GUANTÁNAMO, Cuba.- La historia del poblado de Caimanera -hasta hoy municipio con atención “especial”- ha sido una de las más manipuladas por el gobierno cubano.
Quien lea “Guantánamo bay”, libro escrito por Rigoberto Cruz Díaz, tendrá la sensación de que antes de 1959 era muy difícil hallar a una mujer honesta en ese poblado, que todo era pobreza y que la presencia del enclave militar yanqui era la causa principal de un sinnúmero de abusos.
Es cierto que hubo abusos, prostitución y mucha pobreza -como todavía hay allí y en toda Cuba- pero esa fue la arista más fea del poblado y al parecer la única que le convino potenciar al castrismo para incentivar el odio que tanto necesita cultivar contra quienes ocupan un pedazo de nuestro territorio, aunque ese acto malsano también se dirige contra los cubanos que se enfrentan al régimen.
Un municipio cada vez más decadente
La obsesión militarista de la dictadura provocó que después de 1959 Caimanera pasara de ser un poblado pesquero y fuente de empleo de fácil acceso para todos los cubanos, a convertirse casi en una unidad militar.
La parte ocupada por los cubanos es una de las que mayor cantidad de minas antipersonales posee en todo el mundo, a pesar de que dichas armas están prohibidas por el Tratado de Ottawa, que Cuba y los EE.UU. no han ratificado, convirtiéndose así en los únicos países de América que no lo han hecho. Las minas fueron instaladas como obstáculos a la presunta invasión norteamericana que el castrismo anunció desde 1959, pero lo triste es que, aunque han causado la muerte o la mutilación de cientos de cubanos, los comunistas se niegan a retirarlas.
Pocos años después de 1959 el gobierno de Fidel Castro restringió el acceso a Caimanera y a otras zonas cercanas a la base, aduciendo razones de seguridad. Impuso un férreo sistema de pases, controlado por el Ministerio del Interior (MININT) y limitó en extremo la pesca, una de las labores propias del poblado. La policía persigue, detiene e impone fuertes multas a quienes vienen a Guantánamo para vender su cuota de leche o pescados procedentes de la bahía o de la cooperativa.
Estas causas, unidas a las pocas perspectivas de desarrollo que tiene el poblado y a las desagradables medidas de seguridad y control aplicadas a los lugareños han provocado que éstos emigren hacia otras ciudades.
Un residente en ese poblado, vinculado con el gobierno municipal y militante del partido comunista, confirmó a este corresponsal la preocupación de muchos pobladores a cambio de que no reveláramos su identidad: “En Caimanera se teme que la situación económica del país provoque que nos retiren los beneficios que recibimos desde hace más de veinte años, como el pago de un 30% por encima del salario y una mayor cuota de leche y carne. Ese temor ha estado aflorando en la discusión del Proyecto de Constitución, también corre el rumor que el poblado va a ser dirigido por las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Si eso ocurre será su sentencia de muerte”.
Otra situación que preocupa a los pobladores es el estado de la rada. “Cuando soplan los vientos hacia el poblado nos inunda un olor a podrido que es insoportable. La red que han colocado en la bahía para impedir las fugas hacia la base naval fue ideada para que se colocara desde las 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana, pero desde hace años la mantienen todo el tiempo y a ella se adhieren las algas y desechos de todo tipo impidiendo el flujo de las corrientes marinas y de los peces. La gente le dice a la red “La pasarela”, por la cantidad de luces que tiene a su alrededor. Puede haber apagón en el pueblo, pero ese lugar nunca se apaga”.
Caimanera es un poblado de aproximadamente 11 000 habitantes, de acuerdo con la cifra oficial del régimen en su enciclopedia digital Ecured. Teniendo en cuenta que no todos son mayores de edad, carece de la posibilidad de ejercitar la iniciativa legislativa que aparece en el artículo 88 inciso (g) de la Constitución, pues esta sólo puede ser ejecutada por 10 000 ciudadanos con la condición de electores, lo cual se mantiene en el Proyecto de Constitución que se discute, siendo acaso el único municipio del país que se encuentra en esa situación.
El servicio de transporte es malo, al extremo de que muchos de los 500 ó 600 pobladores que se trasladan diariamente a Guantánamo no pueden regresar a sus casas el mismo día.
Según la fuente, la empresa salinera, una de las principales del país, dejó de ser dirigida por la provincia y ahora está subordinada a una entidad de La Habana. Con el puerto de Boquerón ocurre algo similar pues pertenece a una empresa de Santiago de Cuba, mientras que la cooperativa pesquera está dirigida por una entidad de la provincia Granma. Son tres situaciones absurdas que perjudican financieramente al municipio.
En medio de estas dificultades los intereses de los lugareños se han hecho sentir en las asambleas de discusión del Proyecto de Carta Magna, pero todo parece indicar que si las cosas siguen como van Caimanera será en pocos años un pueblo fantasma.
Roberto Jesús Quiñones Haces