LA HABANA, Cuba. – En Cuba, cuando se congregan varias personas ya sea en una cola, en una parada de ómnibus u otro lugar, es muy difícil no acabar criticando la situación del país y la incapacidad (o más bien desinterés) del gobierno para resolverla. También escuchamos a muchos afirmar resignados que esto es así y nada se puede hacer. Con esa actitud sumisa justifican su miedo a asumir una postura cívica que mucho nos ayudaría a cambiar nuestra realidad.
Pero hoy me llamó la atención el comentario que escuché mientras esperaba en la demorada y larga cola del pan. Uno de los tres jóvenes que estaban detrás de mí, sentenció: “Se ve que esos tipos no pueden haber sido: uno parece un loco, y el otro, un anormal”. Por el curso que tomó la conversación, supe que estaban hablando del video que hace unos días trasmitió la televisión sobre la sangre vertida en los bustos de José Martí. “El aspaviento que han armado, y sin embargo nadie protesta cuando le dan a cualquiera la Orden José Martí”, intervino otro, “como a Saddam Hussein, que fue un asesino de su pueblo y ellos lo sabían”.
Los comentarios de esos jóvenes demuestran que no todos los cubanos permanecen indolentes ante la forma en que durante estos años el gobierno comunista ha mancillado la figura de nuestro Apóstol y manipulado su legado. Para facilitar la implantación del totalitarismo, aquel Martí sensible, sabio, noble, de pensamiento profundo y preclaro que conocimos en nuestras escuelas antes de 1959, ha sido distorsionado en una fábula “antiimperialista”, para más ignominia, en un contexto socialista que proclamó el ateísmo, sistema que nuestro Apóstol describió como una forma de esclavitud moderna.
“Martí no comulgaría nunca con esta dictadura”, asegura una amiga. “Fíjate si fue genial”, continúa, “que a Fidel Castro lo tenía caladito desde antes de éste nacer. Si no me crees, lee esto”. Y aunque sé que habla medio en broma, leo el texto martiano que me enseña: “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan a fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.
Y es que, si el pueblo conociera a profundidad el pensamiento del Apóstol, no sería tan fácil usar su figura como arma de adoctrinamiento. De ahí que, año tras año, los medios se refieran a él solo superficialmente, enfatizando como mucho aquellos aspectos que el gobierno puede tergiversar.
De la misma manera en que, en lugar de rendirle verdadero homenaje, se le dedican actividades encaminadas a consolidar el poder absoluto. En este 167 aniversario de su natalicio, la “tradicional” marcha de las antorchas y las actividades de “desagravio” programadas por las distintas organizaciones gubernamentales a raíz de los recientes sabotajes. Mientras, los cubanos vemos cada vez más lejano el legado martiano, el sueño por el que vivió y dio la vida: una Cuba libre y democrática.
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