MIAMI, Estados Unidos. – En 1997, en vísperas de Expo Caribe, del Festival del Caribe, del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, y del carnaval santiaguero, y velando por sobre todas las cosas por el turismo internacional, las autoridades de esa ciudad callaron los brotes de dengue hemorrágico durante semanas, alegando no querer crear “una situación de alarma” ni entre la población ni entre los visitantes. Al callar –léase mentirle, como de costumbre, al pueblo- propulsaron una epidemia de dengue hemorrágico que costó muchas vidas y una condena de ocho años de cárcel al médico disidente que denunció a la prensa exterior las circunstancias de aquella epidemia.
Liberado gracias a la presión internacional luego de cumplir dieciocho meses de confinamiento, y ya en exilio, el doctor Dessy Mendoza Rivero y yo colaboramos en la escritura de sus memorias sobre ese capítulo de la historia médica cubana. “Dengue: La epidemia secreta de Fidel Castro” se publicó en 2001 y cuenta con lujo de detalles la deshonestidad del régimen, el abuso represivo del poder y la crueldad de su sistema carcelario. Relata también el desastre de salud pública que existía entonces en la isla. De eso hace veinte años. El cuartico está igualito. O peor.
Lo que se vislumbra hoy en Puerto Padre viene anticipándose desde febrero 2016, cuando el director provincial de Salud en Las Tunas declaró que los niveles de infestación por concepto del Aedes Aegypti superaban los estándares permisibles que aseguran al individuo que no contraerá dengue. Hoy, el incremento de casos de dengue aún espera a que se le nombre por lo que es, y no por el ambiguo término “situación epidemiológica”. Dejen ya de manipular y ningunear al cubano: ¿Es esto una simple “situación” o es una epidemia en ciernes?
En Santiago, los rodeos oficiales ocultaron la peor realidad: una epidemia. En los hospitales, los diagnósticos se alteraban mientras el exceso de pacientes que desbordaba las salas de emergencia hacía que estas no dieran abasto. Médicos independientes, activistas a su vez de los derechos humanos, se lanzaron a documentar la verdad. En cuestión de semanas de subrepticia investigación, confirmaron lo inevitable: había epidemia de dengue hemorrágico en Santiago.
Sépase que hay cuatro tipos de dengue, y el hemorrágico es el más grave y potencialmente letal. De los otros tres, se salva el enfermo; del hemorrágico es más difícil. Casi siempre ocurre por agravamiento de un dengue de nivel menor, descuidado. Da fiebre altísima, fuertes dolores abdominales, convulsiones y hemorragias internas. Y sí: con frecuencia mata. Según el doctor Mendoza, es una muerte horrible.
En el Santiago de 1997 no se habló de epidemia, sino de gripe. Nada se indicó contra el uso de aspirinas –tradicional en un hogar cubano- para aliviar los síntomas de dicha afección menor. La aspirina disminuye la capacidad de coagulación en la sangre. Está rotundamente contraindicado su uso si lo que le espera al enfermo son sangramientos abdominales que nada tienen que ver con una gripe.
Dicen que aquella epidemia –a la que al fin se le dio nombre– cobró 75 víctimas, el 10% de los 757 enfermos oficialmente reportados. Dessy Mendoza asegura en su libro que fueron muchos más los fallecidos.
En Puerto Padre, los directores de Salud Pública podrán seguir convocando a la ciudadanía a no crear “una situación de alarma por informaciones que no son las que emite el sistema nacional de Salud Pública a través de sus canales y del Estado”, mientras siguen hablando de meras “situaciones epidemiológicas”. Sin embargo, ¡ojo con las informaciones que emite ese sistema, los medios, y sobre todo, el Estado cubano, corrupto, indolente, totalitario! Los antecedentes indican todo lo contrario: lo que dicen bien puede ser otra gran mentira.
De lo que sí no hay duda es que los residentes de Puerto Padre deben suspender hoy mismo el consumo de aspirinas para lo que les parecerán síntomas de gripe, que son muy similares. Precaver para no tener que lamentar, asumir que les ha picado un Aedes Aegypti y correr al médico o al hospital más cercano. La salud –la vida misma- depende de cada uno de ustedes. Los menores y los ancianos peligran más.
Y que San Juan Bautista, santo patrón de los que sufren convulsiones –uno de los síntomas de esta seria enfermedad-, ampare a los cubanos, especialmente a los tuneros, en este, su día.