LA HABANA, Cuba.- El año empezó caliente cuando el 12 de febrero un pequeño incendio en la Feria del Libro, en la Cabaña, puso a correr a los visitantes. Ese pudiera ser el preámbulo de lo que vendría hacia la mitad del 2018, sobre todo en mayo con la caída del avión en Boyeros. El 4 de junio se incendian los almacenes San José en el Puerto de La Habana; el 11, fuego en el Pediátrico del Vedado y a los días un hospital en Sancti Spíritus, un café en los bajos del edificio Focsa, así como el martes 17 de julio, en la tarde, ardería el Instituto Nacional de Oncología.
Por el camino, actos de vandalismo en las calles y accidentes de pirotecnia en festejos populares. ¿Qué está sucediendo?
No sería necesario sumar a la lista otro incendio o desastre más para estimar que la cosa “está que arde”. Pudiera decirse que los movimientos recientes en el gobierno, sin llegar a ser verdaderos “cambios”, han elevado la temperatura ambiente y que los fuegos y humaredas comienzan a formar parte del paisaje insular, quizás como señal de algo que, sin dejar de ser un misterio para la mayoría, incluida la prensa oficialista, para nada es sobrenatural.
Apenas se estrenaba en su papel el nuevo “presidente” cubano cuando la caída de una nave rentada por Cubana de Aviación, con itinerario Habana-Holguín, enlutaba a la isla y a la vez ponía en una situación difícil al vicepresidente Salvador Valdés Mesa, quien el día anterior había aparecido en televisión visitando las oficinas centrales de Cubana donde los directivos lo ponían al día sobre los “avances” en el sector.
Sin embargo, las cosas malas no quedaron ahí y en menos de cien días se ha podido conocer de otros “accidentes” que pudieron haber cobrado numerosas vidas.
Si el mes de mayo estuvo más caliente que lo normal, junio no dio señales de enfriamiento. El día 25 se incendió la planta telefónica de Villa Clara, precisamente en el territorio natal de Miguel Díaz-Canel y el mismo donde este alcanzó relieve nacional cuando fue Primer Secretario del Partido Comunista en la provincia.
Aunque el informe oficial del Ministerio del Interior, publicado parcialmente en la prensa gubernamental, dijo que el siniestro de ETECSA se debió a “una falla eléctrica por resistencia transitoria en los empalmes de los conductores que alimentaban una de las dos consolas de aire acondicionado”, pocos saben por qué motivo no revelado fue creada recientemente, por orden de Raúl Castro, una “comisión especial” para continuar las investigaciones, según ha informado a CubaNet una fuente del Gobierno.
Otra fuente consultada al respecto asegura que, entre las hipótesis planteadas no se ha descartado la intencionalidad, total o parcial, tanto en el caso del incendio de Villa Clara como en el desastre aéreo, por el cual permacen en prisión, bajo investigación, al menos una decena de personas involucradas directamente en el suceso o en la contratación de Global Air.
También se habla de al menos cuatro oficiales del propio Ministerio del Interior detenidos bajo diversos cargos que irían desde negligencia hasta alta traición debido a actos conspirativos y desestabilizadores, motivados por descontento e inconformidad con los más recientes cambios.
No obstante, si la caída del avión en mayo pasado fue suficiente para poner en crisis al gobierno cubano, la destrucción de los servidores de ETECSA en Villa Clara, según indica una de las fuentes, vino a complejizar el asunto más allá de lo que pudo mostrar la prensa, en tanto buena parte de los canales de comunicación usados por el gobierno, incluido el propio Ministerio del Interior, se vieron interrumpidos durante varias horas, al punto que la contingencia fue tratada como situación de guerra, lo que llevó a reforzar la seguridad alrededor de las principales figuras del Partido Comunista.
Pudiera llamar la atención el hecho de que, a pesar de que ya para algunos miembros de la propia comisión especial resultarían evidentes las maniobras desestabilizadoras provenientes de facciones descontentas dentro del propio gobierno, ni siquiera se ha hecho una alusión manipulada o manipuladora del asunto en las intervenciones públicas de las principales figuras del gobierno, quizás para no propagar señales de inestabilidad hacia el exterior, en un contexto politico-económico ya de por sí inseguro.
Si el desastre aéreo tuvo un reflejo negativo inmediato en la economía, al verificarse una leve caída en el flujo de visitantes extranjeros, quizás espantados por la inseguridad de los vuelos domésticos, las pérdidas económicas relacionadas directa o indirectamente con el asunto hoy ya suman más de 300 millones de dólares, una cifra que continuará incrementándose durante todo el 2018 y a la que habrá de sumarse las pérdidas millonarias por los incendios en Villa Clara, así como en los tres hospitales, una cantidad que ocupará buena parte del presupuesto del Estado en la recuperación de lo perdido y que, por tanto, perjudicará otros planes de crecimiento económico, lo que se traducirá en más pobreza y descontento popular, un cuadro que algunos, quizás desde la sombra y con fuego en la mano, han pintado complicadísimo para cualquiera.