LA HABANA, Cuba. – Alguna vez soñé que perdía la voz y desperté aterrado, empapado en sudor. Me resultaba horrible tener que admitir que mi aparato fonador se había dañado, y peor aún fue suponer que no me serían devueltas esas resonancias que tenía antes de acostarme, que en lo adelante no podría entusiasmarme con un palique y con los amigos que prefiero. Y es que conversar es, sin dudas, una de las más grandes satisfacciones que asiste al hombre. Bien que recuerdo aquel sueño, bien que recuerdo la angustia por una vida que supuse llena de silencios, una vida retenida en la garganta, “reservada”, plena en discreciones, en mutismos, un horror de vida.
Y es que la palabra, el discurso, puede salvar y también hundir a cualquiera, y quien lo dude que piense en aquella película de Wajda, que recuerde a aquel Dantón que se va quedando mudo en medio de todos aquellos hombres que lo están calificando, que lo enjuician para condenarlo luego. A Dantón se le fueron perdiendo las palabras, los sonidos, y no se pudo defender. Dantón se quedó casi mudo delante de todos aquellos hombres dispuestos a juzgarlo. Dantón se quedó sin palabras y terminó guillotinado; sin dudas el discurso puede conseguir la salvación, o poner un cuello debajo de la guillotina, y cercenarlo.
Una cabeza puede rodar si no se es capaz de defenderla; un discurso puede ser la salvación de una cabeza, un discurso bien hecho, bien pronunciado, podría resultar la salvación de una vida… Y si hilvano este discurso, si lo escribo, es porque algo sucedió en La Habana hace apenas unos días. Ya se dice que todo salió de la lengua de Otaola, que todo empezó con su discurso, con su denuncia. Se dice que él quiso hacer justicia, denunciar algo que sucedió hace un rato, que podrían ser dos años y que ahora ganó tintes de “hecatombe”. Otaola provocó la furia de Miami y de La Habana, como acostumbra, y muchos aplaudieron su acusación, yo entre ellos.
Otaola hizo hervir a Miami y a La Habana, esas dos ciudades que son capitales de esta isla, cuando invitó a escuchar un audio en el que Yusimí González Herrera, directora de comunicación del ICRT, juzga a un tipo de voz a la que ella, y muchos otros en la radio, llaman: una “voz platinada”, para explicar luego que esa voz platinada es esa que se distingue por su “suavidad”, por su “blandura”, por su “amaneramiento”. Según esta señora esas voces no son creíbles, porque distorsionan el mensaje, porque no son profesionales y con ellas no se puede convocar a una marcha, y supongo que tampoco a una zafra, a un acto de repudio…
Esas voces platinadas, esas voces suaves, amaneradas, esas vocecitas con retintín, no sirven para un país de machos que hicieron guerras en África, de enérgicos constructores de voz ruda que usaron sus enseres de albañilería para golpear a las “locas” y a los “gusanos”. Al parecer esas vocecillas salen de bocas trastocadas que dan besos traicioneros, besos que son enemigos de la revolución y del partido… Y ya muchos creían, atendiendo a los discursos de Mariela y del poder comunista, que esas vocecillas ya no eran un peligro, que podían ser, incluso, parte del poder, y entregarse a las arengas políticas, pero ahora la casualidad, y la aparición de un audio, nos devuelven al punto inicial, a la verdad.
La intolerancia de esta señora de la radio, y su maldad, nos advierten que “la cosa” anda igual que antes, como en aquellos días en los que Fidel Castro se exaltara con los “fenomenitos” en La Rampa y en los alrededores del hotel Capri, un poquitín antes de que él mismo creara las UMAP para recluir y castigar a esas voces blandas, a las voces platinadas, esas de “florecitas y colores”. Sin dudas, esa es una política de la dirección política del país, un dictado a quienes dirigen la televisión, la radio, el cine, para que tengan bien claro que las cosas no cambiaron, que “el cuartico está igualito”.
Para los comunistas, el tono de voz es también sinónimo de ideología, de capacidad de enfrentamiento al enemigo, y mucho más en estos días de pandemias y hambrunas, de represiones y muertos, de colas infinitas, y otra vez muertos. Estos son días en los que los cubanos temen a ser el próximo que reciba un tiro y que luego diga; la televisión, la radio, la prensa escrita, que el muerto era un delincuente, o simplemente un tipo con voz “platinada”, con una voz de traidor@. Eso es lo que propicia un comentario como ese, de una mujer con un puesto importante en el ICRT, una mujer, de quien se dice, que es diputada a la Asamblea Nacional. Y ya dejé claro, en un comentario en Facebook, que por culpa de gente como Yusimí González Herrera se crearon las UMAP.
Ya advertí que por culpa de gente como Yusimí se crearon esos campos de concentración para homosexuales, y se depuraron las universidades. Gente como ella fue la responsable de aquella “Noche de las tres p”, aquella noche oscurísima en la que encerraron a Virgilio Piñera en el “Castillo del príncipe”. Por culpa de gente como Yusimí la policía hace redadas en el bosque de La Habana y la playa del chivo, aun cuando muchos de esos policías vayan también a la “caza del jabalí” de vez en cuando; por placer o por dinero.
Por culpa de gente como Yusimí hay quienes temen a su propia voz, y fingen, y mienten, para que no les sea descubierto el “defectico”. Por culpa de gente como Yusimí asesinaron a mi amigo Albertico Yáñez en La Habana, y a La Eterna en Pinar del Río, y a muchos más, en muchos puntos de la geografía cubana. Grandísima es la culpa de esta bruja, y sí, escribí bruja, porque nos gusta esa palabra a quienes no tenemos una voz “rotunda”. Ella es culpable, como culpable es Mariela Castro, quien no vivió jamás en la piel de un “maricón”, y dice defenderlos, aunque bajara la cabeza en aquella farsa del matrimonio entre homosexuales.
Culpable es esa mujer de la radio. Culpable es esa señora maléfica, incluso, de ese chiste que asegura que en una voz rotunda hay siempre, y por detrás, alguna ofrenda de varón. Y si ese chiste tuviera algo de razón, que revise ella su “plantilla” de locutores. Y ahora no queda más remedio que exigir que la pongan de paticas en la calle, para que no vuelva con esa tontería de que la radio necesita voces rotundas, voces de macho, y para que se reconozca la tremenda homofobia de muchos centros de poder en Cuba, de casi todos, de todos…, para, como escribiera Shakespeare: “que tu voz no se quiebre como una moneda de oro pobre”.
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