LA HABANA, Cuba. – ¿Qué cosa es ser héroe? Muchas veces me hice esa pregunta hasta hoy. Me pregunté desde niño, y todavía, qué cosa es ser héroe. Y es que nací en una época en la que crecía el martirologio con la misma rapidez con la que crece la verdolaga, y no se trataba de un martirologio católico. ¿Qué cosa es un héroe? Eso pregunté a mis mayores en aquellos años en los que crecía y crecía el número de héroes y las “heroicidades”. Nací en los años 60, en esos años en los que comenzaba a gestarse nuestro gran retablo de héroes y mártires.
Nací en aquellos 60 en los que se hizo incontable el número de héroes, sin que jamás parara el crecimiento; y para contrarrestar, para justificar, también comenzó a crecer un gran ejército de enemigos, muchos ejércitos de contrarios. En los 60 comencé a ir a la escuela, a una escuela que no era ni remotamente parecida a las escuelas que recibieron a mis padres.
Cuando entré a la escuela permanecían en el retablo escolar los héroes de siempre: Céspedes, Martí, Maceo, Gómez, y también otros de mucha menos tradición pero con mayor preponderancia, como aquel Che Guevara al que debíamos imitar, y también el Camilo al que poníamos flores en el mar, en los ríos, y más recientemente hasta en una palangana.
Crecí en un tiempo de raros héroes y extrañas heroicidades. Crecí en un tiempo de heroicidades que se ganaban en guerras ajenas. Nací en un tiempo de héroes que justificaban las segregaciones y hasta creaban “campos de concentraciones” para encerrar a tipos que no podían ser héroes de nuevo tipo, y por eso eran marginados y encerrados por los “héroes” de la era “revolucionaria”.
Luego vinieron los héroes de “hazañas grandes” en guerras extrañas y también llegaron los “Héroes del Trabajo”, todos a la usanza soviética, checoeslovaca, búlgara, húngara, polaca. Y más tarde nos llegaron los héroes, vivos y muertos, que ganaron sus heroicidades en guerras fratricidas; héroes de Angola, héroes de Etiopía, héroes hechos en Nicaragua, y luego y luego y luego…
Muchos fueron los héroes aunque muchos de esos héroes no se enteraron jamás de que fueron declarados héroes. Muchos de esos declarados héroes fueron olvidados y ya nadie recuerda que alguna vez fueron héroes, ni siquiera de que fueron vivos. Las heroicidades cubanas se repartieron por el mundo y el mundo retribuyó, por esas heroicidades, a los jefes de los héroes.
Y los tantos héroes volvieron con medallas, con distinciones, pero también sin un brazo, sin cordura, y muchos otros no consiguieron el abrazo de la madre ya muerta y enterrada que ya no pudo ver las tantísimas distinciones que adornaban, en ciertas fechas y celebraciones el torso verdeolivo, o blanco, de los hijos héroes. Quizá por eso me pregunto con frecuencia cuántos héroes nos tocan por cabeza a los cubanos que no conquistamos ninguna heroicidad.
Me parece que sería prudente hacer un inventario de héroes para saber cuántos héroes nos tocan, y también cuántos de los normales, de los simples mortales, tocamos a cada héroe. Y la cosa no paró aún. Los “héroes siguen naciéndole a esta islita tan pequeña. El último que nos nació fue el escritor y etnólogo Miguel Barnet Lanza, a quien han bautizado con el gracioso apodo “Mimí Yoyó” y también “Miguelito Barniz”.
Algunos le llaman Mimí Yoyó al “Héroe del Trabajo” más reciente, y todo porque el susodicho tiene como mayor vocación hablar de sí mismo, porque ha perpetrado grandes disparates, sobre todo en aquellos años en los que presidió la UNEAC. Yo, que no soy tan modesto como debiera, disfruto la vanagloria de haber enfrentado y derrotado uno de sus mayores dislates, aquella vez en que mandó a construir una pérgola para lucirla en la terraza a la que se abría su despacho de la casona de 17 y H.
Recuerdo el alboroto que aquello produjo, y donde se dice que intervino luego la Dirección de Patrimonio de La Habana, pero La Habana y Cuba, sus poderes, olvidan rápido, tanto que desde hace unos pocos días Miguel Barnet fue declarado “Héroe del Trabajo de la República de Cuba”, y muchos nos preguntamos qué hizo él para merecer eso…
Miguel Barnet es esa cajita breve en la que se guarda toda la vanagloria del mundo, y también el engreimiento, la petulancia, el envanecimiento, la inmodestia, las injustificadas pretensiones, y sobre todo su incondicionalidad al gobierno comunista que lo apabullara en aquellos años en los que fue uno de los poetas del grupo El Puente.
Y entonces, ¿qué hizo Miguel Barnet para que el más alto poder comunista lo distinguiera como si realmente fuera uno de sus héroes? Sin dudas su arrodillamiento resulta ser su obra más fecunda. Miguel Barnet llegó a dejar escrito en un diario de circulación nacional que la política era para los políticos, negándoles a los cubanos la posibilidad de opinar de política, y eso merecía un premio oficial.
Y esos son nuestros héroes, nuestros falsos héroes, nuestros disparatados e inmodestos héroes. El poder se burla de nosotros proclamando nuevos héroes, y yo me pregunto: ¿Si Miguel Barnet es un héroe, qué cosa es Martí, qué cosa es Maceo, y Céspedes, y Máximo Gómez, y Mariana, y Calixto García? Miguel Barnet es un héroe sin heroicidades, un viejo aquiescente, oportunista. Un viejo gagá.
Y no dudemos que Mimí Yoyó, como se le conoce por esa vocación de hablar de sí mismo, ande diciendo por ahí que fue invitado a la coronación del nuevo rey de Gran Bretaña. Miguel Barnet, más que héroe es un hedonista, un buscador de placeres individuales. ¿Un pobre diablo? Miguel Barnet es un monumento al hedonismo, una muestra de lo que hicieron los comunistas con la Isla.
Miguel Barnet, “Héroe del Trabajo de la República de Cuba”, es una muestra de la decadencia de la oficialidad cubana. Miguel Barnet no atesora otra virtud que no sea aquella larga entrevista que hiciera a un exesclavo centenario, Esteban Montejo, que encontró en la antigua provincia de Las Villas, quizá el último de nuestros cimarrones.
Miguel Barnet, “Héroe del Trabajo de la República de Cuba”, no hizo más que transcribir lo que le contara Esteban Montejo el cimarrón, uno de los verdaderos héroes de la República. Miguel Barnet tuvo suerte al encontrarlo, y más allá de esa suerte no hay nada. Miguel Barnet es solo un héroe de la vanidad, de esa vanidad que ahora alientan los comunistas que lo exhiben como si realmente fuera un héroe de la República. Miguel Barnet es un viejo manso y arrogante, un obediente anciano, pero jamás un héroe.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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