MIAMI, Estados Unidos. – El “exceso de libertad” que representan el internet y las redes sociales debe tener locos a los de la vieja guardia del Partido Comunista. Los medios de prensa oficialistas insisten en esa “chea” campaña de demonizar el espacio virtual, a tono con su extremismo ideológico que, a estas alturas de los tiempos, apenas sirve para demostrarle al mundo que la inquisición fue real en las edades más oscuras de la humanidad, tal como un fósil de dinosaurio pudiera dar fe de que el Jurásico no es un invento de Steven Spielberg.
Quienes pretenden “disciplinar” el internet se comportan como inquisidores y fósiles que llegaron con siglos de retraso a estos tiempos.
Arremeter contra el internet y la libertad de usarlo es una idiotez soberana. Es tan inefectivo como censurar un libro y, de estas prácticas que se han “roto de tanto usarlas”, ya debieran haber sacado la experiencia suficiente. Pero la ridiculez se impone para los “cheos” y están ahí, despilfarrando tiempo y recursos, en una batalla perdida.
Los “cibercombatientes” e ideólogos del socialismo “a la cubana” lanzan lamentaciones a los cuatro vientos por lo mal que les va con quienes comentan furiosos en sus perfiles, así como apelando al derecho de opinar libremente cuando, tanto en los espacios reales y virtuales de la isla, pensar con independencia y disentir son delitos que el infractor pudiera incluso pagar con la cárcel y la muerte.
Ni siquiera están en condiciones de hablar de odios ni reclamar “democracia” a la “gente de Miami” cuando fue el rencor quien los llevó a nombrarlos gusanos, lanzarles huevos y arrebatarles el derecho a ser cubanos, y cuando nos obligan como pueblo a aceptar la infalibilidad del Partido Comunista, el único permitido por la ley.
A la guerra han ido pero con una pistola de agua. Se advierte este detalle en más de un titular de prensa “descocado” que, anémico de seguidores, apela a la ofensa o a la “autovictimización” como únicos e inútiles últimos recursos contra un oponente que ha tenido tiempo para escoger y afinar sus armas.
El resultado ha sido que Facebook, YouTube, Twitter, Instagram y hasta el “Paquete Semanal” han tomado el control ideológico de la sociedad cubana y —lo más terrible de todo, para un régimen acostumbrado a los aislamientos y silencios por decreto—, han ido “secando el malecón” al punto de unir Miami con Cuba, al menos de manera virtual.
Lo que antes, a pesar de la cercanía geográfica, era un horizonte inalcanzable, sinónimo de separaciones, rupturas, desarraigos y olvidos, hoy está en el centro de las aspiraciones y sueños personales de mucha persona joven que desea salir adelante, sin pasar por el calvario que arruinó las vidas de padres y abuelos.
Hoy pocos en Cuba ven en Miami una ciudad ajena, como tampoco a los Estados Unidos como un enemigo, y eso, por sí solo, constituye una derrota para quienes intentaron durante más de medio siglo sembrar antipatías ideológicas en un pueblo de naturaleza abierta, plural.
Los mitos alimentados por los comunistas —sobre un pueblo de cobardes que no alcanzarán la “gloria nacional” sin un líder que los domestique, sobre una nación de vagos que hay que transformar en “hombres nuevos”—, han sido desmentidos solo con observar y constatar, ya de lejos o de cerca, ya en vivo o desde la pantalla de un celular, cómo las cubanas y cubanos que ayer tacharan de “gusanos” han convertido a Miami en una ciudad próspera y rica, en el mejor ejemplo de las verdaderas potencialidades de un pueblo de emprendedores natos cuando se les permite pensar y crear en libertad, que ya sabemos no es lo mismo que en libertinaje.
La “pesadilla gusana” ha dejado de ser un temor para tomar cuerpo en todas las dimensiones de lo social dentro de Cuba. Ahora quisieran linchar a Otaola pero el youtuber los desarma no solo con sus revelaciones sino son esa irreverencia nunca antes vista y para nada ingenua. “La gente quiere chisme, chisme”, dice el presentador, pero sabemos que para los cubanos, obligados a susurrar o a callarse por demasiado tiempo, “chisme” es sinónimo de verdad.
Temen, además, a la tormenta de memes que genera el absurdo cotidiano y a la gente en Cuba grabando el infinito y más allá con los celulares pero, mejor aún, perdiendo el miedo a los regaños bajo la premisa de no tener nada más que perder.
Lo han perdido casi todo, o todo, en esa apuesta que se reduce al dilema de “quedarse” o “emigrar”, una disyuntiva que traza la frontera entre miseria y prosperidad, represión y libertad, más otras numerosas dicotomías.
Hoy los cubanos y cubanas se redescubren, dentro y fuera, como posibilidad de ser nuevamente una nación grandiosa. Internet nos ha abierto los ojos a quienes dormíamos, comíamos y hasta hacíamos el amor frente a la emisión estelar del noticiero de la la TV y la Mesa Redonda.
El internet ha llegado para despertar a un pueblo. Los perfiles y cuentas de los dirigentes y sus familiares están repletos de comentarios incendiarios de una oposición de nuevo tipo, real, creciente y, lo peor de todo, difícil de reprimir, penetrar o convencer, ya que no responde la mayor parte a grupos, partidos ni tendencias políticas.
Son gente cansada, “obstinada”, como gustan llamar los cubanos a ese amargo sentimiento de fatiga total. El “obstine” suicida del preso que solo piensa en la fuga, y el “obstine” del perpetuo abusado del que no sabemos qué hará al traspasar los límites de la paciencia.
Les tiraron piedras a los policías en Santiago pero ya le habían gritado cosas bien fuertes a Díaz-Canel cuando el tornado de Regla. Con lo de la escasez de agua en Centro Habana hemos escuchado de familias plantadas en medio de las calles, de frente a esas cámaras chinas que hay en cada esquina de la ciudad para recordarnos que “siempre hay un ojo que te ve”. Pero ya son demasiadas rebeldías e irreverencias por castigar y pocos quieren hacer ese trabajo.
En Miami están botando y declarando “persona no grata” a represores y cómplices. La visa americana es más codiciada que unas vacaciones en Varadero o un certificado de “Vanguardia Nacional”.
Las pequeñas protestas son apenas avances de lo que pasará cuando los estómagos se vacíen por completo y las cabezas se llenen de sangre hirviendo a borbotones.
Entonces la peor pesadilla dejarán de ser los periodistas independientes subiendo videos y notas de prensa, o los artivistas calentando la calle con un performance inofensivo o una exposición de arte sin más propósito que denunciar o desobedecer, con todo el derecho que los asiste ya no como artistas sino como seres humanos.
Todos los “indisciplinados” de hoy pareceremos niños de teta al lado de esa liebre gigante que pocos pueden ver detrás de la maleza pero que está a punto de saltarles encima. La liebre que para muchos es solo un tipo de “conejo”, otra especie de animal cobarde pero, a fin de cuentas, un cobarde que se cansa de su cobardía puede convertirse en un ser muy peligroso por excesivamente imprevisible, irreductible.
Lo peor está por venir cuando mueran los más viejos, los ilusos y decepcionados, y ya no quede nadie para creer ese cuento de la Buena Pipa sobre un futuro de prosperidad eternamente postergado, en aras de mantener los niveles de vida de una clase social integrada por esos “cubanos dignos” que poco o nada tienen que ver con los “cubanos positivos”, esa otra categoría que arrebata la “dignidad” a quienes decidieron emigrar, aún cuando no se identifican con oposiciones y disidencias. La ingenuidad siempre nos pasa la cuenta.
(Ernesto Pérez Chang, residente en Cuba, se encuentra de visita en Estados Unidos)
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