LA HABANA, Cuba. – Carlos, Maikel y Andrés unieron sus destinos cuando se enfocaron hacia el sector del turismo. Lo hicieron con la intención de buscar los ingresos necesarios para sobrevivir a la crisis estructural de la economía cubana.
Carlos Masa se convirtió en músico, Maikel Plascencia en artesano, y Andrés Pérez pasó de ser actor de una compañía de teatro a presentarse como estatua viviente. Los tres coincidieron en el Centro Histórico de La Habana Vieja, en el ambiente turístico matizado por artistas plásticos, personajes costumbristas, músicos, artesanos, vendedores ambulantes y estatuas vivientes. Centenares de cuentapropistas que ganaban el sustento con el turismo extranjero en el denominado “kilómetro de oro”.
Desde 2019 la Isla comenzó a sufrir un descenso del 9% en el ingreso de turistas al país, provocado en parte por las restricciones de la Administración del expresidente de Estados Unidos Donald Trump. Sin embargo, la parálisis general sucedió en 2020 debido a la pandemia de coronavirus.
Ahora, el cierre parcial del país a causa del mayor rebrote del coronavirus SARS-CoV-2 registrado desde el comienzo de la pandemia mantiene vacías las principales plazas turísticas de la Isla, con marcada tendencia al descenso en la entrada de turistas extranjeros.
El cierre económico derivado de las medidas de contención epidémica dejó expuestos a miles de trabajadores del sector privado que enfrentan la inflación progresiva. Carlos, Maikel y Andrés forman parte de los cuentapropistas que intentan sobrevivir a la crisis económica que antecede a la pandemia.
Músico
Carlos Masa se graduó de mecánico y operador de centrales azucareros. Según narró a CubaNet, quería jubilarse en el oficio.
“Trabajé 10 años en los centrales hasta que los destruyeron. Digo esto porque no los cerraron, los abandonaron hasta su destrucción. Después trabajé como estibador en el puerto, hasta que también cerraron los muelles”.
Masa se propuso estudiar música, pero le faltó respaldo económico para pagar las clases, o las recomendaciones para acceder a las instituciones culturales. No le quedó otro remedio que aprender de forma autodidacta, “cayéndole atrás a la música para desarrollar el oído musical”, dice.
La economía del país, una de cuyas principales fuentes de ingreso es el turismo, hizo que el mecánico devenido músico reajustara sus expectativas y cambiara de sector. Masa asegura que contempló una esperanza en las reformas económicas impulsadas por Raúl Castro en 2007. En apariencia, la nueva política apuntaba hacia el desarrollo de las pequeñas empresas.
Sin embargo, la desconfianza del Gobierno generó enmiendas a la política económica, que interrumpieron el progreso del sector privado. La entrada del músico al turismo como cuentapropista también fue bloqueada por las políticas laborales.
“Para trabajar con el turismo hay que tener papeles, y no se podían conseguir porque (los funcionarios del sector) no querían trabajar conmigo. (Entonces yo) tocaba la trompeta sin permiso en las zonas turísticas. Eso me costó multas, y hasta días en calabozos”, recuerda.
Masa se hizo célebre en el llamado “kilómetro de oro”. La prensa independiente de la Isla, así como la extranjera y las agencias de turismo, le otorgaron la popularidad que necesitaba para exigir su vínculo formal como trabajador del sector turístico.
“Descubrí que mi imagen andaba por el mundo promocionando el turismo cubano (…). Reuní el marketing y los trabajos publicados con mi imagen. Todo eso se lo presenté a Eusebio Leal. Le dije que no quería dinero por eso, solo que me dejaran trabajar para el turismo. Así fue como conseguí la plaza que tengo hasta ahora (…)”.
Por eso, la actual “caída del turismo no solo me afecta económicamente, (sino que) está aniquilando todos mis esfuerzos (…). Ahora trato de sobrevivir como electricista”.
El mecánico y operador de centrales, estibador, músico y ahora electricista va por las casas reparando equipos electrodomésticos.
“Llevo una extensión eléctrica conmigo para no pasar a las casas por el tema de la COVID-19; así voy tirando hasta ver qué pasa”.
Artesano
“Trabajo con el turismo porque es la fuente de ingreso más directa”, dijo a CubaNet Maikel Plascencia, el joven artesano que se graduó de técnico medio en Instrumentación y Control, pero nunca encontró trabajo en la especialidad.
Plascencia aprendió la artesanía con estudiantes latinoamericanos que estudiaban en la Isla. De esa forma llegó a trabajar como artesano en ferias de Argentina, Brasil y Uruguay. En Cuba, vende sus manualidades, específicamente en “el kilómetro dorado”.
“Yo vendo en la zona turística lidiando con la Policía y los inspectores”, dijo a Cubanet, y añadió: “Tuve la licencia llamada ‘bordadora tejedora’ ―parece que los hombres no están incluidos―. La licencia me permitía hacer el trabajo en mi casa y venderlo allí. Imagínate, yo vivo en Santiago de Las Vegas. ¿A quién le vendo mi artesanía en la puerta de mi casa? (…). Mientras haya turismo se puede sobrevivir con la artesanía, eso es lo que hago. Ahora no, en estos momentos se vende muy poco, o nada (…). Se puede vender bien con los cubanos si el bolsillo de la gente anda bien porque el país funciona, pero sabemos que no es así”.
A Plascencia no solo le preocupa la recuperación del turismo sino que le atormentan las políticas de la economía socialista centralizada, que ha mantenido el desabastecimiento y las carencias como su principal logro.
“El futuro es incierto, no se sabe qué va a pasar con la pandemia y después con la política del Estado. Nosotros somos un país que depende del turismo, y ahora la tenemos jodida”, lamenta.
Actor
La actual ola de transmisión del coronavirus SARS-CoV-2 provocó el retroceso de la Isla en el camino hacia la apertura económica. El ascenso en la curva de contagios, sobre todo en La Habana, originó nuevas prohibiciones para los artistas callejeros como el actor Andrés Pérez Viciedo que, hasta la fecha, se mantenía en el principal punto turístico de la capital presentándose como la estatua viviente del Caballero de París.
Antes de consolidarse como actor fue obrero en una hilandería, torcedor de tabaco en una fábrica y también estuvo desempleado. Más adelante comenzó su carrera actoral como aficionado, hasta que se inició como profesional en la compañía Teatro Estudio.
Después de descubrir el teatro callejero optó por la interpretación de las llamadas estatuas vivientes. De esa forma, la actuación y las ganancias económicas se unieron para equilibrar la vida del actor.
El entrevistado asume el trabajo como una necesidad profesional, aunque no cubra todos sus gastos. Así es como compensa la afectación económica que produce el declive turístico.
“Yo trato de estar en el presente, y de alguna manera interactuar con el público cubano que me da lo necesario para sobrevivir al mes. Tengo un amigo pintor que hace su trabajo aquí (en la zona turística) por la izquierda. Ahora, él va para el Parque Lenin y les hace retratos a los niños. La cosa es encontrar un modo de ganar dinero con el cubano y mantener la energía artística”, explica.
Pese a todo, Carlos, Maikel y Andrés se niegan a abandonar totalmente el “kilometro de oro” al que tanto les costó llegar. Ahora, la crisis de salud y la debilidad económica del país los obliga a reinventarse, una vez más.
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