LA HABANA, Cuba. ─ Una nota publicada en Granma el pasado domingo 5, expresa: “Teniendo en cuenta el avance en el proceso de vacunación en Cuba, su efectividad demostrada y la perspectiva de que más del 90% de toda la población concluirá los calendarios de vacunación en noviembre, se preparan las condiciones para abrir, gradualmente, las fronteras del país a partir del 15” de dicho mes.
A lo anterior se une que, según la misma información oficial, “se flexibilizarán los protocolos higiénico-sanitarios a la llegada de los viajeros, los cuales estarán centrados en la vigilancia de pacientes sintomáticos y la toma de temperatura”. Aquí conviene disculpar al plumífero castrista y aclarar que “los cuales” se refiere a “los protocolos” y no a “los viajeros”, como parece indicarlo la pedestre redacción de la nota.
Un refrán francés nos informa de una sorprendente realidad: “Lo provisional es lo único que dura”… Conociendo las características de nuestros compatriotas (que, al decir del gran Máximo Gómez, “o no llegan o se pasan”), pudiéramos parafrasear esa muestra de la agudeza y la sabiduría galas, y aplicarla al referido anuncio triunfalista del castrismo: “Lo gradual es lo único que se hace de sopetón”.
La noticia fue publicada en medio del actual repunte de la pandemia de COVID-19 en Cuba. Estamos refiriéndonos a un panorama francamente desolador. Estamos hablando de familias enteras que se contagian con el Virus Comunista Chino; de desdichados que en apenas unos días han perdido a múltiples seres queridos; de casas que han quedado vacías porque todos sus moradores han fallecido.
Y es en medio de ese verdadero desastre que el Ministerio del Turismo envía una nota a los órganos de prensa del régimen, los cuales se encargan de darle inmediata difusión. El castrismo —pues— se empeña en vivir de ilusiones; ello, inevitablemente, lo condena a morir de desengaños. La lástima es que, con su irresponsable triunfalismo, condena no sólo a sus propios integrantes; también a los simples cubanos de a pie.
La nota habla de “avance en el proceso de vacunación”, y hasta se atreve a adelantar una cifra: “más del 90% de toda la población” para el mes de noviembre. A la luz de los notables incumplimientos en el calendario de inoculaciones que han sido conocidos, el hacer una afirmación como la recién citada constituye una gran irresponsabilidad, por no decir algo peor.
Los plumíferos castristas también tienen la osadía de referirse a la “efectividad demostrada” que, supuestamente, tiene el referido proceso de inmunización. ¿“Demostrada” por quién! ¿Ante quiénes! Por el momento, la única “demostración” que ha habido es la puramente verbal que se deriva de los escritos laudatorios que han redactado esos mismos plumíferos y que han leído por radio y televisión los cotorrones al servicio del propio régimen.
Si hubiese un mínimo de seriedad en el aparato de divulgación y propaganda del castrismo, si fueran responsables, se habrían aprovechado las repetitivas peroratas diarias del doctor Durán para satisfacer las justas dudas expresadas por los cubanos. Como, por ejemplo, las que precisamente se refieren a la efectividad (o falta de ella) de las muy publicitadas vacunas nacionales.
Y ello, claro, se puede lograr no con la mera repetición de loas y adjetivos positivos. Mejor sería publicar datos objetivos que aclaren las dudas y los peros de la población. Que contesten con números concretos preguntas tales como: ¿Qué porcentaje de los contagiados está vacunado? ¿Cuántos de estos últimos hay entre los enfermos graves? ¿Entre los críticos? ¿Entre los fallecidos?
Las respuestas a esas interrogantes, que serían las que podrían aclarar las justas dudas, brillan por su ausencia. Los castristas prefieren confiar en sus desprestigiados alabarderos, que ya se sabe que se desharán en elogios a todo lo que provenga del régimen que los cría y mantiene, y en críticas e invectivas a todo el que se le enfrente.
Además, ¿por qué no se espera a que la alegada “efectividad” de las vacunas se demuestre con el descenso de los alarmantes niveles de contagio que imperan hoy en nuestra Patria! Y eso según cifras oficiales, que ya sabemos que están viciadas por la carencia de los tests PCR para diagnosticar los casos, así como por los rejuegos estadísticos, que cuando hay comorbilidades, optan por dar, como causa de la muerte, la diabetes o la enfermedad cardiovascular que aquejaba al enfermo, y no la pandemia que desencadenó su deceso.
¿Qué demuestra este precipitado anuncio? A juicio de quien esto escribe, él se deriva no de valoraciones vinculadas a la salubridad pública y la epidemiología, sino a consideraciones mucho más pedestres: las que se miden en pesos (perdón, quise decir “en dólares”) y centavos; las que hacen estirar las codiciosas manos castristas (muchas de ellas enfundadas en uniformes verde oliva) hacia los bolsillos de los potenciales turistas extranjeros.
Esto, a su vez, demuestra el grado de desesperación que enceguece al régimen. Ya se sabe que más de medio siglo de socialismo ha destrozado el aparato productivo de nuestra Isla; y en tan gran medida, que la antigua “Azucarera del mundo” ha visto caer su producción del dulce a niveles de un siglo atrás, cuando la población era varias veces menor que la actual.
Sin azúcar que vender, con una producción cafetalera muy mermada, sin haber desarrollado durante estos seis decenios otros rubros exportables capaces de suplir las mermas observadas en los renglones tradicionales, los bolcheviques caribeños se ven obligados a echar mano del turismo internacional, y hacerlo a como dé lugar.
Tienen que obrar así haya o no coronavirus. Las incidencias de la pandemia (su actual reflorecimiento en Cuba, en realidad) constituyen un simple detalle, una anécdota que carece para ellos de mayor importancia. ¿Los turistas incautos que se crean sus cantos de sirena? ¿Los ciudadanos que puedan ser contagiados por los forasteros indeseables? ¡Que se jodan!
Lo único vital, lo irrenunciable, es que el régimen castrista continúe adherido al poder, y sus jefes, libando de modo obsceno sus mieles, mientras el pueblo se revuelca en la miseria, el contagio y la desesperación.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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