esta exclusiva de CubaNet, Alejandro Rubalcaba, vocero de la Fiscalía General del Estado de la Zona Norte, en Juárez.
En la casa donde vivía Osmani, hay lloros de alegría en el desgarrador dolor de perder a un “hombre excepcional”.
“Lloro del sentimiento, de la pérdida, del genio, de todo, de pensar que por Osvel no esté con nosotros, me da sentimiento de todo, que ya la familia no puede ver a Osmani, Dejó dos hijos, una esposa, padres octogenarios. Me siento reconfortado que las autoridades van a hacer justicia de la muerte injusta que fue el asesinato de Osmani”, afirma a CubaNet uno de los testigos del crimen.
En Velasco, Holguín, la viuda de Osmani recibe la noticia en la noche del domingo. El miércoles pudo enterrar al fin a su esposo, a pesar de la falta de cooperación y trabas que estableció para su traslado la Embajada de Cuba en México.
Del costo del traslado a Cuba, se hizo cargo el estado mexicano de Chihuahua, la Unidad de Atención a Víctimas de la Fiscalía General.
“De cuarenta años que me habían caído, me quito veinte con la captura. No me van a devolver a mi esposo Osmani, pero siento algo muy grande”, asegura Kenia Beatriz Trujillo Leyva, de 39 años, veinte de ellos con Osmani Baldemira Pavón.
“Quiero justicia”, subraya en un vídeo que la viuda preparó para CubaNet. Hace cinco meses cuando salió de Cuba un 11 de abril, lo que buscaban era un futuro esperanzador.
Kenia Beatriz revive el entierro de su esposo, en el que todo el pueblo de Velasco salió a recibir a Osmani en un ataúd.
Lo recibió en Holguín a las 6 de la mañana. El ataúd de su esposo Osmani había llegado dieciséis horas antes a Cuba. Él fue el último en salir. En el servicio de paquetería lo esperaba en un coche fúnebre. De ahí, lo llevaron a Medicina Legal de Cuba para autorizar su traslado hasta Velasco, donde nació hace 40 años.
A Kenia Beatriz, su viuda, le hubiera gustado verlo en La Habana, cuando llegó de un vuelo desde la Ciudad de México, vía El Salvador, pero no tenía más dinero para esperar y acompañarlo en su retorno. Las últimas trabas de la Embajada de Cuba en México, que hicieron que el ataúd con Osmani no pudiera tomar su vuelo y lo dejaron varado por una semana más, surgieron cuando ella ya había viajado a La Habana para recibirlo.
Recorrió el mismo trayecto que había realizado por tres veces. En unas ocasiones, más abatida que en otras, intentando que su esposo fuera trasladado a Cuba a pesar de no tener recursos económicos para hacerlo.
Pensó que lo más duro fue verlo salir de un coche fúnebre y en un ataúd. Pero lo más vino hora y media más tarde: al llegar a Velasco.
Kenia, de 39 años, pidió verlo. Quería estar segura que en aquel ataúd estaba el hombre con el que había compartido veinte años de amor y que acabó asesinado el 19 de julio en la última frontera de su sueño americano. En la funeraria que contrató la Fiscalía General del Estado en Ciudad Juárez, México, que asumió los gastos de su traslado a Cuba, le habían recomendado no verlo.
“Lo embalsamamos para que pudiera viajar, llegó del Semefo (Servicio Médico Forense) en estado de descomposición”, dijo Rigoberto Flores, dueño de la funeraria Luz Divina.
La viuda decidió verlo con su hijo menor. Lloró aún más que aquel 11 de abril en que partió hacía una larga travesía con el objetivo de pedir asilo político a Estados Unidos. Aquel día, los lloros sabían a esperanza.
“Parecía una momia dentro de un caja, estaba supurando agua, un muñequito”, afirma Kenia a CubaNet.
Les dejaron tres horas para velarlo. Hubieran querido más tiempo. Eran las 8 de la mañana. Los vecinos, amigos, familiares comenzaron a caminar hacia la funeraria donde lo despedían. “Muchos de ellos, con coronas de flores frescas que habían encargado en Holguín, donde encontraron flores frescas.
Desde Ciudad Juárez, la familia del albañil que dio trabajo a Osmani, siguió con inquietud y nerviosismo la travesía de regreso.
“Gracias a Dios que ya está allá”, afirmó la esposa de quien ayudó a este migrante cubano y sus amigos cuando llegaron a Ciudad Juárez.
La estudiante de Teología, se convirtió en una de las personas que identificaron el cuerpo de Osmani junto con el mejor amigo de éste, con el que partió desde Cuba.
“Eran un matrimonio muy bien avenido, muy triste todo”, señaló su amigo y testigo del crimen, por lo que CubaNet prefiere mantener su identidad en el anonimato.
A las 10 de la mañana del miércoles 28 de agosto fue enterrado. Su padres octogenarios no pudieron ver cómo su hijo Osmani acababa en la tierra. Y con él todos sus sueños, ahora transformados en uno sólo: justicia por su asesinato.
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