LAS TUNAS, Cuba. – Una narrativa apologética del sistema policial cubano modela la prensa oficialista por estos días: Héroes de azul; Aplausos también para ellos; La fábrica de miedo y la policía en Cuba; Cuando muere un joven y se posan los carroñeros; Familiares de Hansel rechazan manipulación política del caso; y… La dignidad de una familia cubana frente a la mentira y la manipulación, son títulos publicados luego de la muerte de Hansel Ernesto Hernández Galiano, baleado por un policía.
Pese a ese desbordamiento de artículos publicados por la prensa gubernamental, hoy en Cuba conocemos más de la muerte de George Floyd y de Derek Chauvin, el policía que propició la muerte del afroamericano en Minneapolis, que del afrocubano muerto por un policía en Guanabacoa.
La balumba retórica de los medios oficialistas, sin noticias, reportajes ni entrevistas a testigos y autoridades informadas del suceso, no han hecho sino ensombrecer esta muerte, de la que, ni la Fiscalía General de la República, la Dirección de Investigaciones Criminales, ni el Instituto de Medicina Legal, encargados de esclarecer este homicidio, hasta hoy hayan dicho una palabra a la opinión pública, cuando ya hay otro fallecido por disparo de arma de fuego policial.
El pasado 6 de julio, el Ministerio del Interior (MININT) informó que, en la madrugada del domingo 5, encontrándose un oficial investigando el robo de ocho caballos en el municipio San Cristóbal, provincia Artemisa, fue agredido con un machete por uno de los tres implicados en el abigeato, y, “a corta distancia”, luego de efectuar un disparo preventivo, “estando en peligro su vida”, respondió a la agresión con un balazo mortal. El fallecido resultó Yamisel Díaz Hernández, de 38 años de edad.
Acerca de la muerte de Hansel, la nota del MININT del 27 de junio tampoco abundó detalles; decía que, procurando la detención del implicado en un robo, el agente policial actuante efectuó dos disparos preventivos, sin disuadir al perseguido quien, a pedradas, resistió el arresto, haciendo que lesionado y con “peligro para su vida”, el policía respondiera con una descarga letal, “desde el piso”. Hansel tenía al morir 27 años de edad.
Así, en Cuba, donde como primer derecho constitucional “las personas tienen derecho a la vida”, hay dos muertos a manos de la policía, en menos de dos semanas, concretamente, en once días; en un caso la muerte está vinculada al robo de caballos, y en otro, a una sustracción en una estación de ómnibus.
En cualquier país civilizado la policía está para prevenir delitos, no para cometerlos. Y cuando los comete, deben ser aclarados. Proporcionar tranquilidad ciudadana y no generar expectativas ya sea por morosidad operativa o por excesos de actuación, es la misión de la policía. La policía está para hacer efectivos los derechos y libertades de los ciudadanos, no para quebrantarlos o negarlos.
Y, en esa razón, cual institución indelegable del Estado, todo sistema policíaco, en cualquier lugar del mundo, está obligado a instruir, dirigir y supervisar a sus integrantes, entendiéndose que, una falta en cualquier escalón de mando, también es falta de quien lo dirige por la inadmisible delegación de responsabilidad.
Los operadores de las leyes en Cuba saben -y no debían ignorar por la propia sanidad de la ley- que esos principios jurídicos y de mando -tácticos y estratégicos- fueron quebrantados cuando no sólo los policías implicados en los homicidios, sino también sus jefes, la policía toda, como sistema, falló al implicarse la institución en dos muertes en menos de dos semanas, porque…, cuando la policía fue a reprimir delitos contra la propiedad, ella misma incurrió en delitos contra la vida por deficiencias en la selección, instrucción y dirección de sus agentes.
La muerte de un ser humano es una pérdida irreparable y las eximentes de responsabilidad penal por legítima defensa o por estado de necesidad, incluso, siendo los hechos probados congruentes con los postulados que definen esas eximentes, en el caso de la muerte de una persona, raro es que no se incumpla con el principio de proporcionalidad de males.
Desde el punto de vista de la doctrina jurídica, para que exista proporción de males debe haber contrapesos en el peligro y en la respuesta al conflicto; equivalencias que no se producen cuando concurren excesos, negando las eximentes de responsabilidad penal.
El carácter razonable de la proporcionalidad es requisito indispensable para que concurran eximentes de responsabilidad penal en la legítima defensa. Y por regla general, se excede quien emplea un arma de fuego para enfrentar una agresión con las manos. El uso de armas de fuego es un último recurso.
Y, un policía bien entrenado, siempre tendrá de su lado el factor sorpresa, mantendrá entre él y un posible agresor la mayor distancia y por su bien y el de las personas que deba proteger, preservará la mayor movilidad disponible.
Sabido es que en cualquier lugar del mundo y con demasiada frecuencia la policía realiza su trabajo en condiciones estresantes. Por esa misma razón, su entrenamiento físico, técnico, cultural y sicológico estará diseñado para una actuación exitosa en un medio hostil.
Asesinos patológicos hay, pero, a no ser criminales que con uniforme o vestidos de civil y carné policial van por ahí cual patente de corso o cheque al portador, lo menos que quiere un policía honrado, sea chino, español o inglés, es involucrarse en un homicidio.
De ser cierto lo que dicen las notas del MININT, un simple análisis de texto colige que los dos homicidios se produjeron más por la ineptitud de los policías que por la presunta agresión de los fallecidos.
En el caso de la muerte de Yamisel, la nota dice que el oficial actuante fue agredido “con un machete de forma reiterada y a corta distancia”, y concerniente a la muerte de Hansel, la información oficial dice que luego de una persecución de unos dos kilómetros y ser lesionado a pedradas, el policía actuante hizo el disparo mortal “desde el piso”.
Convengamos que ciertamente Hansel y Yamisel agredieran a sus perseguidores, a pedradas uno, a machetazos el otro. Cabe preguntarse: ¿Los policías no establecieron comunicación radial, por teléfono o a través de terceros con sus jefaturas para recibir ayuda?
¿La cooperación se hizo efectiva…, o, no se hizo o llegó tardía cuando humanos al fin, incapaces de vencer sus propios temores, quizás sucumbiendo a la presión psicológica que los llevó a un bloqueo mental, los policías optaron por la solución más sencilla, disparar a matar…?
Siendo así, cabe otra pregunta: ¿El Ministerio del Interior no está entrenando a sus fuerzas para en casos extremos actuar en solitario sin llegar a matar?
Un hombre entrenado, a pie y en solitario, armado sólo con una pistola, puede capturar no a uno, sino a cinco fugitivos montados a caballo, armados con machetes; y, sin disparar un tiro, puede hacerlos desmontar y mantenerlos neutralizados en el suelo hasta llegar refuerzos. Lo sé por experiencia propia.
En Cuba, y fuera de Cuba entre no pocos cubanos, las circunstancias sociopolíticas y socioeconómicas que ha vivido la nación desde su fundación en 1902, agravadas por el totalitarismo de corte estalinista plantado en Cuba desde 1959 hasta hoy día, ha producido en niños, jóvenes y viejos una tendencia a la violencia; la vemos en la agresividad no sólo física, sino también verbal y en la forma de conducirse las personas tanto en el hogar como en los espacios públicos, adueñándose de nuestro folclor.
Y ahora, para colmos, la prensa oficial pretende hacer del parapeto editorial legítima defensa, inyectando el animus necandi (intención de matar) en la policía. Debían saber los apologistas de la perorata más que de la noticia veraz, que la apología del delito también constituye crimen.
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