LA HABANA, Cuba. – “Dios está molesto con nosotros”, dijo una cubana avispada y setentona después de enterarse de la caída de fragmentos de algunos fragmentos de un meteorito en el Valle de Viñales. Esa mujer, solo un número de la inmensa cola para comprar huevos en el mercado que se levanta en la esquina donde se cruza la Calzada del Cerro con Primelles, no es capaz de explicar de otra manera el fuego que produjo el impacto del meteorito en Pinar del Río. Para ella fue la “cólera de Dios” la responsable de esos eventos que mantienen en vilo al occidente del país.
La mujer parecía desquiciada, aunque quienes la conocen dijeron que siempre fue muy cuerda y que trabajó por mucho tiempo en un laboratorio dedicado a la investigación farmacéutica. Y lo peor de su discurso vendría después, cuando se aventuró a hacer predicciones, cuando aseguró que este sería un año terrible, que todo lo que habíamos visto era solo el principio de un periodo lleno de catástrofes, y dónde primarían la angustia y también la queja.
“¿Acaso esto no es un cataclismo?, se preguntaba la mujer refiriéndose a la cola enorme en la que tantos estaban enrolados intentando comprar un “cartón de huevos”. Y, sin dudas, tenía razón esa mujer que comparaba la muy perversa voluntad de la naturaleza, al decidir los peores azotes para esta isla, con aquella cola infinita. “Dos desastres en menos de una semana”, aseguraba asociando al meteorito “pinareño” con el tornado de La Habana. “Y se verán cosas peores”, dijo la mujer esbozando una sonrisa socarrona mientras se marchaba con sus huevos.
Y ya en la puerta se volteó para mirarnos, y tomó entre dos de sus dedos un huevo que dejó caer al piso. “Eso es un meteorito”, dijo antes de marcharse en medio de una carcajada, como si aquel “embrión de pollo” hubiera hecho realmente el viaje desde ese cinturón de asteroides que habita entre Marte y Júpiter, para llegar luego al mercado del Cerro donde muchos intentaban llevarse a casa unas “posturas de gallina” para hacer una tortilla, un revoltillo, cualquier cosa que aplacara el hambre.
No fueron pocos los que entonces tildaron de “desequilibrada” a la mujer, y achacaron la locura a sus muchas horas de investigación y no a la vida que le tocó tras el retiro, ese retiro pleno en soledad y con una pensión que solo le alcanza para sostenerse unos pocos días. La mujer se reía de quienes hacíamos la cola, pero también de ella, y para conseguirlo hacía referencias a ese cuerpo que viajó muy rápido para evadir una “atmósfera” en la que pasaba muy mal sus días, para caer en Cuba, ¡qué ironía! El meteorito era, sin dudas, un disidente, una piedra que harta de su “patria”, se escapó provocando una explosión tras chocar con la realidad cubana, quizá parecida a esa de la que huía.
¿Y es realmente una loca esta mujer? ¿Es una demente porque supone desgracias infinitas en esta isla? ¿Tendrá razón cuando presume males mayores para este pedazo de tierra? Yo no creo que su discurso tenga que ver con la demencia. A ella no la distingue la enajenación. Ella se salva de su angustia haciendo “parábolas” con nuestra realidad. Ella es también un meteorito que quisiera escapar del cinturón del comunismo, que quizá es parecido a ese que hay entre Marte y Júpiter.
Ella no es una enajenada, ella es coherente, sobre todo cuando asocia esos desastres naturales con los otros que nos llegan de la mano de un gobierno irresponsable al que sospecho desconfiado, asustado con lo que nos asiste en estos días de discursos laudatorios y referendos. En mal momento llega ese meteorito a una isla desesperada y llorosa, una tierra que no encuentra sosiego, que sin recuperarse de una desgracia llega otro susto, aunque no con iguales consecuencias a las que nos dejara el otro.
Y este podría ser, incluso, un respiro, quizá una esperanza, algo que nos anuncie que del cielo también nos llegarán cosas buenas, como esos fragmentos esparcidos por Viñales. Y quizá ya algunos habitantes del valle pusieron a buen recaudo esos fragmentos para ponerlos luego en venta, para proponerlos a un precio “razonable” a los muchísimos turistas que llegan cada día al valle, una venta que aplaque sus angustias, sus muchos desconciertos.
Y es posible que algún turista europeo, o americano, o de cualquier parte…, pague un “buen dinero” para llevarse a casa un fragmento de Venus e incluso de Marte, para mostrarlo como un trofeo, una reliquia, mientras que el dinerito que recibirá el vendedor de Viñales podría sofocar las angustias de esos pinareños, quienes reconocen que la dicha solo llegará del cielo mientras las angustias que los asisten salen de la tierra, del gobierno comunista.