LA HABANA, Cuba. – Cuando el mensajero del gas le entregó a Magda el recibo con la fecha para comprar el próximo cilindro de 10 kg por la libreta de racionamiento, la mujer creyó que había un error en el plazo. Pero el muchacho le explicó que este había sido alargado, por lo que ahora a dos personas les correspondía comprar cada treintaicinco días.
Los comentarios y protestas de quienes dependen de este combustible para la cocción de los alimentos son muchos y variados, pero los que más se escuchan son sobre la falta de respeto de los dirigentes de la Empresa Estatal de Gas Licuado, que no informaron a la población de las nuevas restricciones. Esto ha ocasionado disgustos a medida que los clientes van chocando con la nueva realidad. Y es que el gas licuado ya apenas alcanzaba desde que hace unos meses extendieron el ciclo de venta.
Esta medida afecta también a los cuentapropistas que venden alimentos elaborados. Uno de ellos es Raúl, que vende cucuruchos de maní. Cuando compró su balita de gas liberado, el dependiente le dijo que hasta dentro de dos meses no podía comprar otra, porque ahora está “regulado”. Él sabe que no le alcanzará, pero cifra su esperanza en la bolsa negra. También Hilda –un ama de casa con licencia para elaborar alimentos que hace almuerzos para los trabajadores de un taller cercano a su casa– está muy preocupada, pues su negocio es muy reducido y no le da para alquilar el cilindro de gas. Hasta ahora resolvía “por la izquierda”, pero ayer fue a comprar uno y el empleado no se lo quiso vender. Le dijo, bastante asustado, que “la cosa estaba mala” y había que esperar “a que las aguas cogieran su nivel”. Ella no sabe cómo se las arreglará de ahora en adelante.
Para nadie es un secreto que la cuota de gas licuado no alcanza, y mucho menos con las nuevas regulaciones, por eso, como alternativa, unos acuden a la electricidad, mientras otros han alquilado el cilindro para comprar el liberado por 110 pesos, pero este también se racionó y sólo se puede comprar cada dos meses. Esto obligará a gran parte de los usuarios a utilizar la electricidad, y aunque hace algún tiempo se informó ofrecer a la población opciones adicionales de equipos más eficientes y con mejores prestaciones –como las cocinas eléctricas de inducción– sin subsidios, se han ofertado muy pocas a la población. Adela, mi vecina, que tiene una olla Reina que ya le está fallando, me dijo: “Tengo una hornilla de carbón, lo malo es que no venden carbón porque lo están exportando”.
Ya en el sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, efectuado en abril de 2011, se ratificó que lo mejor para la salud económica del país sigue siendo cocinar con electricidad, con la salvaguarda de que existan las piezas de repuesto para los equipos. En aquel momento se informó que 27 millones de dólares estaban previstos para ese propósito. Sin embargo, la población no ha recibido los beneficios esperados.
Pues aunque en los últimos tiempos y en varias ocasiones diversos medios han reiterado lo caro que cuesta al país cocinar con gas licuado, ni siquiera para el 70 % del total de las familias que cocinan con electricidad están garantizadas las condiciones, dado que son insuficientes las importaciones de piezas de repuesto para reparar sus equipos de cocción. Además, otra de las dificultades que enfrentan estos clientes son las frecuentes y prolongadas interrupciones en el servicio eléctrico, que la Empresa Eléctrica justifica como reparaciones o sobrecarga en los circuitos.
Lo cierto es que debido a estas nuevas restricciones, inevitablemente serán más los usuarios de la electricidad. Esperemos, pues, que las interrupciones frecuentes en el servicio eléctrico en Cuba no se intensifiquen.
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